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𓁹 frances luna 🐅
— ¿Qué? — me mira completamente serio. — ¿Otra hora más?
— La señorita dijo que esperaban que solo sea una hora, pero pueden ser más. — suspiré cansada.
— La puta madre. — murmura acomodando su cabello.
— ¿No quieres comer algo? Yo me estoy cagando de hambre.
— Sí. — asiente sin dudarlo.
Llevamos más de dos horas en el aeropuerto de Seattle cuando solo se suponía que estuviéramos media hora. Nunca había tenido un problema con hacer escala, pero hoy sí.
Salimos a buscar un lugar para comer dentro del aeropuerto, pero lo único abierto eran cafeterías donde su fuerte no era el café. Salimos a la once de la noche de Argentina, y allá no hubo ningún problema con nada.
Llegamos a Estado Unidos y empezaron todos los problemas. Iván no encontraba sus audífonos y yo no encontraba mi pasaporte. Una señora discutió con nosotros por quitarle su asiento, parece que no sabía que estaba en un aeropuerto enorme con miles de asientos disponibles.
Después de pasar un Dunkin por tercera vez, decidimos entrar. En este punto, teníamos tanta hambre que no podíamos ser exigentes. Pedimos nuestra comida y esperamos no tan pacientemente, ya que se nos notaba el malhumor a mil cuadras.
— Horrible. — solté al probar su café.
— No está mal, podría estar peor. — dice optimista.
— Ese humor y ese ánimo lo necesitaba hace tres horas atrás. — le dije.
Al tener nuestra comida, salimos nuevamente hacia la terminal. Algo me dice que no llegaremos a Alaska hoy, pero espero solo sea un pensamiento pesimista y no sea realidad.
Nos sentamos a comer, pero ni con comida en la boca cesaban nuestras quejas sobre la comida, que quizás era mucho llamarlas alimento.
— ¿Ese chico me está haciendo señas o soy yo? — interrumpí las quejas de Iván, señalando con la mirada a un chico bronceado en la otra esquina de la terminal.
— Sí, boluda, es a vos. — asiente.
Al notar que era un trabajador del aeropuerto, mi confusión disminuyó. Me levanté del asiento y caminé hacia él.
— ¿Sí? — fue lo primero que dije.
— Mi compañera se acercó a mi antes de irse y me dejó saber que ustedes están esperando su vuelo a Alaska, ¿cierto? — informa. — Por cierto, que bonitos ojos tienes.
— Ay, muchísimas gracias. — sonreí. — Y sí, eso es cierto.
— Pues, le quiero informar que es posible que puedan salir hacia su destino en unos veinte minutos. — suelta, llenándome de sorpresa.
— ¿En serio? — pregunto sorprendida.
— Sí. — sonríe. — También, debido a la larga espera, tienen la oportunidad de irse en primera clase libre de costo adicional.
En ese momento sentí que todos los santos a los que les rezo diario me habían mirado a los ojos, regalándome este momento sagrado después de tanto estrés.
— No sabes la paz que me acabas de dar. — reí nerviosa.
Sería una loca si no aceptaba la opción de la primera clase, así que el amable chico hizo los cambios necesarios.
— De seguro tu novio va a estar muy feliz cuando le digas esto. — sonríe entregándome los pasajes.
— ¿Novio? — frunzo el ceño.
— He de decir que se ven muy lindos juntos. — me sonríe, ya sé a quien se refiere.
— Muchas gracias. — sonreí.
— De nada, linda. Pendiente que pronto llaman su vuelo.
— Gracias por tu ayuda... — busqué algún pin en su uniforme que me dijera su nombre. — Marcos.
Me despido con una sonrisa y me encamino nuevamente a la mesa donde se encuentra Iván.
— Tengo buenas noticias. — dije al llegar.
— El muchacho se veía muy contento hablando con vos. — habla, haciéndome sentir que se sentía... ¿celos?
— Nos vamos en primera clase. — ignoré mi pensamiento. — Son tres horas, pero serán tres lujosas horas.
— ¿En serio decís? — pregunta.
— En serio. — afirmo.
— Al fin una buena noticia, bolud...
El sonido de las bocinas llamando nuestro vuelo interrumpió su agradecimiento, haciendo que se levantara rápidamente de su asiento y colgara su mochila en su hombro.
— Vení, vení. — me apresura.
— Ahí voy. — reí tomando mi mochila, corriendo para alcanzarlo.
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un mes y no se cuanto sin actualizar 😞
pero ya salí de vacaciones así que vienen actualizaciones más seguidas (eso espero)
