Cuidado con la tristeza: Puede ser un vicio

156 10 0
                                    

Pienso mucho las cosas. Al verlo partir me invadió una tristeza enorme y es que no puedo soportar cuando él me deja abandonada, y ahora no lo soportaría más, puesto que él me dejó para no volver. Mientras estoy sentada en la cama semi desnuda me pongo a pensar y me sumerjo en lo mas recóndito de mi memoria; no quiere salir de mi cabeza la imagen viéndolo a él salir por esa puerta y me hizo traer un recuerdo de mi infancia: Cuando mi padre se iba y nos dejaba a mí y a mi madre indefensas sin poder hacer nada, y ella solo se recostaba en la cama y lloraba horas y horas. ¿Saben? a veces la vida para algunas personas no es nada fácil, tenemos que acostumbrarnos a las partidas de nuestros seres más preciados y tenemos que vivir con el dolor de que nos rechacen por el simple hecho de que no somos la persona de alguien aunque ese alguien sea nuestra persona, y aunque el tiempo pase todavía queda esa pena en el corazón que de alguna u otra manera duele; nos duele y no podemos ocultar el sentimiento que se refleja en nuestras miradas hacia la nada, quizás tratando de buscar algún recuerdo o algo una sensación mágica que nos haga recordar que en algún tiempo, aunque esa persona no nos correspondió, nos hizo sentir bien, nos hizo sentir felices y completos y, aunque ahora duela en el momento, eso era todo lo que nosotros queríamos. Ahora entiendo a mi madre y su tristeza profunda. Llevaba minutos, quizás horas dándole vueltas a esos pensamientos y luego me doy cuenta de que se me hace tarde para irme al trabajo; me paro de un salto de la cama, me visto y salgo con mi chaqueta a medio poner y mi pelo todo desalborotado. Tropiezo y caigo de un tirón contra el piso y veo que son mis cordones sin atar, al parecer estaba demasiado distraida para darme cuenta de que no me las había atado.

- ¡Demonios!- dije. Salgo corriendo hasta llegar a la acera de en frente. Luego de correr tres cuadras para llegar a mi trabajo entro a la cafetería, empapada de sudor y todos se quedan mirándome. No sé porqué lo hacen, si es normal en mí.

- Verónica, otra vez tarde. Vas a tener que comprarte un despertador- me dijo mi jefe, el Señor Ethan Yates.

- Lo siento señor, no volverá a pasar- balbuceé. Ese jefe mío era muy gruñón cuando quería serlo.

Hoy mi día va muy lento y estoy un poco torpe y a medida de que va pasando el día no encuentro nada más que las mismas personas que andan desesperadas en sus días como robots, que se olvidan de vivir y se sientan en esas mesas a fingir que sus vidas son perfectas y que no hay problemas, donde en realidad sus familias están destrozadas o quizás tienen años que no pasan una navidad con sus padres; veo esas personas y me llega un recuerdo sobre mi madre, cuando estaba con sus amigas fingía que todo estaba bien y que nuestra vida era perfecta, pero en realidad mi papá la golpeaba y no se hacía cargo de nosotras, por eso siempre he odiado el teatro.

Mientras tengo mi mirada muy fija en la ventana, llega una señora y me pide un sándwich, la atiendo y cuando empaco su sándwich y estoy lista para pasarlo, ella me detiene y me pone la mano en el rostro y me dice:

- ¿Sabes? Te he observado desde afuera, he notado tu mirada triste. No dejes que la tristeza se convierta en un vicio- me dijo- puede ser uno de los más mortales- se fue y me dejo allí parada, pensando en todo aunque no diera a demostrar nada...

Testosterona, Oxitocina & EstrógenosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora