— Si, los dejaste con la boca cerrada – dijo Ginny.

— Sólo dije la verdad – dijo él – me parece injusto que Potter no sepa nada de esto.

— A mi igual, no entiendo porque Dumbledore ha prohibido que le digamos – habló Ginny en un suspiro.

Privet Drive

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Privet Drive...

Entre las hortensias frente al número 4 de Privet Drive estaba Harry. Pensando sobre lo último acontecido antes de regresar donde sus molestos tíos. Era un verano demasiado caluroso.

— ¿Por qué no me has escrito, Ron? – susurró con desesperó – necesito saber apenas algo. Lo que sea si es posible.

El miope se preguntaba si su amigo se había olvidado de él acaso, Neville, Theo y Pansy seguían escribiéndole con regularidad, de hecho; Pansy Parkinson había viajado a Privet Drive sólo para darle un abrazo y felicitarlo por su cumpleaños, en el cual le había regalo un equipo de mantenimiento para Quidditch.

Neville le había enviado con ella un paquete de dulces directamente desde el callejón diagon y Theo le había enviado un anillo con un un "Harry Potter" escrito por dentro. Anillo que tuvo que esconder.

— Mejor voy al parque – dijo, cuando escuchó como Vernon lo insultaba al darse cuenta donde estaba acostado.

Llegando al parque se sentó en un columpio, estaba irritado, el regreso de Voldermort lo tenía así, no poder sacarse la imagen de Draco llorando desconsolado con el cuerpo de Digorry en brazos lo tenia asi, el dolor y miedo que sintió cuando Voldermort los hizo pelear a él y Draco, y les lanzó los crucios lo tiene asi.

— Bien hecho, Big D – habló alguien, era Duddley junto a sus amigos.

— ¿Mañana a la misma hora? – preguntó Duddley.

— En mi casa, mis padres no estarán – respondió Gordon, uno de sus amigos.

— Hasta mañana entonces – se despidió Duddley y los otros se fueron.

— ¡Hey, Big D! – inquirió Harry y su primo se volvió.

— Ah, eres tú – gruñó Duddley.

— ¿Desde cuándo te llaman « Big D » ? – preguntó Harry.

— Cállate – le dijo Duddley de mala gana y se dió la vuelta nuevamente.

— Que nombre tal absurdo – mencionó Harry, sonriendo y llendose al lado de él – aunque, para mí siempre serás « cachorrito ».

— ¡He dicho que te calles, Potter! – exclamó Duddley, cerrando los puños.

— ¿No saben tus amigos que ella te llama así? – preguntó Potter.

— Cierra el pico, Potter – amenazó.

— A ella nunca le dices que cierre el pico, ¿qué me dices de « peoncita » o « muñequito precioso »? – Harry sonrió aún más cuando vio el rostro de enojo de Duddley – ¿puedo usarlos?

El esfuerzo que Duddley estaba ejerciendo en si mismo para no golpear a Harry era muy exagerado, por no decir bastante.

— ¿A quién golpearon hoy? – preguntó Potter – ¿a otro niño de diez años?

— Se lo merecía – gruñó Duddley.

— ¿Ah, si?

— Me contestó mal – respondió.

— ¿En serio? – preguntó Harry fingiendo sorpresa y en tono sarcástico prosiguió – ¿qué te dijo?, ¿qué pareces un cerdo al que han enseñado a caminar sobre las patas traseras? Porque eso no es nada mal, Dud. Eso es decir la verdad.

La vena en la frente de Duddley se podía notar a leguas y a Harry le causó satisfacción.

— Te creés mayor que yo porque llevas esa cosa ¿verdad? – dijo Duddley unos minutos después.

— ¿Qué cosa?

— Eso que llevas escondido siempre – señaló el pantalón de Harry y éste sonrió aún más.

— Oh, te refieres a mí varita – mencionó y sacó su varita mágica mostrándosela y el contrario retrocedió – ¿te asusta mi varita, Dud?, ¿a qué si, verdad?

— Tienes prohibido usarla – dijo Duddley.

— ¿Cómo sabes si las reglas no han cambiado, Dud? – preguntó Harry maliciosamente.

— No las han cambiado, lo sé – aseguró.

Potter estaba molesto, demasiado

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Potter estaba molesto, demasiado.

— ¡Te escuché anoche y las demás anteriores! – gritó Duddley y con sorna dijo – no, no mates a Cedric, Draco, Draco sufrirá, no Draco. No llores Draco. Yo te amo Draco, vamos no llores. ¿Quién es Draco?, ¿tú novio?

— ¡Cállate! – gritó Potter esta vez – ¡no te importa quien es Draco a nadie le debe de importar!

— Ven papá, mamá ayúdame, ayúdennos, por favor, mató a Cedric y nos va a matar a nosotros – siguió Duddley imitando a Harry y el miope sin más puso su varita en la mandíbula de éste – ¡aleja esa cosa de mi!

— No vuelvas a decir nada de eso – amenazó – ¿me has entendido, Duddley?

— ¿Por qué tendría que hacer..? – Duddley se vio interrumpido cuando un ambiente frío y oscuro los cubrió, el cielo se volvió negro – ¿qué hiciste, Potter?

— No hice nada, te lo juro – dijo Harry.

Un viento demasiado fuerte los cubrió y entoces, la lluvia empezó, ambos se fueron corriendo hasta llegar a un pequeño túnel, y dos criaturas que Harry conocía muy bien se posicionaron frente a ellos; dementores.

— ¡Duddley, corre! – gritó y el otro le hizo caso, pero no llegó muy lejos pues se resbaló y el dementor lo empezó a atacar al igual que a Harry.

Potter tomó su varita, la alzó y dijo:

— ¡Expecto patronum! – pero un leve humo salió de la varita, no estaba concentrado – vamos, concéntrate Harry – pensó – ¡Expecto patronum!

Pero nuevamente salió humo, diciéndolo una última vez un ciervo salió de la punta de su varita y los dementores se alejaron. Duddley se mantenía en el suelo con la boca abierta y los ojos perdidos en la nada.

— Duddley, vamos, reacciona! – dijo dando palmadas en el rostro rechoncho.

La señora Figg, la vecina vieja y chiflada, apareció jadeando.

El canoso cabello se le había salido de la redecilla, y llevaba una cesta de la compra, que hacía un ruido metálico, colgada de la muñeca y los pies medio fuera de las zapatillas de gruesa tela de cuadros escoceses. Harry se apresuró a esconder su varita mágica, pero…

— ¡No guardes eso, necio! – le gritó –  ¿Y si hay alguno más suelto por aquí? ¡Oh, voy a matar a Mundungus Fletcher!

¿Qué…?

Los Elegidos  || Harco Where stories live. Discover now