I. Los Planes De Hiroshi

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El mensajero caminaba junto al soldado por un largo pasillo. Se detienen en la puerta de la sala donde Hiroshi y Yasuko desayunaban. El hombre con anteojos y barba gruesa los miró con una ceja alzada.

-¿Qué necesita soldado? —le pregunto Hiroshi.

—Su majestad, este hombre es el mensajero del Reino Fuego —señaló el soldado a un hombre bajo y delgado, parecía nervioso. Hiroshi se levantó y se acercó donde él hombre. Tomó la carta entre sus manos y sonrió.

—No puedo creerlo, es una carta del señor del fuego Izumi —le dijo a su esposa, esta la miró —. Debe ser la respuesta —abrió la carta frente al mensajero y la leyó, volvió a sonreír —. Lo sabía, aceptaron nuestra invitación, será la próxima semana —guardo la carta y miro al hombre —. Comuniquele que la estaremos esperando —el mensajero asintió y salió junto con el soldado, Hiroshi volvió a su asiento con una gran sonrisa.

—Yo no estoy segura de esto, cariño, nuestra hija no le va a gustar —le dijo Yasuko algo afligida.

—No tiene que gustarle, solo tiene que aceptarlo, ella es nuestra heredera, será la Reina de todo esto.

—Pero puede ser Reina sin una unión —insistió su mujer.

—No la tomarían en cuneta, no tendría respeto, esta unión la va a favorecer —le dijo Hiroshi —. Hablando de ella. ¿Donde esta? —miro a las sirvientas, las dos mujeres se miraron.

—La señorita salio muy temprano con Opal —le dijo una de las sirvientas de mayor edad.

—¿Donde fue?

...

La chica de ojos color esmeralda le dio un gran mordisco a una manzana roja, la saboreo.

—Esta riquísima —le dijo a la vendedora, saco otra y se la guardo entre su ropa, le pago a la mujer y se fue. Traía puesta una capucha oscura para no ser reconocida.

—Yo creo que deberíamos volver, majestad —le dijo Opal su sirvienta, la chica también llevaba una capa color verde olivo.

—No seas aburrida, Opal —le dijo Asami —. Y no me digas majestad, no quiero que me reconozcan. Quiero recorrer el pueblo libremente. Mira que maravillosas cosas hay por aquí —se acercó a un carro de artesanía.

—Todo esta hecho mano, señorita —le dijo el hombre.

—Sus manos hacen cosas maravillosas —le sonrió Asami, iba a tomar una de las artesanías pero un ruido la detuvo, era una pelea.

—¡¡Ladrón!! ¡¡Ladrón!! —grito un anciano en el suelo, el tipo era alto y corría con algo en las manos, Asami levantó uno de sus pies disimuladamente y el tipo cayó de golpe al piso, se levantó y se acercó donde Asami.

—Vas a terminar muy mal, muñeca —le dijo enojado, Asami solo sonrió, el tipo tiro varios golpes los cuales Asami desvío fácilmente, la chica en un movimiento tomó el brazo del hombre y lo giro con fuerza, este se agacho por el dolor —. ¿Quien carajos eres?

—Alguien que no le gusta los ladrones —le dijo Asami, le tiro más el brazo y el hombre se quejo más.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunto un soldado que venía con tres más —. ¿Opal? —pregunto confundido, miro hasta donde Asami que tenia al ladrón con el brazo doblado —. Princesa Asami —el ladrón la miró y se sorprendió Asami solo levantó los hombros. Soltó al ladrón y este fue detenido por los otros dos soldados, tomó la bolsa qué se había robado, había carne en su interior. Se acercó donde el anciano para devolverle lo robado.

—Gracias, princesa —Asami le dio una media sonrisa.

—¿Qué hace aquí princesa? —le pregunto al soldado de ojos color ámbar.

Mi único amor Where stories live. Discover now