PARTE 3.2

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  • Dedicado a Nessa Nakiami
                                    

El descanso llega como agua de mayo. Los alumnos de mayor edad tienen autorización para salir fuera del recinto durante los veinte minutos que dura el recreo. Nessa, en un alarde de compañerismo, decide resarcirse enseñando a Isaac las instalaciones del centro estudiantil.

—¿Y bien, qué te parece? —pregunta ella tras el recorrido, desenvolviendo su chupachups de cereza.

—Que te van a salir caries.

Ella sonríe y saborea el caramelo esférico.

—Ja, ja. —Alza una ceja, cruzándose de brazos a la espera de su respuesta.

—Está bien: el gimnasio no es gran cosa, pero la biblioteca no está mal.

—Es un asco, puedes decirlo. Nadie va a encerrarte por ello. —Se da un golpe en la frente amonestándose—. Joder, no aprendo. Perdona, soy una bocazas.

—Tranquila, no soy tan susceptible. He estado en uno de esos sitios, ¿y qué? No es algo que me vaya a marcar de por vida. —Agita la mano restándole importancia. Sin embargo, ni él mismo se cree esas palabras. Por supuesto que le ha dejado huella, una profunda e indeleble...

—¿Te hace un sándwich? Las máquinas expendedoras no están del todo mal —le ofrece Nessa al verlo cavilando y con el rostro contrito.

—Lo que sea. Mataría por algo de comer. —La mira con cara de enajenado. Ella blande el caramelo apuntando al pecho de Isaac y frunce los labios—. Es broma, como mucho raptaría, lo juro. —Ambos estallan en carcajadas.

—¿De pollo reconstruido o de cangrejo mutante? Tú eliges —pregunta señalando los emparedados.

Los siguientes profesores emplean sus clases para dictar el temario y exponer lo que esperan de todos y cada uno de sus estudiantes.

El final de la mañana llega acompañado de suspiros de alivio. El primer día es duro para todos, docentes incluidos.

Isaac se persona a la hora acordada en el despacho de dirección. Se queda un rato parado frente a la puerta de contrachapado mirando una placa metálica en la que se lee el nombre completo de su propietario: Ricardo Alsina.

Da tres golpes con los nudillos.

—Adelante.

El hombre tras la vetusta mesa de roble sobrepasa los cuarenta. Su pelo oscuro empieza a clarear por las sienes. Golpea rítmicamente con una pluma plateada sobre la carpeta que reclama su atención. Con un simple gesto de la cabeza le indica que tome asiento.

—Bueno, bueno. Ha empezado con mal pie en esta institución, estará usted de acuerdo. —Se inclina ligeramente haciendo crujir su silla revestida de cuero negro, buscando la disculpa del alumno.

—Pido perdón por lo errático de mi comportamiento, aunque intuyo que ese tal Lorca daba problemas antes de que yo llegase, ¿me equivoco? —Imitando el gesto del señor Alsina, se echa hacia delante.

—En absoluto. Él es parte de la escoria que puebla estos pasillos, pero usted... ―Hace un inciso clavando su mirada garza en los ojos aguamarina del chico—. Tengo aquí un expediente; en él se reflejan sus avances académicos desde el momento en que empezó a hacer figuritas de plastilina hasta el incidente del pasado año. Hay varias hojas en blanco: su futuro. Los profesores que evaluamos somos los encargados de cumplimentar estos papeles, si bien es usted quien escribe su historia, no olvide eso. Esta podría comenzar narrando de mi puño y letra el penoso altercado de esta mañana; sin embargo, voy a darle una oportunidad. Solo una. Ha venido a asumir las consecuencias de ese acto, lo cual le honra. No puedo decir lo mismo de su compañero. Haremos una cosa: se quedará todos los días de esta semana clasificando volúmenes en la biblioteca durante los recreos. Nuestra encargada, la señora Núñez, está entrada en años y no se encuentra demasiado bien de salud. Con esto su deuda quedará saldada y pondremos el marcador a cero, ¿está de acuerdo? —Extiende su mano de dedos largos y ambos cierran el trato con un fuerte apretón. Acto seguido, Isaac se pone en pie y abre la puerta del despacho dispuesto a marcharse—. Y... señor Montalvo.

Oh My Gothess (Primeros capítulos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora