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𓁹 frances luna 🐅
— Muchas felicidades, señorita Luna. — me sonríe el señor Bernier, el nuevo personaje de la empresa. Cabe aclarar que esta es la primera vez que lo veo en persona. — Usted ha dado una increíble presentación.
Aún me costaba un poco acostumbrarme a su español con acento francés, ya que en mi mente aparecían los memes que Iván me había enseñado sobre los franceses, sus constantes burlas hacia un tal "Shadoune", y una vez hasta se burló de mi nombre.
— Muchísimas gracias a todos por estar aquí y, una vez más, les pedimos una disculpa por haber hecho todo de último momento. Aún así, supieron hacer un buen uso del tiempo y sus proyectos y propuestas fueron interesantes e innovadoras. — habla la señora Álvarez, mi jefa.
Veo como todos empiezan a recoger sus cosas, así que yo hago lo mismo.
— No olviden la reunión que tenemos mañana con el señor Bernier y algunos ejecutivos importantes de sus empresas en Francia. — recuerda Álvarez.
— Sin más que decir, que tengan un lindo resto del día. — se despide y nos da la señal de que ya podemos salir.
Tomé mi termo de agua y salí de la sala. Había sido una mañana muy ajetreada y he estado muy ansiosa. Esto, al ser de último minuto, me hizo sentir que no estaba lo suficientemente preparada para presentar mi idea, pero lo hice y salió muchísimo mejor de lo que esperaba.
Salí de la oficina rumbo a mi casa. Solo tengo ganas de quitarme el maquillaje, ponerme ropa cómoda, y pudrirme en mi cama. Al apagar el motor del auto, no tardé en bajarme y tomar mis cosas para subir, saludando al personal que por ahí paseaba.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en mi baño quitándome el maquillaje. Al terminar de untarme una que otra crema para la cara, caminé hasta mi habitación, dando un pequeño salto al sentir tan abruptamente el cambio de temperatura. Eran poco más de las cinco de la tarde, pero con mis cortinas, las cuales se encuentran cerradas la gran mayoría del tiempo, parecía de noche.
Abrí mi bolso de Doritos mientras buscaba una película para ver en Netflix, pero ninguna me llamó la atención. Luego recordé que había rentado unas películas de Barbie, así que decidí ver una de esas.
Entre la maravillosa selección que tenía, terminé escogiendo a "Barbie y las Zapatillas Mágicas". Me hundía cada vez más entre mis mantas, llenándome de nostalgia al recordar cuando veía estas películas con mi mamá o con Antonella.
— No podés dejar la puerta abierta, ¿eh? Te pueden robar. — escuché de la nada, cosa que me hizo soltar un chillido de susto.
— ¡Hijo de puta! — le tiré mi almohada, la cual le pegó perfectamente en su cara.
— ¿Qué te pasa, pelotuda de mierda? — pregunta con sorpresa, como si él no hubiera entrado a mi casa de la nada y sin hacer ruido. — Este cierre de mierda casi me pega en el ojo.
— ¿Ahora yo tengo la culpa? Actué en defensa propia. — me defendí. — Te llamaría a la policía, pero no lo haré.
— ¿Qué haces? — pregunta sentándose en la esquina de la cama.
— Estaba muy cómoda disfrutando de tremenda obra cinematográfica, pero llegó un poste de luz y arruinó el momento.
— ¿Arruinó? ¿Qué decís? Yo lo mejoré.
— Obvio, claro que sí. — dije con claro sarcasmo
— ¿Y esa peli? — señala el televisor.
— Una de Barbie. — contesté. — ¿Quieres verla conmigo? Digo, si no estás ocupado.
— Dale. — asiente.
Se levanta de la cama y deja sus zapatos en la esquina de la habitación. Como si fuera un niño pequeño, se sube a la cama y se tapa rápidamente con la manta para luego mirarme sonriente.
— Que frío que hace, boluda. ¿Sos Elsa? — pregunta.
— Sí, y tú Ana.
— ¿Qué? — frunce el ceño.
— Porque no aguantas nada, pendejo. — reí. — Si esto es frío para ti, te vas a cagar de frío en Alaska.
— Ponele play. — ordena serio, lo que me hizo reír más.
El film empezó, por lo que dejé de apreciar el rostro del pelinegro para enfocarme en la otra obra de arte.
— Dame. — habla arrebatándome la bolsa de Doritos de mis manos.
— Un "por favor" no te iba a matar. — burlé.
— Shhh, silencio. — dice, obligándose a no sonreír.
Hice caso y volví a enfocarme en la pantalla. Cada vez que veo Barbie me acuerdo de mi niñez. Las noches con mi mamá y sus palomitas de caramelo y chocolate o las vacaciones acá junto a Antonella.
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— Dura dos horas y media, ¿seguro qué quieres verla? — pregunté. — ¡Ya sé! Vamos a ver la película de la que te dije que salió mi nombre.
— ¿Esa también es de Al Pacino? — pregunta.
— Sí.
Tecleé el nombre y rápidamente apareció el film. No lo pensé dos veces y le puse play, sintiendo ese ataque de felicidad que te hace dar pataditas y sonreír hasta dejar de sentir tu cara.
— ¿Tanto te gusta la peli?
— La amo. Al Pacino y Michelle son los mejores actores. Esta y "Scarface" son mis favoritas porque salen ellos. Mi favorita de todos los tiempos es la primer parte de "El Padrino" porque me en...
— Tremenda obsesión, loca.
— Mejor no te cuento nada.
Suelta una carcajada y se acerca más a mí, reposando su cabeza en mi hombro; eso es lo último que recuerdo con claridad. Me sentí tan cómoda a su lado que, sin querer, me fui quedando dormida. Me despertaba cada tanto, pero mi sueño era tanto que caía rendida nuevamente.
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