O9 ┇ 아홉

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Desde aquella noche, donde Tzuyu lloró en brazos de Sana y después de haber escuchado que la necesitaba, cambió, los pensamientos de Tzu cambiaron. Ahora más que nada, aunque fuera demasiado tarde, no quería alejarse de su amada. Así que esa misma mañana, volvió a la monotonía que tanto extrañaba la castaña, Tzuyu le hizo el desayuno, y le propuso irse de viaje, con la excusa de que sería la despedida de soltera, tan repentinamente al faltar unos días antes de la boda.

Se fueron sin saber que tal vez sería la verdadera despedida entre las dos.

—Ya tengo todo listo, TzuTzu— dijo Sana con su maleta hecha y con una gran sonrisa.

—Muy bien, bajemos el taxi no tarda en llegar —respondió verificando la hora en su teléfono celular.

Todo estaba listo, la reservación del vuelo, la del hotel donde se hospedarán y tomaron de libre elección, recorrer el lugar por si mismas.

Antes de todo, Tzu habló con Minnie, explicándole todo lo planeado. La joven peliazul se había convertido en la persona más cercana que tenía la mayor, a excepción de Sana, pero esta no sabía de su condición o eso creía.

—Vamos, Sana, o te perderás— dijo la pelinegra, el aeropuerto, estaba lleno por la fecha, y apenas si se podía caminar.

Sana asintió, y le agarró una mano a Tzuyu, está al sentir la calidez y suavidad de la mano de la castaña, la miró, y le dio una sonrisa. Terminaron entrelazando sus dedos. Tzuyu no quería soltarla nunca más, se dio cuenta que había desperdiciado su valioso tiempo, tratando de complacer a su amada, para que sonriera, para no verla triste, se dio cuenta que lo único que tenía que hacer es estar a su lado. Y lo supo porque desde que salieron de casa Sana no había borrado su característica sonrisa de su rostro.

Todo el transcurso del viaje no se soltaron las manos, Sana sonreía y eso hacía feliz a la mayor. La más bajita hablaba de como le había ido en su última composición, pero Tzuyu no la escuchó del todo, sus pensamientos se desviaron a decirle a su compañera sobre su hereditaria enfermedad. Entonces imágenes de su amada, donde las lágrimas y sollozos sustituyen la risa de la castaña llegaron, trató de desvanecer todo aquello aunque fuese difícil, y se planteó que disfrutaría hasta el último día que le permitan estar con Sana.

—¿Tzu, me escuchas?— la nombrada prestó atención al sentir aquella calidez alejarse de su mano.

—Sí, si Sana, te escucho— la miró.

—¿Te sientes mal? Estás pálida— dijo Sana llevando su mano a una mejilla de la contraria.

—Estoy bien. Es solo el viaje, no estoy acostumbrada, son muchas horas— se excusó.

En total el vuelo duró nueve horas, directo, a la isla Honolulu capital de Hawaii. Al llegar a el hotel, Tzuyu demostró su habilidad en el idioma inglés, sorprendiendo a Sana, y esa no sería la única sorpresa.

—Es increíble, todo esto es hermoso— dijo Sana volviendo del balcón de la habitación —Gracias Tzu, siempre quise venir a este hermoso lugar.

—No hay de que, ahora ponte más hermosa de lo que eres, porque saldremos a recorrer el área— el brillo en los ojos de Sana causó en Tzuyu una sonrisa, le encantaba, le gustaba mucho cuando la menor de las dos no podía aguantarse su emoción.

Salieron de su habitación directo al área de la piscina, visitaron los restaurantes probando la exótica comida, pasaron a la discoteca dónde tomaron unos tragos para finalizar caminando descalzas por la orilla de playa. Sus pies mojados por las tranquilas olas, las brisas era algo fría a esas horas de la noche. Pero sus manos estaban cálidas al igual que sus corazones cuando estaban juntas.

—Tzu, ¿serás feliz si yo me caso?— preguntó Sana.

—Si tu eres feliz, yo soy feliz— respondió.

La de cabello castaño miró el horizonte donde la luz de la luna se reflejaba en el mar.

