Capítulo 6: Trocco, yo y mi otro yo

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En la sala de reuniones del palacio presidencial, Pinica se encontraba en medio de una tensa presentación frente a su hermano. Las diapositivas mostraban gráficos con flechas ascendentes y una cantidad de gráficos de pastel tan interminable que parecían una convención de Wac-Man. Con cada clic del mouse, la corta capacidad de concentración del líder supremo se veía cada vez más reducida. Trocco, con la mirada perdida en el infinito, bostezó y sacó un control remoto de su bolsillo.

—Qué aburrido, pongamos la tele —dijo, apuntando el control y cambiando la imagen a un programa donde unos personajes con peinados extravagantes gritaban y lanzaban rayos de colores—. ¡Mira, Pini! ¡Ese tipo mientras más se enoja, más fuerte se vuelve!

Pinica, sacando otro control remoto, volvió a poner los gráficos de estadísticas en la pantalla.

—Trocco, esto es serio. Mira estas cifras —insistió, señalando unos números alarmantes—. Las alabanzas al líder supremo se han reducido al 40%, mientras que los atentados han aumentado a un 90% los últimos días. Tenemos que hacer algo al respecto.

Trocco se rascó la cabeza, tratando de pensar en una solución.

—Tienes razón, esos números son alarmantes. Tal vez es buen momento para crear el Día del Gran Líder. Imagina: desfiles, fuegos artificiales y ¡helado gratis para todos!... Bueno, mejor solo para mí.

—No me refería a eso... —murmuró Pinica, poniendo los ojos en blanco—. Tenemos que hacer algo con el aumento de los ataques.

—Qué exagerada, Pinica —contestó su hermano, levantándose de su asiento—. No ha habido ataques a mi persona por lo menos en las últimas cuarenta y ocho horas.

En ese instante, un disparo entró por la ventana, atravesando el asiento del que se había levantado Trocco. Pinica, levantando una ceja, replicó sagazmente:

—¿Y bien? ¿No es un problema entonces?

—Pfff, eso no fue un atentado. Más bien una advertencia —minimizó el.

A continuación, las puertas de la sala se abrieron de par en par y una pequeña figura entró con un misterioso bulto cubierto por un velo blanco. Era Pittz, quien venía con el mismo optimismo de alguien que está a punto de anunciar que va a casarse sin conocer las consecuencias.

—¡Su excelentísima eminencia! —exclamó Pittz con su voz de preadolescente—. Traigo algo que arreglará su problema de atentados.

Mini Pinica salió en ese momento del bolsillo de Trocco y miró con curiosidad el manto blanco.

—¿Un fantasma? —preguntó ella.

—Nop, no es un fantasma. Es algo tangible —respondió el científico.

—No seas ridícula mini yo —replicó Trocco—. Debe ser algún tipo de... ¡fantasma tangible!

—¡Que no es un fantasma! —aclaró Pittz.

—¿Es algún tipo de zombi? ¿O tal vez una momia? —preguntó Pinica, tratando de ver debajo del velo.

—¡No! ¿Están obsesionados con los muertos o qué? —respondió el infante, tomando la manta por debajo—. Lo que tengo aquí es: ¡el Clon 2.0!

Con un movimiento dramático, Pittz retiró el velo, revelando una criatura similar a Trocco, pero un poco más baja, más fea, con los brazos asimétricos y una pequeña joroba. El clon parpadeó lentamente, se hurgó la nariz y le ofreció el dedo a Pinica, quien retrocedió asqueada.

—Dijiste que no era un zombi —inquirió Trocco, observando detenidamente al extraño ser.

—¡Y no lo es! —respondió Pittz—. Es un clon de su excelentísima persona, señor. He mejorado el proceso de clonación desde la vez pasada y obtuve este doble para que lo reemplace en eventos públicos y así no corra riesgos, su maximinencia.

Tiranizame DespacioWhere stories live. Discover now