Capítulo 1

418 29 2
                                    

POV: Thomas

Ya habían pasado 3 meses desde que llegamos a aquel lugar, 3 meses desde que escapamos de CRUEL, 3 meses desde que vi morir a Teresa...

Todos los que habíamos conseguido salir de allí ahora vivíamos alejados de la civilización, alejados del Destello y CRUEL. El tiempo había transcurrido lento, cada día parecía tener más de 40 horas, y cada minuto se hacía interminable. Pero por fin lo habíamos conseguido. Nos habíamos construido unas cabañas y nos alimentábamos de lo que cultivábamos, la vida allí no era tan diferente a la del Claro. Eso nos facilitó mucho las cosas a los que ya habíamos pasado por eso.

Los recuerdos de aquellos tiempos volvían a mí con mucha frecuencia. Los tiempos en que Chuck seguía vivo, en que Newt no tenía los síntomas del Destello, en que Teresa estaba a mi lado... A pesar de no recuperar todos los recuerdos anteriores al Laberinto, el tiempo que pasé en el Claro, en la Quemadura o en Denver los recordaba muy bien.

Desde que llegué soñaba muy a menudo con la muerte de Newt, soñaba como mataba a mi amigo, como le quitaba la vida poniéndole una pistola en la cabeza. Pero no era un sueño, era un recuerdo, y eso lo hacía aun peor. Podía sentir como la culpa me comía por dentro haciéndome sentir como un asesino. Y por mucho que intentara olvidarlo, me era imposible borrarlo de mi memoria. Newt había sido un gran amigo, borrar sus recurdos no facilitaría nada, él no volvería.

Yo compartía cabaña con Minho, y por la noche él me oía gritar en sueños, pero nunca le contaba con que soñaba, prometí que nunca se lo contaría a mi mejor amigo. Mi único mejor amigo. Ya que después de escapar, él se había convertido en mi sombra, mi compañero, y por eso mismo no podía contarle lo de Newt. Sabía lo que habían vivido ellos juntos, incluso antes de que yo llegara. Se conocían muy bien el uno al otro, y decirle que mate a su amigo me alejaría de mi único amigo aquí.

Aunque ya no tendría que preocuparme mucho por eso, ya que Minho se iba a cambiar de cabaña. Al parecer se iba a cambiar a la de su novia. Habían empezado a salir hacía ya dos meses, y habían decidido compartir la cabaña. Cuando me lo contó pude ver otra cara del Minho que yo conocía. Era feliz, un chico enamorado que sentía el amor en su máximo esplendor. Y aunque al principio todo me pareció algo precipitado, no podía hacer otra cosa que alegrarme por ellos.

Minho no puso mucho empeño porque yo la conociera, parecía que me quería tener apartado de ella o algo. Pero hará un par de noches, hicimos una cena fuera con todo el mundo, y por fin pude conocerla. Tenía unos cabellos rojizos brillantes, un color muy llamativo que hacía que la reconocieras en seguida. Era casi tan alta como yo, con una tez blanca algo rosada y unos ojos azules transparentes. Fue muy agradable conmigo, aunque parecía tan delicada que pensaba que en cualquier momento se rompería. Pero Minho siempre estaba a su lado como escudo. Los veía muy felices.

Confieso que no me podía creer que después de todo por lo que habíamos pasado pudiéramos tener una vida tranquila y normal, con casa propia y una novia. Quién me iba a decir a mí que mi amigo, Minho, el gilipullo que tuvo la gran y emocionante idea de convertirme en corredor, ahora estaría babeando por las esquinas por una chica.

El sol empezaba a salir y los primeros rayos de sol se colaban por la ventana iluminando mi rostro y creando algo de molestia en mis ojos. Al final me desperté muy perezosamente. Para mi sorpresa Minho ya estaba despierto, así que fui a tomar el desayuno. Mientras me tomaba una manzana, miraba por la ventana como poco a poco la gente iba saliendo de sus casas y se dirigía a sus trabajos. Parecían felices, ya no quedaba rastro del terror que invadía sus caras cuando los sacamos del laberinto.

