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Él nunca imaginó que su vida cambiaría al cruzar un umbral invisible, se ve arrastrado a una realidad donde las dimensiones se entrelazan y los encuentros no son casualidad.
Lo que comienza como una segunda oportunidad p...
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¿Quién diría que volvería a ese lugar? Su último recuerdo era haber saltado a través del portal, escuchando la voz de su amigo llamándolo antes de que todo se desvaneciera en la oscuridad.
Juró que aquel había sido su final, pero ahí estaba, de pie en la cima de la montaña, rodeado de personas con vestimentas extrañas. Nada en ellos parecía pertenecer al mundo del que provenía. Solo alcanzaba a escuchar a un pequeño hombre hablar sobre derrotar, una vez más, al temido villano Revil. Pero si ya lo habían vencido antes... ¿por qué volvía a dar pelea? ¿Por qué no se rendía de una vez?
Sumido en sus pensamientos, no notó que varias miradas se posaban sobre él. Solo volvió en sí cuando escuchó su nombre en labios de Eón:
-Aquino viene de un mundo con magia. Seguramente podrá ayudarnos con los hechizos de Rev, ¿cierto, Aquino?
¡Carajo! Todas las miradas estaban sobre él. Ni siquiera estaba seguro de recordar los hechizos, pero, con una leve desconfianza, solo pudo asentir con la cabeza. Al parecer, eso fue suficiente, pues sus compañeros sonrieron y celebraron en voz baja, como si ya dieran por hecho que podía ayudar.
Libre al fin de aquella presión, Aquino se permitió observar mejor a quienes lo rodeaban. Había rostros diversos, algunos completamente desconocidos y otros... familiares. O, mejor dicho, solo uno: su mejor amigo, a la distancia. Sin embargo, algo en él se veía extraño.
No llevaba su típica capucha gris. En su lugar, vestía un abrigo más casual, aunque aún mantenía ese estilo de paloma que tanto lo caracterizaba.
Quiso acercarse, pero una mano sobre su hombro lo detuvo en seco. Sin dudarlo, giró la cabeza y se encontró con un chico de aspecto híbrido. Llevaba unos lentes peculiares y una ropa bastante casual, pero su mirada estaba lejos de ser amigable, especialmente cuando lo observaba con tanta intensidad.
-¿Disculpa? ¿Puedo ayudar en...?
No terminó la frase. Antes de que pudiera reaccionar, el chico agarró el borde de su sudadera blanca y lo levantó con una facilidad alarmante. ¿Cómo tenía tanta fuerza?
-¡Vos fuiste! -espetó el otro, mostrando los colmillos en un gesto agresivo-. Tú me mataste en ese momento. No confundiría esa mirada en ningún otro lado.
Aquino sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
-Tú... ¿yo? ¿Nos conocemos?
-Mira, no te hagas el boludo. Obviamente fuiste vos quien me mató en Experimento Hardcore, así que no me importa qué tan importante seas o qué tan buen mago te creas... Vas a pagar.
Los ojos del pelinegro ardían de furia mientras su mano aferraba con fuerza el cuello de Aquino, negándose a soltarlo. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo más, Eón se acercó con rapidez. Sin dudarlo ni un segundo, alzó su bastón y le asestó un golpe seco en la cabeza, obligándolo a soltar a su presa. Aquino cayó al suelo tosiendo y llevándose las manos al cuello, recuperando el aliento.