— Susan... — Jake intentó acercarse.

— Ésta estúpida quiere meterse conmigo.

Susan se dirigió a zancadas hasta a mí y yo acorté la distancia. Los demás se alarmaron pero ninguno se atrevió a tocarnos. Por otro lado, Exton sólo se cruzó de brazos.

— ¿No crees que intercambiamos de papeles?

— ¿Y qué crees si mejor te pongo en tu lugar? — me remató.

— ¿Por qué no empiezo yo primero? — ladeé la cabeza esbozando una pequeña sonrisa burlona inconscientemente. Sip, eran las cosas que pasaban si lograbas molestarme tanto.

Exton se rascó la barbilla, escondiéndose la sonrisa.

— Ya estuvo bien, chicas... — Jake intentó intervenir pero Susan volvió a pasar de él.

— ¡No! — vociferó — Ella me provocó y ahora va a saber quién soy...

— ¡Cuéntame! — mi tono era mucho más irónico de lo que planeaba — ¿Cómo deberíamos empezar a conocernos?

— Rompiéndote la maldita cara, por su puesto.

— Tú quieres otra cicatriz más visible, ¿no es cierto?

Hasta que la saqué de las casillas.

— ¡Tú...

Los chicos se apresuraron en agarrarla y yo simplemente me quedé en mi lugar observándola con la mirada envenenada.

— ¡Ya basta, Susan! — Jake gritó — ¡Cálmense las dos!

   Era Susan la que seguía forcejando entre Nate y el rubio sin nombre. Yo estaba tranquila, ¿quién dijo que no estaba tranquila? Sólo tenía planeado darle su bien merecido por haberme dejado con la palabra en la bocota ayer.
   Sin embargo, no podía seguir llenándome de problemas cuando sólo tenía intenciones de llegar a casa. ¡Habían pasado demasiadas cosas en un solo día! ¡Mi vida jamás había sido tan interesante! Y todo por culpa de Exton...o de Jade o de quién sabe quién. Pero estaba agotada. No, ya no podía. No podía con nada más. Me sentía abrumada; tanto que comencé a pensar en todo lo que acababa de decirle a Susan.

— Yo...

— ¡Quieta, Susan! — Jake seguía tratando de calmarla.

Al diablo. Necesito quitármelos de encima.

Voy colina a abajo pasando de las rocas a los arbustos y dejándolos bien atrás. No me giro en ningún momento. Sólo pienso en llegar a casa.


   No sé de cuánto llevo la caminata pero sí que los he dejado bien atrás. Caminé a mano derecha de la colina y seguí caminando. Estoy esperando a encontrarme con la maldita estación de autobuses que Exton dijo que había pero el colmo es que me haya jugado otra de sus jodidas bromas. El único sonido que he estado escuchando es el de mis pasos contra el asfalto. ¿Estoy sola? Sí. ¿Tengo miedo? Sí. ¿Puedo morir? Sí. ¿Pueden secuestrarme? Extra extra sí. Pueden pasar un sinnúmero de cosas en este preciso momento. No tengo celular, no tengo comida, no tengo agua y ni si quiera tengo dinero suficiente para que me roben. Estoy frita. Voy arrastrando mis pies por dos razones: estoy congelándome y ya no encuentro fuerzas.
   Siento mi garganta seca y cada vez que intento tragar lo único que hago es quemarme la garganta. Ni si quiera voy a reflexionar sobre lo qué pasó hace rato, no me importa nada. Estoy tan cerca pero tan lejos de casa a la vez, estoy caminando sola por el medio de la nada, está oscuro y puedo morir en cualquier instante. Jade, te declaro la muerte.
   El hálito sale de mis labios cada vez que respiro y me los seca. Bueno, admito que no sé cómo pase de estar con Exton casi medio festival a estar caminando en una calle sin rumbo a altas horas de la madrugada. Estoy nerviosa, tengo pánico; estoy desesperada. ¿Cómo hubieran sido las cosas si Jade nunca se hubiera ido? ¿Estuviera yo en mi cama ahora mismo? Si un aro se digna en pasar a estas horas por aquí, me metería en el medio para que me arrollara.
   Pero en cuanto un resplandor vino de mis espaldas me giré de golpe y comencé a agitar mis brazos. Hay un noventa por ciento de que quién sea que vaya en ese auto quiera raptarme o no. No obstante, es mi única salida...¿o no? Con suerte el auto va reduciendo su velocidad para aparcarse al costado de la calle en que me encuentro. Así que, me acerco hasta él. Y como mi suerte me la regala el infierno, el tipo que aparcó su auto tiene pinta de campesino diabólico.
   Es un viejo huesudo, bañado en barro, bigotudo y sudoroso. Se me va el corazón a los pies y se me revuelve el estómago. Es el tipo de viejo que guarda una escopeta en la cajuela. Lo que indica que mi muerte sería sangrienta. El viejo tiene la sonrisa torcida entre dientes amarillentos, ojos hundidos en arrugas y el símbolo de infinito tatuado en la frente. Si me mata, guiará mi alma hasta el infierno.

Afternoon » njh Where stories live. Discover now