DIECISÉIS16

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Mi pecho sube y baja lentamente, mi alma se siente en calma, estoy tan relajada como nunca lo había estado, por muy raro o exagerado que suene. Vemos una película de asesinos. No me quejo la verdad.

Por todo el rato estuvimos en silencio, comimos pizza y hamburguesas. Si seguía al paso de él,  estaría ganando unos kilitos más, todos los días hago ejercicio pero las reacciones son de inmediato cuando es malo. Su mano acaricia mi brazo lento y despacio, veo la unión de ambos, el color pálido de Dalí resalta junto a mi piel morena, somos diferentes en este aspecto y parece no tener problemas con ello. Es increíble como mucha gente hoy en día, todavía se preocupa por el color de piel, eso no dictamina a nadie, no dice nada de la persona, el carácter y su forma de ser, sí lo hacen,  pero el color no. Y la preferencia de los blancos sobre los negros, como les llaman; es una total estupidez.

Esa clase de gente es un asco.

—Dalí...

—¿Mmm?

—Háblame de tus pulseras— pido curiosa jugueteando con estos.

No hay ni un solo día en que no las use, es parte de su personalidad, tiene tantas que solo por así, es imposible contarlas. Estira su brazo con el que me acaricia para poderlo ver, colorido.

—Una compañera de salón me regaló una...— con su otra mano saca una pulsera —Aún conservo esta.

La tomé con cuidado para verla mejor, se ve vieja, casi sin color. Las piedritas de colores verdes y azules son acompañados por unas flores muy bonitas, en medio trae formado 'violinista.'

—Te ves bien con todas esas.

—Además, cada vez que iba a ferias de libros, las chicas o chicos me daban algunas dependiendo a qué autor o libro iba. Tengo de todo un poquito.

Deslizo los dedos por cada pulsera que tenía, todas muy diferentes, algunos brazaletes de metal,   la que más llamó mi atención fue una color rojo.

—Jules Bianchi— leí. Tenía algunas piedritas en forma de corazón.

—Es la que más me duele— dice bajito, casi nostálgico —¿Tú qué has hecho en mi ausencia?

Cambia de tema drástico.

—¿Por qué cambias de tema?

—No lo hago— responde sin quitar la mirada de la TV —Solo me parece poco interesante que hablemos de mis brazaletes. Quiero hablar de ti— me sonríe lindo.

Apoyo la cabeza en su hombro más relajada, no sé por qué la presencia de Dalí me transmite mucha energía y paz, además,  su cuerpo es muy suave, casi como un peluche de los mejores, a él no le importa. Más bien se deja hacer por mí.

—En el colegio cuando sacaba malas  notas, mi primer instinto era coger un galón de golosina e ir a quemar la casa a los profesores— confieso un poco avergonzada.

Me parecía absurdo que sacara mala puntuación cuando me pasaba días enteros estudiando los temas dados, llegué a pensar que los profesores me odiaban.

—Luego dicen que soy yo el vengativo— compara —Aunque defender tus derechos está bien, me gusta.

—¿Te gusta que tenga instinto asesino?

—Ajá, todos debemos tenerlo.

Quiero seguir hablando pero ver mi mano en su muslo muy cerca de ajá... bueno, de eso... hace que se me paralice el corazón. Estamos tan cerca que cualquier movimiento podemos quedar acostados en el sofá, tampoco es que me desagrade. La piel de Dalí emana un ardor profundo, llamativo y su aroma tan característico hace que de grandes respiraciones para disfrutarlo. Si mueve mi mano de cualquier manera voy a tocarlo, levanto la mirada hacia él para saber si está distraído, ve la película con profunda atención, la manzana de Adán que posee sube y baja lentamente.

El Arte De ConocerteWhere stories live. Discover now