19.

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No era la gran fiesta de bienvenida, pero Chase estaba encantado.

En realidad, Francesca también la estaba pasando muy bien. Estaban todos en ronda, comiendo pizza, tocando la guitarra y cantando canciones a coro. Se sentía feliz: este era el tipo de fiesta que le gustaba.

Desireé también parecía contenta. La había llevado, así eran más (sabía que Nick no iba a molestarse, además, él fue quién le dijo una vez que eso era mejor porque "conoces otras personas"). Y de paso, la integraba un poco al vecindario y su círculo.

Harry también lo estaba disfrutando, o bueno, eso quería creer. Seguía distante con ella. Si había llegado hasta ahí era culpa de Nick, que dejaba que sus amigos invitasen a cualquiera. A él, verlo ahí no le estaba gustando.

Ella quería aclarar las cosas. Pero para eso necesitaban estar los dos solos. Y ella sabía cómo lograr eso.


Harry no sabía si estar furioso con el noviecito de Frances o compadecerse de sí mismo.

Es decir, estaba hermosa. Como siempre. Y ella no se despegó de él. Parecía a propósito, se hablaron casi toda la noche, tocaron la guitarra juntos, como que si le estuvieran refregando en la cara que ellos eran "la pareja perfecta".

Estaba harto. Se quería ir y no verla más. Hasta con ella se estaba enojando. ¿Por qué no le dijo? ¿Por qué parecía demostrar que él nunca le importó? ¿Por qué quiso casi besarlo hace un mes, entonces? ¿Acaso se estaba burlando de él o qué?

 - Bueno, chicos, todo muy bonito pero le prometí a mamá que volvería temprano. –ella interrumpió para comenzar a despedirse.- ¿Vienes, Des?

La pelirroja asintió con la cabeza.

 - Te acompaño. –el rubiecito se ofreció, justo como Harry lo estaba esperando. Lo que él no esperaba fue la respuesta de Frances.

 - Gracias, pero no te molestes, no creo que quieras dejar solos a tus invitados. –ella se giró hacia donde Harry estaba sentado, muerto de rabia y celos.- ¿Nos acompañas, Harry? Son seis cuadras, si no te molesta...

Por supuesto que le molestaba. La odiaba por torturarlo así. Pero no la odiaba en realidad. En realidad la quería tanto que no podía decirle que no. Así que aceptó, sin pensar. Pero no quiso ver cómo se despedían, o más bien, no quiso ver cómo ella se despedía de su encantador príncipe azul.

Salieron de la casa y comenzaron a encaminarse. Ellas comentaban acerca de cosas que Harry no se sentía deseoso de escuchar. Se mantuvo fuera de todo, callado, con las manos en sus bolsillos, siguiéndolas e intentando recordar cómo volver. "O mejor no", se planteó. No volver. Aprovechar a decir que prefirió volver a casa... Encontraría alguna excusa tonta para eso después.

Las seis cuadras le parecieron eternas. Resultó que la pelirrojita, la supuesta "Des" era su vecina. Él reconoció que se había despedido de ella con un "adiós" un poco cortante. No importaba: al menos demostraría que estaba enojado. Luego de verla entrar, ambos dieron unos pasos hasta llegar al umbral de la puerta de la casa de Francesca.

 - Eh, bueno, esta... Mi casa...

Ella titubeaba. Él intentaba mirarla con una expresión seria, algo que demostrase enojo. Pero no podía enojarse con semejante belleza. Podía enojarse con el que ocupaba el puesto que él tanto quería, pero no con ella.

 - Harry, ¿te pasa algo?

Por supuesto que le pasaba algo, pero, ¿cómo explicarle? Decidió no hacerlo.

 - Nada, eh, ¿me llamarías un taxi?

Quería irse cuanto antes. Quería que su vida fuese la de antes. Se quería ir a dormir y olvidarse de todo. Si estaba planeando volver a visitarla en las mañanas, ahora se convencía de no hacerlo. Incluso consideraba la idea de no verla nunca más, de decirle que estaba ocupado o alguna de sus tantas excusas baratas usadas para evadir el hecho de que estaba molesto porque ella no podía ser suya. Pero se conocía: si ella le pedía que fuese a verla lo iba a hacer.

La Reina de los AcordesWhere stories live. Discover now