uno; quince de octubre

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—¿Qué ha...?

—Esta mañana me ha llamado Priscila y me ha dicho que su hermano está en el hospital.

Alina siente un pinchazo en la boca del estómago. Le da vueltas la cabeza y por un momento siente que va a vomitar. Apenas consigue formular una palabra entera:

—¿Sebastián?

—Sí, sí, Sebastián. Bast. Nuestro Bast. —Hace énfasis en ese «nuestro» señalándose alternativamente a ambos con el dedo índice.

Alina nota los oídos taponándose y cierra los ojos con fuerza para frenar el mareo que le ha sobrevenido. Solo quiere parar esta marea de sentimientos que la agitan en su interior con fuerza. Apenas es consciente de que Asier sigue hablando. Le está contando algo sobre qué le ha dicho Pris, sobre cómo lo encontraron o algo así, pero no escucha bien y solo quiere gritarle que se calle un minuto, que necesita un poco de calma. Necesita parar el coche. Necesita bajarse, respirar aire limpio durante unos segundos y calmar su cabeza, su corazón y sus entrañas.

—¿Lina? Tía, ¿estás bien?

Asier la mira por encima del asiento directamente a los ojos. Alina por un momento se siente despojada de toda la intimidad, sabe cómo su mejor amigo es capaz de desnudar su alma con los ojos y ver a través de capas y capas de piel. Nunca le han hecho falta las palabras.

—Ey, Javi, déjanos aquí.

—¿Seguro? Si estamos aquí al lado, no me cuesta nada... —El hermano menor niega con la cabeza mientras se va desabrochando el cinturón.

 —El hermano menor niega con la cabeza mientras se va desabrochando el cinturón

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El hospital es pequeño, de pueblo. Asier se adelanta y se encarga de preguntar dónde está Bast y guía de la mano a Alina, que está claramente conmocionada. Ella no es capaz de articular palabra, ni de orientarse con claridad. Ve todas las puertas iguales, todas las escaleras, paredes y carteles exactamente idénticos. No sabe por dónde han venido ni cómo han llegado al pasillo adecuado: «Unidad de Cuidados Intensivos».

El pasillo está completamente vacío: paredes blancas, sin bancos ni plantas decorativas. Hay una puerta a la izquierda con unas instrucciones y un timbre al lado. Justo enfrente, otra puerta que lleva a una sala de espera.

—Mejor esperemos en la salita, mandaré un mensaje a Pris para no molestar con el timbre.

Ambos se sientan en una mesa redonda que hay frente a un gran ventanal. Desde ahí puede ver el parque como si estuviera bajo sus pies. Alina coge el teléfono y revisa los mensajes que antes había decidido ignorar.

Priscila contaba a primerísima hora del día que les habían llamado del hospital, que habían encontrado a su hermano inconsciente en el suelo de su piso por la noche. Decía que parecía haberse caído por las escaleras: tenía varios huesos rotos y estaba inconsciente. Su cuerpo parecía reaccionar a algunas señales, por lo que los médicos habían declarado que no se trataba de un caso tan grave, pero que tendría que estar en observación al menos veinticuatro horas hasta que se aseguraran de que se estabilizara. Luego lo llevarían a una habitación hasta que recuperara la consciencia y mejorara un poco.

Pero antes, chocolateحيث تعيش القصص. اكتشف الآن