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Walter y Leo 

Walter

Nos encontramos tumbados en el suelo, sintiendo el suave murmullo del viento acariciar nuestras pieles lobunas. Era una tarde tranquila,  mientras Leo me escuchaba atentamente, yo hablaba sobre mis experiencias y vivencias. Aunque ella no era muy habladora, soltaba de vez en cuando algunos comentarios o asentía para mostrarme que me escuchaba.

A medida que compartíamos ese momento de conexión, pude percibir que Leo era un poco más mayor que yo, lo que la convertía en una loba experimentada y madura. Su aura de calma y serenidad me envolvía, y me di cuenta de que le gustaba disfrutar del silencio, como si en él encontrara una especie de refugio.

Mientras permanecíamos juntos, me cautivó el exquisito aroma que su loba transmitía. Era una mezcla de dulzura y acidez, que me sumergía en una sensación embriagadora. No pude evitar inhalar su aroma profundamente, especialmente en la parte de su cuello, donde me perdí un instante, deleitándome con la esencia que emanaba de ella.

Unos minutos después, el silencio fue interrumpido por un pequeño click que provenía de la distancia. Leo se levantó ágilmente del suelo, alerta ante aquel sonido, y sin dudar, comenzó a caminar en dirección al ruido. La observé con interés mientras se movía con gracia entre los árboles, y decidí seguirla sin emitir ni un solo ruido que pudiera perturbar la mágica atmósfera que nos rodeaba.

En silencio, avanzamos juntos hacia el origen del sonido, dejándonos guiar por la curiosidad y la conexión que empezábamos a forjar. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas, pintando destellos dorados sobre nuestro pelaje, mientras el aroma de la tierra y la vegetación inundaba nuestros sentidos. Nos adentramos más en el bosque, y aunque no sabía qué nos esperaba, sentía una extraña sensación de emoción y tranquilidad al lado de Leo.

Corrimos a través del bosque durante unos minutos hasta llegar a una cabaña pintoresca. En la entrada, había un joven de tez pálida, manipulando algún tipo de aparato que emitía un peculiar ruido. Leo se acercó decidida hacia él y, en un instante, volvió a su forma humana mientras yo permanecía en mi figura lobuna, observando cautelosamente la escena.

"¿Cuántas veces te he dicho que no uses ese aparato?" exclamó Leo con evidente enojo, arrebatándole el objeto y guardándolo en su bolsillo.

El chico, mirando a Leo y después a mí, me apuntó con su barbilla y cruzó sus brazos con actitud desafiante. "¿Qué hace él aquí?" cuestionó, refiriéndose a mí. "Pensé que lo habías echado del territorio", agregó mientras volvía su mirada a Leo.

Leo se volteó hacia él con ceño fruncido y le contestó: "Pensé que ya te habías ido", lo que me hizo negar con la cabeza, indicando que aún seguía en la zona.

"Bueno, ya que estás aquí, hagamos las presentaciones", dijo Leo con un tono sarcástico, aplaudiendo irónicamente. "Ty, te presento a Walter, el segundo plato", mencionó, señalando a ambos entre nosotros. "Walter, él es Tylor o Ty, mi hermano y también mi mejor amigo", continuó mientras volvía a señalarnos. "Es un vampiro, así que te recomiendo que no vengas por aquí durante la noche", añadió, acomodándose junto a Ty.

Levanté mi pata en un gesto de saludo, y él correspondió levantando su mano y agitándola suavemente. Leo asintió ante nuestro intercambio y nos miró atentamente por unos momentos.

"Intentad llevaros bien, ¿vale? Ignorad las diferencias de raza y esas tonterías, e intentad ser amigos", nos dijo con una sonrisa antes de darle unas palmaditas en el hombro a Ty. Luego, se dirigió hacia la cabaña y nos dejó fuera.

Permanecimos los dos en silencio, mirándonos fijamente, hasta que el vampiro decidió romper el silencio.

"Mira, te lo diré directamente. Si haces daño a Leo, te mato, ¿vale?", dijo mientras realizaba un gesto en su cuello. "Y me da bastante igual si tu manada viene a por mí, ya me encargaré de ellos también", añadió, esbozando una sonrisa desafiante.

Me transformé frente a él, acomodándome la ropa para estar un poco más presentable. Ty frunció el ceño y me examinó de arriba abajo, soltando luego una carcajada.

