Desperté feliz. MUY feliz.
No podía esperar a tener matemáticas. Esa clase es la que comparto con Peter... Y Megan.
Me senté en el borde de la cama y me restregué mis ojos con el puño de mis manos. Levanté la mirada y vi el póster de One Direction que tenía, One Direction es mi boy-band favorita, simplemente tienen una voz perfecta.
Conecté mi teléfono al estéreo y puse la playlist con las canciones de One Direction, Gotta Be You sonó.
Me puse las pantuflas de Unicornio que combina con mi pijama de emojis, y caminé al baño.
Peiné mi cabello rojizo, y me hice una coleta, me lavé los dientes con cuidado, por los brackets. Volví a mi cuarto y busqué entre mi ropa. Traté de encontrar algo lindo. Finalmente encontré una falda azul marino, una polera naranja, y unos tirantes de Hora De Aventura.
Me puse la ropa y la camiseta la puse dentro de la falda. Me miré en el espejo y me arreglé la coleta. Saqué unas converse rojas y me las puse con los calcetines de Un Show Más que estaban sobre mi cama.
Sonaba Magic y como amo esa canción la comencé a cantar. Mi madre está en la cocina, no me oirá. Me da vergüenza cantar en público o frente a gente.
—B-b-b-baby c'mon over. I don't care if people find out dada - dadada - da - da - da - da. They say that we're no good together. And it's never gonna work out dada - dadada - da - da - da - da —canté caminando por la habitación.
— ¡Abbie! —escuché gritar desde abajo.
— ¡Ya voy, mamá! —respondí molesta, odio que me apresuren.
Bajé para desayunar. Mi madre me tenía cereales con yogurt, un vaso de jugo de naranja y tostadas con jamón. Mi madre quiere que engorde.
—Buenos días princesita—dijo con tono tierno. Eso me asusta, ella no es así siempre. De seguro me querrá pedir algo.
— ¿Buenos... días?—respondí dudosa.
—Quería pedirte un favor.
Ahí vamos. Lo sabía.
— ¿Qué quieres mamá?
—Tengo una reunión de trabajo con Cindy, la vecina, y me pidió que si tu podías... no sé... cuidar a Toby.
— ¿El demonio?
—No lo llames así... Pero sí.
Suspiré.
—Tendrás que cocinarle la cena y darle de comer porque no sabe comer solo.
— ¿Cuántos años tiene ese?
—Tiene cinco años.
—Pequeño demonio mal criado. ¿Sabe ir al baño solo, por lo menos?
—Ehm...
— ¡¡No!! —me quejé.
—Lo siento hija, te daré un premio, ¿sí?
—Espero que sean cinco kilos de nutella y ocho paquetes de pretzels.
—Hija no tengo tanto dine...
—Lo dejaré encerrado en la jodida pieza de invitados hasta que lleguen.
— ¡Está bien! Te daré lo que pides.
—Amo hacer negocios contigo mamá.
—El bus está afuera.
— ¿¡Qué, y me avisas ahora!?
—Me gusta apresurarte —sonrió.
Esta es su venganza por la nutella.