CAPITULO 12 QUINCE AÑOS DESPUÉS.

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María Alejandra pensaba lo mismo. ¿Cuánta sangre se derramaría para lograr que los militares salieran del poder? Hasta donde llegaría el sacrificio de tantas mujeres jóvenes como ella y no tan jóvenes como Alicia, Damaris Patricia, Byrdie, Marta Michelle, y Rhiannon. Quienes no vacilaron en dejar en cada entrenamiento un pedazo de su corazón y un jirón de su juventud.

Rhiannon se dirigió a la biblioteca. El casco que llevaba puesto le estaba salcochando la cabeza, y las palabras deslizadas en voz baja, grave e intensamente seductora, le retumbaban en el interior. No la habia olvidado, era un hecho tan cierto como una sombra en la pared.

Ian la siguió con la mirada. Edghill miró divertido a su hermano. Se llevaban siete años entre sí. Y sabía que era un romántico incurable. Se había fijado en la hermana más difícil del matriarcado Ainsworth.

—Hermano, todavía tristeando por la dama de acero del clan Ainsworth. —movió la cabeza. —Ni me digas, tu expresión es tan reveladora, solo que tendrás que esperar sentado que te corresponda.

—Se quien es el fantasma a que me enfrento. Un abogado millonario que se hizo rico trabajando para los grandes del crimen organizado. Con una mujer fatal y cabrona, que hacía que más de cuatro quisieran matarlo para quedarse con la plata y con ella.

—Y esa clase de mujer no te va. Lo sé, hermano. Nuestros destinos están en la mirada de una Ainsworth justiciera.

—Ardo por tenerla aunque sea una vez en mis brazos. —Confesó apasionado — La deseo desde que la conocí en Hong Kong, pero no para un desliz de una noche, quiero ver ese dulce rostro durmiendo a mi lado toda mi vida.

Quince años desde aquel evento en EL BARCO. Edghill conocio a Mary en el mismo evento que él, tenían igual tiempo de andar tras ella, ofreciéndole mi protección, cariño, amándola en silencio. Unos años hermosos, de los cuales tenían gratos recuerdos.

—No más de lo que deseo yo. Vamos a descansar, ha sido un dia pesado.

—Si, necesito tomar una ducha larga y tibia, para acostarme a descansar y felicitarme porque, una vez más vuelvo a ver al amor de mi vida.

Maryland confrontaba a su hermana, la conocía bien. Desde aquel desafortunado amorío platónico con Warren Evans se había convertido en una ermitaña.

—Ian sabe como descontrolarte, Rhia. —sonrió divertida al ver el rostro de su hermana, se había ruborizado pese al camuflaje.

No lo niego. Pase un mal rato en el trayecto de regreso, el casi encima de mi costado susurrándome cosas al oído.

—Puedo suponer qué fue lo que te murmuró al oído. Rhiannon, nunca me he metido en tu vida sentimental, siempre has sido tan autónoma como yo. Lo único que te pido es que borres de tu cabeza un hombre que solo existe en tu cabeza. El verdadero Warren Evans puede hacer que te aterrorices.

No era una blanca paloma, lo sé, para tener esa casa que tenia habia que hacer cosas que no eran del todo legales. —se acercó a la ventana desde donde se veía la impresionante ciudad de Panamá durante la noche. El área donde estaban era el que sería llamado Centro Bancario Internacional. Y coto de lucha del civilismo que se oponía al régimen militar. —No dudo que la cabrona que tenia al lado le exigia que le diera vida de reina.

—Y tu eres una reina, hermana. Reina de verdad, todas las Ainsworth lo somos. No necesitamos venderle el alma a nadie para tener lo que tenemos. Un matriarcado de casi cincuenta años.

—Historia de sacrificio, sangre, entrega y compromiso. Mamá y abuela nos educaron bien, para no ser alfombra de ningun hombre. Y no cualquiera nos sigue el paso. Nos educaron para ser pareja de un tipo de hombre que solo hay entre los Mc Allister.

LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKWhere stories live. Discover now