—Yo quiero que tu seas feliz también— Sana se detuvo apretándole la mano— Q-Quiero que…— luchó para que su voz no se quebrara y terminara rompiendo en llanto.

Tzuyu al darse cuenta la atrajo en un abrazo.

—Ya te lo dije, me hace feliz que tu lo seas.

—Pero me voy a casar, me iré… ¿cómo podrás ser feliz si no sabes como me siento?

Aquello puso en dudas a la mayor.

—Vayamos al hotel, está haciendo más frío— pasando su brazo por los hombros de Sana la guio a caminar de vuelta a su habitación.

Una vez dentro de la cálida habitación Sana soltó a llorar, alarmando a la pelinegra.

—¿Qué sucede?— preguntó la mayor.

Sana se abalanzó a Tzuyu, enterrando su rostro en su pecho.

—No quiero que te vayas— pronunció apenas entendible debido a las lágrimas. Y que el solo saber que no volvería a ver, sentir u oler a Tzuyu le destrozaba el alma.

—Ya te dije que no me iré— trató de calmarla. Aunque sabía que era mentira, se iría quiera o no. Porque el ciclo de vida de Tzuyu fue defectuoso y su hora de partida se había adelantado.

Sana dejó de llorar después de un rato en brazos de la mayor. Ambas terminaron por cambiarse de ropa para ir a dormir. Compartían una sola cama, como solían hacerlo.

A la castaña estar apegada a Tzuyu protegiéndola con sus brazos, porque si bien, la mayor era la pelinegra, Sana siempre era la que se encargaba de proteger a su compañera. Así que esperó a que la mayor se recostara en su pecho para rodearla con sus brazos, dejándola escuchar los latidos de su corazón.

—¿No puedes dormir?— preguntó Sana al sentir como la pelinegra se removía.

—No quiero cerrar los ojos— Sana se levantó un poco para mirarle el rostro que era iluminado por la luz de la luna que se colaba por la ventana.

—¿Tienes miedo?— cuestionó la menor viendo a Tzuyu asentir. Sus ojos brillaban como nunca antes. —No quiero que tengas miedo, no cuando estés conmigo— dicho eso Sana se acercó a dar un beso en la mejilla.

Esa acción hizo que la piel de Tzuyu se erizara. Llevó una mano a la mejilla de la castaña mirando sus facciones.

—¿Quieres besarme?— se atrevió Sana a decir.

—Estás comprometida, eso sería malo— susurró la mayor.

—Por favor, mientras estemos aquí olvida mi compromiso— habló bajo, como si no quisiera que alguien más la escuchara.

Tzuyu solo pudo asentir antes de ver como Sana se acercó y tomaba sus labios en un beso. No correspondido al principio pero después se dejó llevar y movió sus labios, sus manos abrazaron los hombros de la menor fuertemente.

—Quiero que hagamos el amor, aquí y ahora— la petición de Sana hizo latir desenfrenado el corazón de la pelinegra.

La respuesta fue unir nuevamente sus labios ¿Hace cuanto no se besaban? No lo sabía exactamente pero ahora lo disfrutaría, los volvería a sentir y a grabar para nunca olvidarlos.

Los sentimientos salieron a flote. Cada una se entregó en cuerpo pero sobre todo en alma. Esa noche sería la primera y última vez que ambas podrían unirse en un solo ser.

Las manos y labios de Sana recorrían cada rincón de Tzuyu. Tocando, saboreando, deleitándose con la persona a quien amará por siempre. Tzuyu en cambio disfruto de las caricias de su único amor y así como le entregó amor quiso devolverle, no siendo ella única que se sintiera verdaderamente querida.

Hicieron el amor una y otra vez, parecía que ninguna se cansaba, ninguna quería dejar de sentir a la otra. Lágrimas de felicidad como de tristeza se mezclaban. Sollozos y gemidos se unían en una sola habitación.

La luna fue el único testigo de su incondicional amor, uno que perduraría más allá de la muerte.

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⏰ Dernière mise à jour : May 11 ⏰

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𝐇𝐀𝐏𝐏𝐘 𝐄𝐍𝐃𝐈𝐍𝐆 ┇「 𝐒𝐀𝐓𝐙𝐔 」Où les histoires vivent. Découvrez maintenant