Cuándo recuperó la razón, me descubro de pie en mitad de la piscina. Con la blusa pegada al cuerpo por el agua, gracias al cielo es de noche y nadie puede ver mi sujetador a través de la húmeda camiseta blanca que llevo puesta. Todas las miradas están sobre mí, y a un lado mío: el estúpido de Cristian.

La ropa mojada me impide moverme con agilidad para salir, aún así, intento ser lo más rápida que puedo, no me gusta ser el cetro de atención y menos de esta manera. Cada paso me pesa y me empiezan a  tiritar los dientes. La furia, la vergüenza y el frío me hacen temblar, si no hiciera tanto frío, tal vez me pondría roja como un tomate, pero dudo mucho que el clima me permita tomar ese color en este momento.

Llegó a la orilla e intento salir. No puedo. ¡Mierda! En este momento me gustaría ser más atlética, o al menos conocer un poco más de la estructura de las piscinas. Me cojo del bordillo y doy un pequeño brinquito, me levanto lo suficiente para asomar mis hombros por encima del borde y luego, mi peso me arrastra de nuevo hacia adentro. Hago el intento una vez más, pero no logro salir. Siento como las personas me siguen mirando y cada vez me encuentro más ridícula.

Debí haber caminado hacia la escalera, obviamente el peso de la ropa y la delgadez de mis brazos, no me permiten levantarme por encima del borde de la piscina. ¡Qué vergüenza! Deseo desaparecer... ¿Qué no podría dejar de convertirme en una ridícula andante?
Odio a ese tal Carlos o Cristian o como quiera que se llame... Tan borracho y mira... ya salió de la piscina.

Me doy media vuelta y me quedo evaluando mi situación. Puedo intentar salir una vez más, puedo caminar de nuevo, esta vez hacia la escalera o puedo dejarme ir y ahogarme de una vez por todas. Creo que voy a elegir la última.

—¿Te ayudo?

Alzo la mirada, la verdad no quiero que nadie me ayude. Pero ya he hecho suficiente ridículo por hoy y, seamos sinceras, no puedo dejarme morir dentro de esta piscina. Estiro el brazo para recibir la ayuda. Doy un brinco y con la mano que me queda libre me impulso.

Y así, en un acto de heroísmo, la hermosa pelirroja  que me había intentado salvar de las garras de su borracho amigo, queda tan empapada como yo. Arrastrada por mi peso, va a dar de cabeza directa con el agua helada.

Cae y se gira para, con gracia, quedar de pie a mi lado. El agua le cubre hasta abajo del pecho y yo no puedo evitar mirar la exquisita escena que se pinta ante mis ojos.

No lleva sujetador y su vestido se ha vuelto transparente con el agua. Sus pezones excitados se endurecen bajo el frío de la noche y sus pechos, como dos hermosas montañas, se comienzan a mover, justo a mi lado, de un lado para el otro. La hermosa Pelirroja que tengo por heroína fracasada se ha puesto a bailar de nuevo, mojada, con los brazos al aire y ciñendo su cuerpo contra el mío.

Sus hermosas curvas se mueven de un lado a otro, en una danza sensual al ritmo de la música, describiendo círculos perfectos con cada parte de su cuerpo. Haciendo que mis manos instintivamente se muevan hacia sus caderas.

La toco y noto su piel firme, delicada y sensual. Pone una de sus manos sobre la mía y la guía despacio hacia arriba, guiando mis dedos alrededor de uno de sus pezones erectos. Sus ojos están cerrados, creo que también ha bebido demasiado. Sé que me arrepentiré de ésto pero creo que debería sacarla de la piscina de inmediato.

–Creo que tenemos que salir de aquí... hace frio y estamos vestidas...

–Shhh... —susurra y pone su dedo índice sobre mi boca, haciendo la señal de silencio. Lo deja ahí durante unos segundos y en verdad me tiene embelesada. La admiro. Aún en ese estado es hermosa.

Rodeo su muñeca con mi mano e intentó retirarla de mi boca. Deseo que mi lado racional guarde silencio, deseo dejarme llevar por las sensaciones, la droga dentro de mi sistema intenta apoderarse de mi parte racional, pero el frío hace que mi cerebro vuelva a entrar en funcionamiento.

Kivi- One shots Where stories live. Discover now