Capítulo 7: Todos los perros se van a Choba

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En la sala de reuniones del palacio presidencial de Choba del Norte, Pinica se encontraba en medio de una tensa presentación frente a su hermano. Las diapositivas mostraban gráficos con flechas descendentes y gráficos de pastel que parecían más bien quesos mordisqueados. Con cada clic del mouse, las gráficas en la pantalla se volvían más y más desalentadoras.

—Cómo puedes ver, querido hermano, la lealtad del pueblo hacia tu persona ha caído a un mísero 10% —concluyó Pinica, señalando la minúscula porción roja en el gráfico.

Trocco se tomó el mentón, frunciendo el ceño.

—Hmmm... esto no me gusta nada. Quiere decir que estamos fallando en una de las principales prioridades del país.

Pinica hojeó rápidamente su libreta, tratando de encontrar sus apuntes.

—Ajá, te refieres a...

—Así es, ¡propaganda! —interrumpió Trocco.

—Claro, es justo lo que iba a decir... —dijo Pinica, arrancando disimuladamente la hoja que estaba viendo.

—No podemos ser la mejor nación del mundo sin una buena campaña de propaganda. Debemos pensar en una nueva manera de mejorar la opinión pública.

Pinica se rascó la cabeza, pensativa.

—Qué te parece... ¡si creamos un nuevo medio de comunicación! —sugirió ella.

—Eso es ridículo —respondió el líder supremo, reclinándose en su silla con una expresión que lo hacía parecer más estreñido que reflexivo—. Quizás podríamos intentar crear una canción pegajosa que hable bien del gobierno. O mejor aún, ¡podríamos declarar ilegal no quererme!

En ese preciso momento, Pittz irrumpió en la oficina, agitando algo en el aire.

—¡Su Excelencia, tengo la solución perfecta! —exclamó Pittz, saltando de emoción. En sus manos sostenía un par de gafas futuristas que parecían sacadas de una película de ciencia ficción de bajo presupuesto.

Trocco arqueó una ceja, mirando al pequeño científico con escepticismo.

—¿Qué es eso, Pittz? Espero que no sea otro de tus inventos fallidos, como el cepillo de dientes con lanzallamas incorporado.

Pittz se rió nerviosamente, recordando el incidente en el que casi chamuscó las cejas de Trocco.

—No, no, mi líder. Permítame presentarle las Gafas de Realidad Aumentada Ichob Vision Pro —dijo, sosteniendo su invento con orgullo—. Estas maravillas utilizan la realidad aumentada para realizar tareas de navegación, usar aplicaciones y muchas cosas más.

Trocco recibió las gafas virtuales de parte de Pittz, sorprendido por su exagerado tamaño.

—¿Y qué se supone que haga con este ladrillo? —preguntó, examinando el aparato con curiosidad.

El pequeño científico ayudó a Trocco a acomodarse las gafas y activarlas.

—El plan es que la gente las use para hacer tareas cotidianas, como organizarse, entretenerse y comunicarse —explicó Pittz—. Y así, mientras estén idiotizados viendo videos de Toktok, aparecerán entremezcladas imágenes y noticias positivas del gobierno.

—O sea, ¿estás sugiriendo que usemos estas gafas como un nuevo medio de comunicación para lavarle el cerebro a la gente y que cambie su opinión sobre el gobierno? —preguntó Pinica.

—Yo no diría "lavar el cerebro", esa es una expresión muy fea —se excusó Pittz—. Más bien diría que es un "enjuague de imagen".

—Interesante —murmuró Trocco, mientras movía los brazos, interactuando con elementos virtuales—. Me gusta tu idea, pequeño Pittz, aunque este aparato es bastante pesado. Es más, siento que me va a quebrar el cuello en cualquier momento.

Tiranizame DespacioWhere stories live. Discover now