Preguntas respondidas, preguntas forjadas [14]

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-¡Eso sería una tontería! ¡Ya sé dónde está mi tesoro!-

Escuchó la fuerte inhalación de Ace justo cuando se le hundía el estómago. Tragó saliva y agarró a Luffy con fuerza, logrando finalmente bajarlo y riendo nerviosamente.

-Sí- -Su voz salió entrecortada, Sabo sutilmente intentó forzarla para que saliera tranquila- Sí, seguro que sí, está en la cafetería, ¿verdad? -Eso sonó patético incluso para sus oídos y la visible mueca de Ace hizo que Sabo se sintiera cohibido. Se quedó quieto entonces, notando que Barbablanca no había dicho una palabra y lo miró vacilante. Sus manos sostenían el puente de su nariz, con los ojos cerrados mientras se frotaba la piel allí. El aliento de Sabo se congeló en su pecho, el corazón tartamudeó cuando vio a Barbablanca abrir los ojos. Había una mirada de complicidad allí, del tipo que uno tiene cuando su corazonada de mucho tiempo se ha confirmado. Tragó saliva, obligándose a respirar y tensándose para una pelea. Barbablanca parpadeó y un peso se le quitó de los hombros cuando el hombre le dio una sonrisa amable y cómplice.

-Ve a buscar a Thatch y él te mostrará tu habitación. -Fue una despedida contundente y Sabo hizo una reverencia rígida antes de obligar a sus hermanos a irse, finalmente contento de que lo siguieran sin luchar. Estaba agradecido por la salida fácil, pero sabía que este no sería el final de la conversación.

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Rayleigh estaba sentado a la sombra de un árbol de resina, en lo alto de una rama donde el estallido de las burbujas resonaba más fuerte. La luz de la luna cortaba líneas duras donde las hojas no eran suficientes para bloquearla y se encontró alejándose inconscientemente de ella. Como si cualquier luz pudiera quemarle la piel y enconar a la fuerza recuerdos no deseados. Tenía las manos vendadas y ahuecadas en una botella de sake, con el agarre débil por su borrachera. Casi podía oír la decepción de Roger en sus pensamientos, atravesando el silencio de la noche y excavando en su mente. O tal vez era la mirada que Shanks le estaba lanzando desde el otro lado de la rama, cómplice y plana. En contraste con él, Shanks estaba bañado por la luz de la luna, el cabello rojo casi blanco bajo el brillo cegador. Todavía estaba bebiendo también y parte de Rayleigh se sentía justificada en su propia falta de sobriedad. Como si no fuera el único que no pudiera lidiar con las emociones que se arrastraban y amenazaban con consumirlo.

Shanks no parecía esconderse de ello como él, sino que se enconaba en su ira y preocupación. Como antes, cuando Shanks le dijo que la luna era solo el reflejo del sol, con gusto entró en la luz de la que Ray quería distanciarse. Se sentía inmerecido de alguna manera, como si cada paso que daba hacia la luz fuera una traición al sueño de su capitán. La parte lógica de él sabía que no era así, que podía vivir por los dos, pero se sentía mal tener que hacerlo. Tomó otro trago de su bebida, presionando los labios en una línea dura cuando la encontró vacía.

Shanks le ofreció el suyo y Rayleigh se preguntó si debería estar así. Nunca superaría la muerte de su capitán, pero pensaba que al menos había logrado seguir adelante. En cierto modo lo había hecho, enterrando las emociones y diciéndose a sí mismo que se ocuparía de ello el día en que se cumpliera la profecía. Lo cual, ahora que lo pensaba, no coincidía del todo con lo que les habían dicho. Miró a Shanks, que tenía la cabeza inclinada hacia atrás, los ojos cerrados y el rostro absorbiendo la luz de la luna.

-¿Cómo lo sabes? -Su voz sonaba áspera por el alcohol y la deshidratación, pero se mantuvo firme-¿Que es
él?-Ray vio cómo Shanks abría los ojos, que brillaban de un rojo extraño cuando se dio la vuelta para mirarlo. Se llevó la mano a la cabeza, agarró un sombrero que ya no estaba allí y sonrió con cariño; la ira que surcaba su rostro se alejó momentáneamente.

-Al principio no tenía ni idea, cuando le di el sombrero de capitán. -Hablaba en voz baja y Rayleigh casi tuvo que inclinarse hacia delante para oírlo a través de las burbujas que estallaban. Lo primero que había notado en Shanks había sido la falta del sombrero de paja. Sin embargo, no lo cuestionó, pues sabía que el joven lo apreciaba por encima de todo y lucharía con uñas y dientes para mantenerlo a salvo. Así que ahora, oír que lo había regalado lo había convertido en un hombre comprometido.

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