"En este juego, el linaje se mide en lealtad, no en sangre y el poder no se hereda, se conquista; y aquí, solo los fuertes sobreviven."
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Había pasado una semana desde que Gi-hun fue ingresado en el hospital. La recuperación física iba bien, pero la herida emocional que llevaba era profunda. A menudo se encontraba acariciando su vientre vacío, los ojos llenos de tristeza. El hospital, aunque era un refugio seguro, se había convertido en un lugar de dolor y melancolía para él.
In-ho lo observaba con una mezcla de desesperación y amor. Sabía que Gi-hun necesitaba tiempo para sanar, pero el peso de la pérdida era evidente en cada gesto, en cada suspiro. Quería hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el dolor de su amado Omega. Entonces, decidió llamar a una persona importante, alguien que siempre había sido un apoyo incondicional para ambos, que hasta incluso la consideraban como una hija.
In-ho tomó su teléfono y buscó el número. Mientras esperaba a que contestara, se permitió un momento de esperanza. Sabía que la presencia de ella podría traer al menos un momento de luz para Gi-hun.
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────── "¿In-ho?" — respondió el otro lado de la línea, su voz llena de impresionismo.
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────── "Necesito tu ayuda" —dijo In-ho, su voz temblando ligeramente. — "Gi-hun está en el hospital. Ha pasado por algo terrible y está muy desanimado. Talvez puedas venir a verlo."
In-ho le dio la dirección, sintiendo una oleada de alivio al saber que ella estaba en camino. Colgó el teléfono y se acercó a la cama de Gi-hun, quien seguía acariciando su vientre vacío, perdido en sus pensamientos.
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No pasó mucho tiempo antes de que Sae-Byeok llegara al hospital. In-ho la esperó en la entrada de la habitación recibiéndola con un abrazo, su rostro reflejando un alivio momentáneo al verla. Ella era como una hija para él, y su presencia siempre traía una sensación de seguridad.