"Varamyr..." los árboles le volvieron a llamar, esta vez con más fuerza.

El cambiapieles notó como su nuca comenzaba a sudar mucho. Hacía calor; en la parte más fría del mundo hacía calor. Entre la sangre y ahora ese calor tan anormal se sentía cada vez más desconcertado. Su piel ardía a medida que sentía más calor; parecía como si lo estuviesen quemando vivo.

"Señor de Luz protégenos, pues la noche es oscura y alberga horrores..." escuchó decir tras de sí. Aquella voz no era como la anterior, era más clara, más real, y lo que más le inquietaba: era de una mujer.

Giró todo su cuerpo encontrándose con la mayor sorpresa de todo lo que había visto. Una gran hoguera se alzaba frente a él, y en el interior de ésta un hombre lloraba y gritaba mientras al otro lado una mujer vestida de rojo entonaba unos cánticos desconocidos para él. Es una bruja, ella ha provocado todo esto. Intentó adivinar quien era el pobre desgraciado que estaba sufriendo tanto. La voz le resultaba conocida; esa voz la había escuchado antes, y no hacía mucho tiempo. ¡Mance! ¡Por todos los dioses esa bruja está quemando a Mance! Se llevó una mano a la boca sorprendido. Observó detenidamente aquella horrible escena y se dió cuenta de que a lo lejos, en una gran plataforma, una mujer y un hombre permanecían inmóviles viendo como el Rey Más Allá del Muro moría. No consiguió distinguir muy bien quien era el hombre, pero sí la mujer. Vestida de blanco de los pies a la cabeza, con una capa de piel de oso cubriéndola para que no pasara frío y aquella trenza rubia que caía hasta su cadera: era Val. La chica observaba la escena inmóvil, como una estatua de sal, sin mostrar la más mínima expresión de dolor en su cara, como si quisiera ocultar lo que sentía. La habían coronado con un tocado de bronce que le hacía parecer una princesa. Debajo de ella, en la nieve, un chico que parecía ser más joven que ella, iba vestido todo de negro. Seguramente sería un cuervo, pero había una sensación en el interior de Varamyr que le decía que él era diferente a los demás.

El cielo se iba tiñendo de gris a medida que el fuego avanzaba. ¿Por qué Val no hace nada? ¿Por qué permite que le hagan esto a nuestro rey?, sus propios pensamientos le estaban haciendo rozar la locura. Todo aquello debía de ser un sueño, sí, tenía que serlo. En ocasiones, los cambiapieles solían tener sueños proféticos que les hacían ver cosas que ocurrirían en un futuro; pero él nunca había tenido un sueño de esos hasta aquel día.

Si aquel sueño se cumplía, y Mance iba a morir, ¿qué pasaría con Dalla? ¿Qué le ocurriría al hijo que llevaba en su interior? ¿Que harían Tormund y todos los demás? Y lo más importante, ¿por qué Val no hacía nada mientras ve como su rey arde? Quizás tenga miedo, o quizás no quiere parecer débil delante de todos esos cuervos. Decidió que ya había visto suficiente; tendría que volver al mundo de los vivos si quería advertir a Mance de lo que le sucedería. Se puso en marcha nuevamente por el bosque, dejando atrás la muerte y el dolor que había visto. Una gran duda no paraba de volar por la cabeza de Varamyr: si Val estaría en la muerte de Mance, ¿por qué Dalla no? Dalla era la esposa del Rey Más Allá del Muro, una mujer gentil y amable, que casi nunca tocaba un arma si no era necesario; todo lo contrario a su hermana Val. Si ella no estaba presente ese día, solo podía significar una cosa, Dalla también moriría. Un escalofrío volvió a él al imaginar el futuro de los Reyes Más Allá del Muro. Si no va a estar allí es porque morirá antes, y su hijo con ella... Corrientes de miedo hicieron que el cambiapieles se estremeciera imaginándose el cuerpo de Dalla mientras su hijo moría dentro. Tengo que advertírselo, soy el único que puedo hacerlo, pensó y comenzó lo más rápido que pudo a correr por el bosque. Tenía que despertarse, no podía quedarse dormido toda su vida.

Se apoyó en el tronco de un árbol intentado recobrar la respiración. Notó una sensación de vacío dentro de él, como si le faltara algo... como si faltara alguien. Había visto su muerte, la de Mance, qué harían con Val, pero todavía le faltaba Dalla. Ahora entendía por qué no despertaba: tenía que encontrarse con Dalla y ver qué la mataría.

The Price of BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora