El refugio de Kimiko.

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En los confines del bosque, en un momento marcado por la desesperación y la angustia, Kikyo, la sacerdotisa, enfrentaba una difícil decisión. Con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado por el peso de su carga, comprendió que su hija, Kimiko, no podía seguir a su lado si quería protegerla del mal que acechaba.
Con un nudo en la garganta, Kikyo llevó a su pequeña hija hasta un majestuoso cerezo, donde la depositó con delicadeza bajo sus ramas protectoras. El llanto desgarrador de la bebé resonaba en el aire, entremezclándose con los sollozos de su madre. Era un sacrificio doloroso pero necesario para mantener a salvo a su pequeña Kimiko de las garras de Naraku y su malévola influencia sobre la Perla de Shikon.
Kikyo se alejó, con el corazón hecho pedazos, antes de que alguien pudiera descubrir su presencia. La bebé seguía llorando desconsoladamente, hasta que un alma bondadosa, guiada por el eco de su llanto, la encontró. Con ternura infinita, aquel ser anónimo alzó a la pequeña en sus brazos, prometiéndole protección y amor.

—aquí estarás a salvo pequeña... —descubrió entre las mantas que envolvían a una pequeña criatura abandonada, un pequeño mensaje escrito con tinta y lágrimas: "Si por alguna gracia del destino te topas con mi hija, te imploro que la cuides como si fuera tu propia luz. Es solo una pequeña criatura indefensa que necesita el cobijo de un corazón compasivo. Que la ternura de tu alma sea su refugio, y que el nombre que le di, Kimiko, resuene en tus pensamientos como un recordatorio de su fragilidad y su inocencia" La nota, una vez leída, parecía contener el eco de un suspiro maternal, el anhelo de una madre desgarrada por la necesidad de proteger a su pequeña. Sin más palabras que añadir, el desconocido la contempló con una mirada que parecía atravesar las capas de tiempo y dolor acumulado. En aquel gesto de compasión, se reflejaba una ternura profunda, como si entendiera el peso de aquellas simples palabras y el amor desbordante que las había inspirado.

— Kimiko, tienes un bello nombre... no te preocupes, yo te cuidare de ahora en adelante.—Con una sonrisa tierna y llena de significado, el misterioso ser acunó a la pequeña Kimiko entre sus brazos, prometiéndole con su gesto protector que, a partir de ese momento, ella no estaría sola


—Con una sonrisa tierna y llena de significado, el misterioso ser acunó a la pequeña Kimiko entre sus brazos, prometiéndole con su gesto protector que, a partir de ese momento, ella no estaría sola

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