LXII

919 77 2
                                        

Llegó junto a su novia a la tienda y, aunque ya era la hora, decidieron tardar un poquito más en abrir.
Ese día, por la mañana, solo le tocaba atender la tienda a Fina, así que sería igual que el día anterior.
Marta ayudándola de vez en cuando y la pelinegra contando las horas, los minutos y los segundos para irse al descanso.
Por eso iban a retrasar un poco la apertura, porque querían y porque podían.

-Buenos días, mi amor.- dijo la menor, abrazada a la cintura de la contraria. -Que casi no me has dicho nada desde que nos hemos levantado.

-Buenos días, preciosa.- contestó, dándole un piquito. -Es que estoy algo cansada.

-¿Por no haber podido dormir? ¿Le has estado dando muchas vueltas al tema de tu familia?

La mayor asintió sin pensarlo, ya que si lo hacía, probablemente le terminaría mintiendo.

-Bueno, mientras buscamos soluciones será mejor no agobiarmos. Tu repítete una y otra vez que encontraremos la salida.

-Todo se me hace muy cuesta para arriba, Fina. No sé por cuanto tiempo seguiré con la esperanza de que todo se arregle.

-¿Puedo intentar animarte?- preguntó, acariciando sus manos.

-No sé como...

-Fácil.- contestó, segura. -Está tarde, después del trabajo, tú y yo a Madrid. Tú intenta que salgamos antes de la tienda, yo me encargo del resto.

-¿Tienes una sorpresa para mí?- preguntó, como si de una niña pequeña se tratase.

-Puede ser.

-Dame una pista, ¿Qué es?

-No, no, es sorpresa.

-No, dímelo.- insistió, agitando el brazo de su chica, quien negaba con la cabeza.

Marta no pudo insistir mucho más, pues fue Claudia quien interrumpió el momento. Entró a la tienda con una cara seria y cabizbaja, mirándolas de vez en cuando.

-¿Ocurre algo?

-He venido porque pensaba que solo estaría Fina, pero aprovecharé que usted también está.- respondió.

Las dos amantes se miraron confusas, preguntándose que asunto tenían en común las tres. Pero no hizo falta pensar mucho para llegar al problema: Su relación.

-Quería decir que no tenéis porque temer por si lo digo u os denuncio.- dijo, gesticulando de más, nerviosa. -Entiendo que os amáis sin importar... Todo lo demás ,vaya. Y eso a mí me parece muy bonito.

-Ya sabía yo que no te molestaría.- respondió la pelinegra, abrazando fuertemente a su amiga.

-Perdón si te lo he hecho pasar mal, Fina.

Las dos dependientas se separaron y devolvieron las miradas a su jefa.

-Y perdón a usted también, Doña Marta.- se disculpó la menor, cabizbaja. -¿Puede perdonarme por cualquier cosa qué le haya molestado?

-No hay nada que perdonar, Claudia, fue a mí a quien se me fue la lengua.

-Bueno, yo insistí de más.- río Claudia.

-Bueno, eso ya no importa.- interrumpió Fina. -Lo que importa es que ahora estamos todas bien.

-Si, si, y si hay algo que pueda hacer por vosotras, me lo decís.

-Pues, la verdad es que si.- contestó la pelinegra con una sonrisilla. -¿Porqué no te quedas y me ayudas en la tienda?







^AMOR INFINITO^Where stories live. Discover now