Capítulo veintitrés.

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Alegre

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Alegre.

Desperté bruscamente debido al estruendo provocado por lo que parecía  vidrio quebrandose. Observé la habitación, alarmada, pero lo único que logré divisar en la oscuridad que me rodeaba fue un jarrón que yacía destrosado en el suelo, junto a mi malcriado amigo.

—¡Bobby!—le regañé, acercandome con pasos torpes.

Revisé cuidadosamente la piel descubierta de su estómago para asegurarme de que no estuviera cortada. Luego de eso, me tomé el tiempo de recoger minuciosamente cada trozo de cristal roto. Di vueltas por la penumbra de mi habitación, aburrida e intranquila; según los cálculos imaginarios que realicé en mi cabeza, había estado dormida más de cinco horas, y a causa de eso, ahora estaba desvelada.

Eché un vistazo a la cama de Hanni—de donde provenían unos profundos ronquidos—y la idea de despertarla me cruzó la mente, pero la aparté al instante. Lo más probable era que se encontrara cansada por pasar el día en la piscina.

Suspiré, frotándome los ojos con frustración. Llevaba ya varios segundos sin hacer nada cuando me percaté de que aún traía puesto el bikini, así que lo cambié por un pijama más cómodo. Mi cuerpo se quejó por la fricción de la ropa contra mi piel ya un poco bronceada.

—Un baño no me vendría nada mal.—dije en voz baja.

Muy bien Alegre, sigue hablando sola; pero que no te sorprenda si vienen a buscarte los del manicomio.

Salí del cuarto para cerciorarme de que todos continuaban dormidos, y efectivamente, el salón estaba vacío. Estaba a punto de resignarme a volver, pero encontré con una luz prendida al final del pasillo, originaria del dormitorio de Alejandro. Tomé el hecho de que la puerta estaba entreabierta como una señal del destino y entré en el lugar.

Lo primero que vi fue al mentiroso sobre la cama, sin camisa y con la boca entreabierta. A su lado, la lamparita que decoraba la mesa de noche no había sido apagada. Me acerqué sin hacer ruido y descansé mi cuerpo contra el colchón.

Miré el techo por un largo rato, dudando de mi decisión; al final, me aplasté contra él, disfrutando de su adictivo aroma hasta que el sueño se apoderó de mi, consumiendome una vez más. 

                            ******
Acaricié el cabello de Alejandro con una mano, mientras que con la otra intentaba que el sol que entraba por la ventana no le diera en la cara. Minutos atrás, unos gruñidos me habían hecho volver a abrir los ojos. Me retorcí en los brazos del mentiroso, acomodandome para mirarlo.

No sabría explicar la agradable sensación que inundaba mi pecho cuando estaba a su lado, me ayudaba a comprender lo que éramos: dos personas que comenzaban a encontrarse a si mismos, dos seres perdidamente enamoradas.

En el instante en que logré entender la complejidad de su alma, comencé a amarlo. Era sencillo; frente a mis ojos la oscuridad lo estaba consumiendo desde adentro, sin embargo, por fuera se esforzaba en ser un impecable espejo que mostraba a los demás lo que ansiaban ver de él. Se reía a carcajadas cuando en realidad, no tenía ninguna razón para hacerlo. Alejandro era un lienzo en blanco, que esperaba ser pintado al gusto de alguien. Se esmeraba día y noche en contornear con sumo cuidado una sonrisa sobre sus labios, y aunque intentaba que pareciera real, yo siempre acababa viendo el dolor que esta escondía. Volvió su vida una mentira constante e interminable.....y se volvió un mentiroso profesional.

Le proporcioné un castro beso en los labios, haciéndolo sonreír.

—¿Podrías despertarme así todos los días, preciosa?.—me atrajo hacia él.

—Si mi hermano se entera de esto, nos matará a ambos.—bromié.

—Sería romántico, como Romeo y Julieta.

—Ellos mueren al final.

—Estoy dispuesto a morir por tu amor.—declaró, haciéndome reír.

—Ayer dejamos algo a medias.—me recordó con voz traviesa.

—No lo recuerdo bien.—me hice la tonta.

—Tendré que refrescarte la memoria.—acercó su rostro al mío para besarme.

Pero el destino no parecía estar a nuestro favor, y fui consiente de eso cuando unos golpes en la puerta nos detuvieron.

—¿Es en serio?.—suspiró Alejandro, tapándose la cara con la almohada.

—¡Alegre, abre la puerta ahora mismo, o lo haré yo de una patada!.—los gritos se escucharon con fuerza desde el pasillo.

—¿Ese no es tu hermano?.

—Eso creo.—fruncí el ceño, extrañada.

—¡Más te vale estar vestida, o juro que le saco los ojos a Alejandro!.

—¿Qué?.—el aludido me miró, confuso por la escena.

—¡ALEGRE!.—gritó con más fuerza.

—¡Que voy!.—dije exasperada, abriendo la puerta.—¿Se puede saber que pasa?.

—Eso te pregunto yo.—empezó a hablar, furioso.

Detrás de él, Oliver y Charlie observaban la escena con burla. Les pedí una explicación con la mirada pero ellos solo se escogieron de hombros, felices por mis desgracias.

—Vamos a calmarnos.—Alejandro salió en mi defensa.

—Tú cállate, pedófilo.—lo señaló con el dedo.

—¿Estás borracho?.—regunté, cuando no encontré ninguna otra excusa para su comportamiento.

—¡Claro que no!.—refunfuñó.

—¡Pues aclara esto de una vez!.—le exigí, como cuando éramos pequeños y se comía todos los caramelos él solo.

Respiró profundo, como si también estuviera harto de la situación—Fui a buscarte a tu habitación en la mañana para ver como te sentías, y resultó que no estabas ahí. Me asusté y llamé a los chicos para que me ayudarán a buscarte, pero no te encontramos en ninguna parte.—dirigió su atención a Alejandro, que se había mantenido al margen—¡Y mientras tanto, tú te aprovechabas de mí hermana!.

—Por eso lo de pedófilo.—soltó una risita sarcástica—Alegre no es una niña, bro.

—¡Me da igual! No tienes ningún derecho para dormir con ella.—escupió con rabia.

—Eso lo decide Alegre.

—Pero yo soy su hermano, mi deber es velar por su seguridad.

—Solo la estas sobreprotegiendo; ella es libre de escoger con quien estar. Y créeme, nunca haría nada que la incomode.

—Chicos, paren.—hablé, intentando mediar la discusión antes de que llegara a mayores.

—¿Sabes qué? Has lo que quieras, pero cuando te haga daño, no vengas llorando.—se dio la vuelta y salió completamente irritado de la habitación.

—Lo siento, no debí meterme, lo único que conseguí fue ocasionar más problemas.

—Debo hablar con Brandon.—fue lo que respondí—Hay una conversación que lleva demasiado tiempo pendiente, y creo que ya es hora de dejar de fingir.

Cambios.Where stories live. Discover now