Capítulo 3: La Provincia Secreta

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En una tempranísima mañana en el palacio presidencial de Choba del Norte, tal cual se acostumbraba todos los días 7 de cada mes a las 7 de la 'madrugada', se daba lugar a una reunión de gabinete. El gran líder supremo Trocco y su grupo de ministros se encontraban en un mesón largo dentro de un salón lleno de guardias, dispuestos a discutir los temas importantes pertinentes a la nación.

Trocco, quien aún no se acostumbraba al horario de estas reuniones bamboleaba su cabeza de arriba abajo en un ir y venir pasando de la vigilia al sueño, siendo cada tanto alertado por la pata de Basilik que lo golpeaba cada vez que el mandatario cerraba los parpados.

—Bien señores —alzó la voz el ministro de economía—. Es menester discutir el día de hoy los nuevos cambios presupue...

Trocco comenzó a roncar boca abierta ante la sorpresa de los asistentes.

—¡Ajum! —despejó su garganta el ministro en un intento que Trocco espabile—. Los cambios presupuestarios tendrán...

Trocco comenzó a roncar aún más fuerte, con una visible burbuja de mocos en su nariz.

—¡LOS CAMBIOS PRESUPUESTARIOS TENDRAN...!

Trocco roncó incluso aún más fuerte, provocando un temblor en el salón. Los ministros cayeron de sus asientos mientras la burbuja de Trocco se reventó, despertándolo.

—¿Quién fue el insolente que está haciendo ese ruido infernal? —se quejó—. Estaba en un sueño placido donde paseaba por un alegre campo de flores con animales del bosque que cantaban una hermosa melodía mientras danzaban.

—Su excelencia —comentó temeroso el ministro de educación—. Fueron sus propios ronquidos que lo despertaron.

—¿Ronquidos? Eso explica por qué la melodía me sonaba como motosierras.

—Su magnificencia —dijo el ministro de economía—. Debemos discutir el día de hoy el aumento que quiere implementar en los presupuestos en defensa.

Trocco volvió a dormirse al instante en frente de los ojos del funcionario.

—Está bien —dijo resignado el ministro—. Hablemos entonces de la inauguración de la nueva plaza Trocco Maraz.

El líder supremo abrió los ojos y puso semblante serio. El ministro sonrió, sabiendo que tenía su atención y agregó:

—Hay mucha gente protestando en contra de esa plaza, dicen que la estatua de oro solido es un gasto innecesario.

Trocco amagó con dormirse nuevamente pero se le ocurrió una idea que en su opinión era demasiado brillante como para no decirla.

—Señores ministros, es hora de prohibir las protestas de una vez por todas antes de que desestabilicen mi gobierno ¿Qué les parece? ¿Genial no?

—Disculpe excelencia, prohibir las protestas va contra la constitución —acotaba otro ministro.

—Oh, no se preocupe, prohibiré que me prohíban prohibir las protestas y listo —dijo Trocco satisfecho.

Todos los presentes lo miraban consternados sin atreverse a contradecirlo.

Además de los ministros en el salón también acompañaban al líder supremo 21 guardias, tres veces el número normal. Resulta que después del atentado contra el líder supremo éste ordenó incrementar el personal de seguridad en el palacio, dejando como resultado un salón apiñado de gente y con poco oxigeno el cual poco a poco era consumido por la verborrea de Trocco y sus ministros.

—Disculpe, necesito salir a tomar aire —le susurró con voz aguda un soldado de baja estatura a su superior, mostrando evidente mareo.

—No puedes, espera a que termine la reunión —respondió en seco mirando hacia al frente.

Tiranizame DespacioWhere stories live. Discover now