Me detuve en una cabaña y la contemplé minuciosamente. Era la cabaña de Brenda. Cada día la veía salir de allí, se recogía el pelo en un moño desaliñado, cerraba la puerta, miraba hacia mi ventana, me hacia un guiño y se iba a su huerto. Una sonrisa aparecía en mi rostro cuando la veía guiñarme, era algo que no podía controlar. Desde que escapamos y llegamos a este lugar, ella y yo nos habíamos unido bastante. A parte de Minho, ella era mi otra única compañía. No pasábamos tanto tiempo juntos como queríamos, ya que al principio todo era trabajo, y eso nos mantenía ocupados. Pero ya hacía una semana que todo empezaba a funcionar, y con suerte no estaría tan atado al trabajo. Me acabé la manzana, pero aun no había salido Brenda de la cabaña, que extraño.

Me duché y el agua fría consiguió despejarme del todo. Me vestí con unos pantalones marrones y una camisa azul remangada de tela fina. Me puse las deportivas, avisé a Minho de que iba yendo ya a por la leña, salí y cerré la puerta. Cuando me disponía a adentrarme en el bosque me paré en seco y dirigí una última mirada a la cabaña de Brenda.

Tal vez se haya quedado dormida, debería ir a despertarla.

Me acerqué rápidamente a su casa y toqué a la puerta, nadie respondió. Me asomé por la ventana. La cocina estaba recogida. Podía ver su habitación, tenía la cama hecha. Que raro. ¿Acaso no había pasado la noche allí? La sensación de que hubiera pasado la noche en casa de algún amigo suyo me quemó por dentro. Brenda, a diferencia de mí, tenía bastantes amigas y amigos. Y más de una vez pude notar como la miraban, y no me gustaba nada. Aunque tampoco es que ella mostrara algún tipo de interés en ellos. Estaba exagerando las cosas, seguro que estaba con alguna amiga suya. Debería preguntarle a Harriet si sabe donde está. Y justo cuando me iba a volver, el reflejo de una persona detrás mía se mostraba en la ventana.

-¡¡Buuuuuuuu!!

Me giré de un sobresalto. Era Brenda, se estaba riendo a carcajadas mientras apoyaba su mano en mi hombro.

-¡Deberías haber visto tu cara!

-Ja ja...que graciosa, no sabes el susto que me has dado, pensaba que... ¡No vuelvas a hacerlo!

-¿Qué pensabas? ¿Estabas preocupado por mi?-dijo mientras ponía una sonrisa maliciosa.

-No pongas esa cara, lo sabes muy bien. No te había visto salir de la cabaña y no sabía donde estabas.

-Gracias.

Esa palabra me dejó confuso, pero por otro lado, creía adivinar la respuesta.

-¿Gracias por qué?

-Gracias por preocuparte por mi.

Y acto seguido se acercó a mi mejilla y me besó. Se separó lentamente y se acercó a mi boca, pero se quedó parada a unos centímetros de tocarla. Entonces la miré, y vi sus ojos. Me derretí al ver tanta ternura en ellos. Estaba preparado, no me apartaría, no como aquella vez. Pero justo cuando se estaba acercando salió Minho de la cabaña:

-¡Eh, cara fuco! Mueve tu culo de pingajo y ayúdame a llevar la leña.

-Ya voy. Solo será un momento- y aparté la mirada de Minho para dirigirla a Brenda. Una parte de mí se sentía aliviado, pero otra se sentía furioso- ¿Nos vemos en la hoguera?- dije mientras me separaba de ella.

-Claro, y no te preocupes por mi, no volveré a darte estos sustos-dijo mientras me guiñaba un ojo-¡Hasta luego!

-Hasta luego- le dije mientras me adentraba en el bosque junto a mi amigo. Había estado tan cerca... tan cerca. Pero por lagún motivo, me sentía culpable por querer besarla.

Aparté los pensamientos de mi mente para dejarla despejada y centrarme en otros asuntos. Ahora las cosas no estaban mal, pero siempre había que estar alertar, nunca se sabe cuando puede aparecer el enemigo. Y siendo un grupo numeroso de munes, el peligro estaba asegurado. No sabíamos nada del exterior, pero podíamos intuir que habría gente que nos estuviera buscando. Esto de ser un mune era más complicado de lo que parecía.

LOS MUNESWhere stories live. Discover now