20.

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La alegría abundaba en Francesca, que parecía un rayito de sol en medio de un Londres nublado. Hoy no importaba ni el día ni el humor general: ella era feliz. Muy feliz. Finalmente había aclarado algunas cosas con Harry. Él no la odia. Él le gustaba. Y ella le gustaba a él. Y ambos, por fin, se habían besado.

Era un secreto, por ahora, porque no hubo tiempo de contárselo ni a Chase ni a Nick ni tampoco a Desireé, quien no era tan cercana ni tan necesaria pero se merecía que Frances le siguiera poniendo al tanto de la situación. Después de todo, demostró ser confiable.

Frances cantaba canciones que inspiraban a la felicidad, esas que son simples y a la vez te llenan el corazón de un sentimiento de esperanza. Ofrecía un verdadero espectáculo, trasladándose de un lado a otro, interactuando con la gente.

Harry había llegado hacía media hora, pero no quiso interrumpir una escena tan preciosa. Era la Francesca que recordaba, o incluso mucho mejor. Su chica de la guitarra, su reina de los acordes, era una luz que se movía de un lado al otro, al compás de Somewhere Over The Rainbow. Una persona que, sin saberlo, contribuía al buen humor de todos. Un cambio en el mundo, sin dudas algunas.

Mientras la miraba, logró apreciar cómo ella sin querer lo descubrió, contemplándola, al lado de un poste de luz. Y aún cuando eso no parecía posible, su sonrisa se ensanchó aún más.

Harry corrió hacia ella. Ella fue hábil, dejando a Betty acostada contra el pasamanos de la escalera de la cafetería, antes de correr hacia él. Ambos se encontraron en un gran abrazo, a modo de saludo. Cuando se separaron, Frances notó que unas ancianitas los observaban con ojos llenos de ternura desde un banco de la plaza.

 - Bien, ¿cómo estás, pequeña? –era una pregunta un poco obvia, pero perfecta para romper el hielo.

 - No puedo estar mejor.

Ambos volvieron a la escalera, y se sentaron en el segundo escalón. Ella tomó su guitarra y la dejó sobre su regazo, lista para cuando le picara la necesidad de seguir tocando canciones. Sin embargo, no era eso lo que ella quería ahora: todavía quedaban temas pendientes con Harry.

 - Hazlo. –él resopló en cuanto sus ojos verdes se encontraron con la mirada acusadora de Frances, que pedía miles de explicaciones.- Pregunta.

 - Bien, Harry, ¿por dónde empiezo?...

Ella tamborileó los dedos sobre el cuerpo de madera de Betty, mientras miraba a los cielos. Se suponía que estaba pensado, y lo estaba, pero añadió un poco de teatro como para que Harry se sintiera un poco culpable por evadirla en la forma que lo hizo.

 - ¿Cuánto tiempo llevamos sin vernos?

 - Dos semanas. –ella esperaba esa respuesta, puesto que también había contado los días. La pregunta no tenía otra intención que funcionar como el disparador de un par de reproches.

 - Mucho tiempo, ¿no crees? ¿Qué te tuvo tan ocupado estas dos semanas?

Harry quiso ser sincero. Sabía lo que Frances le estaba preguntando. Indirectamente, quería saber si no había ido a verla porque había encontrado otra cosa que hacer.

 - ...Nada.

Francesca le pegó en el brazo lo suficientemente fuerte como para saber que esa no había sido la mejor forma de decírselo.

 - ¡Eres un tonto! ¿No viniste a verme sólo porque no querías?

Ella estaba totalmente equivocada. Lo que más quería él era verla. Intentó explicarlo, aún fregándose el golpe con la mano de su otro brazo.

 - Claro que quise verte, tonta. Todos los días. Pero me ibas a preguntar por qué desaparecí de esa forma, ¿y yo qué te iba a decir? ¿Qué estaba celoso de tu amigo Nike?

 - Nick, Harry, se llama Nicholas y le decimos Nick. –ella le corrigió, tomándolo suavemente del hombro- ¿O sea que no viniste sólo por vergüenza?

Él asintió con la cabeza.

 - ¿Por qué no me lo dijiste lo que sentías antes? ¿No te diste cuenta, acaso?

 - No, no me di cuenta. –él vaciló un poco antes de pronunciar esas palabras.- Sabes que soy un poco estúpido.

 - Sí que lo eres. Harry, ¿en serio yo te gusto?

 - Claro que sí, me gustas. -no se tomó ni un solo segundo para pensar antes de contestar. Pensó que eso ya había quedado claro.

  - Bueno, porque si me pongo a pensar en estas dos semanas... Realmente no se nota.

En su voz no había más que reproche. La Francesca que encontró en la mañana parecía muy distante de la que tenía ahora, una que estaba enojada con él, por abandonarla cuando ella empezaba a quererlo. Era un estúpido, sin dudas.

Pero si había una sola cosa que él tenía en claro, aparte de su estupidez, era que ella lo fascinaba. No estaba dispuesto a que ella dudara de lo que sentía. Y sabía cómo podía probarlo.

 - ¿En serio no me crees? –dijo, desafiante, dispuesto a demostrarle que sí la quería- No habré venido a verte en dos semanas, pero no dejé de pensar en otra cosa. Es más, puedo mostrártelo.

Frances arqueó una ceja, demostrando su interés por semejante propuesta. Harry continuó.

 - Espero que no tengas planes para esta tarde. Irás a mi casa.

La Reina de los AcordesWhere stories live. Discover now