"Leo tenía razón, pareces un crío", bromeó mientras se peinaba el pelo hacia atrás. "Al final será Leo quien te deje", susurró y se dio la vuelta para entrar en la casa.

Me quedé solo afuera, esperando pacientemente hasta que vi la cabeza de Leo asomarse por la puerta, indicando que podía entrar a la cabaña. No perdí tiempo y entré rápidamente.

Al entrar, quedé sorprendido al contemplar la cabaña rústica que combinaba a la perfección con el entorno del bosque. Amplios ventanales en el techo permitían que la luz del sol inundara el interior, y en una de las esquinas de la cabaña había un majestuoso árbol cuyas hojas cubrían gran parte del techo. Era una verdadera belleza de hogar en el que Leo y Ty vivían.

Bajo la sombra del árbol, noté una pequeña bola de pelo durmiendo plácidamente. Me acerqué lentamente y descubrí una tierna ardilla dormida, abrazando un limón entre sus patitas. En ese momento, Leo se unió a mí a mi lado.

"Es mi ardilla", me dijo en voz baja, como si no quisiera perturbar su sueño. "Aún no tiene nombre, pero por alguna razón le encantan los limones", añadió mientras estiraba su brazo para acariciar suavemente el pelaje de la pequeña criatura.

Unos minutos de paz y calma reinaron en el ambiente, permitiéndonos disfrutar del momento. Sin embargo, nuestra tranquilidad se vio interrumpida por una vibración persistente que rompió el silencio mágico. Era el teléfono móvil de Leo. Ella frunció el ceño, sacó el dispositivo y al revisar el mensaje, su rostro mostró evidentes señales de disgusto, soltando un bufido de frustración mientras rodaba los ojos.

"Ty", llamó a su amigo, pasándole el móvil que había terminado en su regazo, "Parece que olvidaron darme algo", dijo mientras tomaba una chaqueta del armario en la entrada.

Ty leyó el mensaje y soltó una carcajada, devolviéndole el móvil a Leo.

"¿Qué pasa?" pregunté, acercándome lentamente a Leo y poniéndome a su lado. "¿Qué dice el mensaje?" añadí, curioso por la situación.

Leo me miró durante un momento y luego respondió, "Sígueme, tengo que ir al Este, a la manada a la que solía pertenecer. Al parecer, mi hermano olvidó darme algo que mis padres dejaron allí", explicó mientras se volvía hacia Ty, "Quédate aquí y cuida de la casa, me llevaré a Walter", ordenó antes de salir por la puerta, y yo la seguí obedientemente.

Nos transformamos en majestuosos lobos, listos para emprender nuestro camino hacia el Este. Corrimos a través del frondoso bosque, sintiendo la suave brisa acariciando nuestro pelaje y el crujir de las hojas bajo nuestras patas. El aroma a tierra húmeda y vegetación fresca llenaba nuestros sentidos mientras avanzábamos.

El trayecto fue emocionante, disfrutando de cada paso y escuchando atentamente los sonidos que emanaban del entorno. El canto de los pájaros, el crujir de las ramas y el murmullo del arroyo cercano creaban una sinfonía natural que nos envolvía en una sensación de libertad.

Finalmente, llegamos a una roca marcada con un símbolo rojo que indicaba que habíamos entrado en el territorio de la manada del Este. Nos acercamos con cautela, sabiendo que nuestra presencia no sería recibida con los brazos abiertos.

En pocos segundos, dos imponentes Alphas emergieron de entre los árboles, acompañados por sus fieles betas. El grupo nos gruñó en señal de advertencia, especialmente un beta que parecía no estar muy contento de mi presencia . No obstante, Leo respondió con un gruñido firme que lo hizo callar y respetar su autoridad.

Los líderes de la manada nos hicieron un gesto con la cabeza, indicándonos que los siguiéramos hacia sus viviendas. Avanzamos detrás de ellos, manteniendo una distancia respetuosa, pero sin dejar de sentir la tensión en el aire. Sabíamos que no éramos bienvenidos, pero estábamos allí por un motivo importante y Leo tenía asuntos pendientes que resolver con su antigua manada.


Siguiente Update el 28/07/2023





Los AlphasWo Geschichten leben. Entdecke jetzt