—Haz lo que quieras, pero no voy a venir.

Nos mantenemos en silencio, mi odio a estas fechas es porque mi madre falleció hace dos años, yo estaba con unas amigas celebrando la entrada de Año Nuevo cuando recibí una llamada de mi tía, un infarto fulminante se la había llevado. No pude despedirme de ella, ni siquiera le dije mi último te quiero, a partir de ese momento, odié las fiestas navideñas y hoy en día lo sigo haciendo. No era justo que mi madre se fuera así, una mujer supuestamente sana que una noche su corazón dijo basta. Sin darme cuenta una lágrima cae por mi mejilla y me limpio rápido.

—Perdona —susurra Rus apoyando su cabeza en mi hombro.

—Sé qué se me pasará algún día, sin embargo, ahora mismo no puedo. No fue justo.

—Lo sé, cariño —acaricia mi mano mientras sigue apoyada en mi hombro.

El timbre suena y es ella quien se levanta a recoger el sushi y pagar mientras yo intento que los recuerdos de aquella noche no vuelvan.

Entra después de pagarle al repartidor y va a la cocina donde dispone de todo para empezar a comer.

–Este sushi está de muerte–afirma Rus dando el primer mordisco.

—La verdad es que lo preparan muy bien —reconozco.

—Me indicas que tienes diciembre completo, ¿los demás meses?

—Tengo algo, de todas formas, sabes que siempre colaboro con la estación de esquí si no tengo mis propios clientes y también con otros compañeros.

—¿Me llamarás? —pregunta poniendo morritos.

—A ver, Rusli, que todos los años es lo mismo, me voy a trabajar, seguiremos hablando por WhatsApp, dramática.

—Estos meses sin ti van a ser una agonía —dice con dramatismo, para después comenzar a reír.

—Eres gilipollas —protesto lanzándole el paño de la cocina.

Terminamos de comer y recogemos todo. Compruebo que dejo todo apagado, incluso desconectar la nevera, ya que estará vacía y no puedo dejarla cerrada.

—Pues ya está todo listo —indica Rus.

—Espera, tengo que revisar que he desconectado la caldera y que he cerrado la llave de paso.

—Está todo —afirma Ruslana agarrándome del brazo.

—Déjame revisarlo.

—Si te dejo revisar eso, querrás volver a empezar y al final saldrás de aquí tarde y llegarás ya de noche a Andorra. No te preocupes, vendré en unos días y volveré a comprobar que tu casa no se ha inundado —indica sonriendo.

Suspiro porque sé que mi amiga tiene razón, muchas veces me obsesiono con las cosas y es como si las hiciera en un bucle.

Ruslana me abraza y nos despedimos como si me marchara a un país del este de Europa obligada para ser sometida a esclavitud, cuando voy voluntariamente a trabajar a otro país que está a apenas a unas horas de España.

Me monto en mi furgoneta Volkswagen y busco la dirección del apartamento que alquilo en Andorra, el GPS me marca que en tres horas estaré en mi destino. Empieza una temporada de esquí que espero que sea como las últimas, donde el trabajo no me ha faltado y he podido reducir la hipoteca de mi casa.

❤️⭐️❤️⭐️

Ya me he instalado en mi apartamento, abro mi agenda en la tablet y compruebo las reservas que tengo, y las horas que tienen contratadas.

Kivi- One shots Where stories live. Discover now