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—Acepto.

—Acepto.

Y dichas esas palabras, nos besamos con dulzura. Sellando con ese beso nuestro matrimonio. Toda nuestra familia estaba presente, y se notaban felices. Pero no igual que nosotros. Por fin estábamos unidos. Por fin podría decir que ella es mi mujer. Mi compañera.

Luego de la recepción, la cargo hacia el auto, llevándola hacia nuestra casa.

Mi casa.

No le he dicho nada aún sobre mi maldición. Porque sé que no me creería. Dejo que camine por los alrededores, pero no toca nada, ni abre las puertas.

¿No tiene curiosidad? Me pregunto mirándola caminar con destreza. Casi como bailara. Me toma de la mano y, mirándome con coquetería, me besa con rudeza, con pasión. La levanto en mis brazos y camino hacia la que será nuestra habitación.

Ya es de noche, lo puedo saber por el ambiente. Geni duerme a mi lado, con su cuerpo desnudo cubierto por la sábana blanca. Su delicada mano descansando a un lado de su cabeza, mostrándome el anillo. No puedo evitar sonreír ante eso. Mía. Por fin, mía.

La maldición de Barba Azul © [Historia corta]Where stories live. Discover now