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La mañana había comenzado con una luz más clara de lo habitual

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La mañana había comenzado con una luz más clara de lo habitual. El cielo, aunque nublado, no escupía lluvia ese dia. El viento era suave, apenas movía las hojas de los árboles, y la temperatura rondaba ese punto intermedio que no congelaba, pero tampoco reconfortaba. Era el tipo de día que se sentía… tolerable.

Gi-hun preparaba una canasta sobre la mesada de la cocina, con movimientos lentos pero constantes. Sándwiches envueltos, botellas de jugo, frutas que aún conservaban su color. Había lavado y doblado una manta de cuadros rojos y blancos, casi como las que solía ver en los dramas antiguos… cuando aún soñaba con una vida que ahora parecía una historia de otros.

Los gemelos correteaban por la casa, emocionados ante la promesa de “salir”, una palabra que para ellos había perdido sentido en medio del encierro, las visitas legales y los susurros entre adultos. Ji-hoon, por su parte, estaba en la entrada, abrochándose los botones de su abrigo con precisión, como si salir a un picnic fuese una operación quirúrgica.

—  ¿Lo tenemos todo? —preguntó Gi-hun, mirando la puerta con una ligera sonrisa cansada.

— Tenemos hambre. Eso es lo más importante —respondió Dae-ho, elevando los brazos con una energía contagiosa que Gi-hun apenas podía seguir.

Min-su tiró de su mano con suavidad, como si el miedo a que ese momento se rompiera fuera más fuerte que su entusiasmo.

— ¿Vamos a un lugar bonito? —preguntó, mirando a Gi-hun con ojos grandes, llenos de esperanza contenida.

— El más bonito que podamos permitirnos —respondió el omega, agachándose para besarle la frente.

La familia salió. El auto, prestado por el mayordomo, era elegante y funcional. Gi-hun conducía con las manos tensas sobre el volante, como si cada cruce fuese una trinchera. A su lado, Ji-hoon observaba por la ventana en silencio. Atrás, los gemelos se pasaban una bolsa de dulces de un lado al otro, riendo bajito, murmurando planes para los juegos que inventarían una vez tocaran el pasto.

Llegaron al parque del distrito oeste. Lo suficientemente lejos como para no encontrar a vecinos conocidos, pero no tanto como para despertar sospechas de fuga. Era amplio, rodeado de cerezos sin flor, con una explanada de césped semi húmedo y una colina pequeña que daba al río.

Gi-hun extendió la manta con cuidado. Sacó la comida, repartió servilletas, abrió los jugos. Lo hizo todo como si esa organización detallada pudiera contener el caos de sus días.

Y, por unos minutos, funcionó.

Los gemelos corrieron por el campo, sus carcajadas se alzaban como cometas invisibles. Ji-hoon, que había traído un libro, se sentó a su lado sin abrirlo, simplemente observando en silencio.

— Hoy están tranquilos —dijo Gi-hun, más para sí que para su hijo.

— Hoy tú estás más tranquilo —corrigió Ji-hoon, sin apartar la mirada de sus hermanos.

឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ⩇⩇ . ┊ PAUSADA - 𝐔𝐍𝐇𝐎𝐋𝐘 𝐓𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora