Ella aceptó. Lo invitó a pasar, pero él prefirió sentarse en la entrada. Le mandó un mensaje a Martin, breve, diciendo simplemente que se volvía a su casa. A él no le importaría, sólo quería que fuera para que se encontrara con Frances. Suspiró. Esperaba que ella optara por dejarlo solo e irse a dormir. Esperaba no verla. Esperaba no tener que tenerla al lado, los dos solos mientras él aguardaba su taxi, porque eso significaría una tortura.

Pero sabía cómo iban a ser las cosas. Diez minutos después, Frances reapareció y se sentó a su lado.

 - Espero que no tengas apuro, dijeron que estaban demorados como por media hora.

"Genial", se dijo a sí mismo. "Esto no puede ser peor".


Harry seguía callado. No se le ocurría nada que decir. Y por lo visto, a ella tampoco. Se limitaba a acariciarle el brazo, esperando ablandarlo un poco. Él no quería que lo hiciera, pero le gustaba al fin y al cabo.

 - Harry...

Su frase quedó en el aire. Su nombre sonaba como música salido de su boca. Hasta eso era hermoso en ella. Hasta su propio nombre tenía que dolerle.

 - ¿Si?

Intentó sonar amistoso, pero (tuvo que reconocerlo) la única palabra que pronunció sonaba muy, muy triste. No quiso ser cortante. Quería poder hablarle, aunque eso significase hacer la parodia de los amiguitos otra vez.

 - Soy yo, ¿verdad? ¿Te molesto?

Harry se contuvo las ganas de gritarle que no. Él sentía muchas emociones, de las cuales no podía comprender la mayoría, pero no: no podía estar molesto con ella. Incluso si quería, no podía.

 - Pero qué dices...

 - No me mientas. Me odias, ¿verdad?

 - No es que te odie... -No, quería odiarla porque gracias a ella estaba así de decaído, lo cual era diferente.

 - ¿Qué hice?

Era el momento. Aquella frase era como la puerta a poder aclarar toda la situación.

 - ¿Por qué no me lo dijiste?

 - ¿Qué cosa? –parecía realmente confundida. Él creía que ella sabía lo que le intentaba preguntar, pero se hacía la tonta. Se enojó, pero no con Frances. Se enojó consigo mismo por no notar que podían estar jugando con él.

 - Tu novio.

Prácticamente escupió esas dos palabras. Ella lo miró. Él no quiso devolverle la mirada. No iba a poder soportarlo.

 - ¿Qué novio?

 - Ya sabes, ese rubiecito al que tanto le estuviste hablando hoy y...

Harry comenzaba a enojarse. Ella todavía parecía intrigada.

 - ¿Nick? –preguntó, inocente.

Y eso lo exasperó.

 - Ah, ¿así se llama ese pelmazo, eh? Nick. Suena a nombre de chico lindo, ¿no? Del chico al que todas desean, el gracioso de la clase, el que no se parece en nada a mí, ¿verdad? Porque si somos sinceros yo no le llego ni a los talones, y...

Harry ya se odiaba a sí mismo desde que salió de casa esa noche. Y luego de escuchar lo que había dicho, se odió mucho, mucho más. No sólo no había hablado muy bien del chico que a ella más le importaba, sino que lo había dicho: si Frances era lo suficientemente inteligente (y lo era) iba a darse cuenta de que indirectamente le había confesado que le gustaba.

Ella no respondió. En realidad estaba pensando. Él sólo agachó la cabeza y se tapó la cara con las manos, en un acto reflejo que le producía la frustración. No sabía si intentar arreglar lo que había dicho o sólo mantenerse en silencio, sin agregar nada más. Intentó hablar.

 - Mira, yo, yo no quise... La verdad... Yo no... Lo siento. Soy un idiota. Lo sabes.

Ella siguió sin contestarle. Harry se puso aún más intranquilo: lo había arruinado todo. Cinco semanas escuchándola, dos hablándole... no eran mucho, pero era suficiente para él como para saber que, si había algo más difícil que su vida con Frances, era su vida sin Frances. De pronto, ella lo tomó de un hombro.

 - Mírame. –susurró en su oído.

Harry se dio vuelta, despacio, casi con miedo. Ella estaba muy cerca, inclinada, a apenas centímetros. Y lo miraba a los ojos, no con enojo ni decepción, sino con un brillo particular, un brillo que no otorgaba ninguna luz o reflejo.

 - ¿Te gusto? –preguntó inocente, con cierto dejo de emoción en su voz.

 - ...Sí. –no iba a mentir. No quería. En ese momento no importaba ni la amistad, ni el orgullo, ni nada más.

 - No tengo novio. –habló, apenas audible. Y Harry le creyó, porque era ella, y él creería en cualquier cosa que ella le dijera mirándolo a los ojos.

 - Ah, ¿no?

Ella movió ligeramente la cabeza.

 - A mí también me gustas.

No pudo creerlo. Procesó esas cinco palabras en su mente, buscando cuidadosamente algún posible doble sentido o malinterpretación, y no. Era cierto. Ella le correspondía. Su reina de los acordes le correspondía. Sentía que el corazón iba a saltarle del pecho en cualquier instante. Debía hacer algo.

 - Yo...

Un auto dobló la esquina, el primero que vieron pasar desde que salieron de la casa de Nick, y paró enfrente de donde estaban sentados. Era el taxi.

 - ...Tengo que irme. –completó, mientras se paraba y señalaba el coche amarillo.

 - Está bien. –respondió mientras se levantaba con él. Por supuesto que no estaba bien. No estaba bien interrumpir semejante momento.

Ambos se apresuraban al hablar:

 - ¿Tocarás mañana?

 - Claro que sí.

Él no iba a esperar hasta mañana: tenía que ser ahora. En menos de un segundo, la tomó suavemente de la cara y presionó sus labios contra los suyos.

 - Buenas noches, pequeña. –susurró antes de apartarse. Ella no dijo nada hasta que él subió al coche y se alejaron.

 - Buenas noches. –saludó a la nada.

Sí que eran buenas noches.

La Reina de los AcordesWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu