12.-Mi mujer.

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Los días que han pasado William y yo nos hemos visto todos los días, sin excepción

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Los días que han pasado William y yo nos hemos visto todos los días, sin excepción.

El día que no pudimos vernos porque yo estaba viajando me hizo una video llamada para preguntarme sobre mi día. Hubo una noche que me despertó a las 2 de la madrugada porque apenas se acababa de desocupar y no habíamos hablado en horas. Todas esas veces han sido en mi departamento.

En cada una de las conversaciones buscaba cualquier cosa para alejarme, lo más mínimo para simplemente decirle que el trato no daba para más, pero todas esas veces mi cuerpo continuaba acercándose más a él.

Debo ir a terapia.

Suspiro mirando mi reflejo en el espejo de cuerpo completo, fui a una peluquería a que me maquillaran y peinaran, no tenía muchos ánimos de hacerlo por mi cuenta, aunque me encante.

El vestido color turquesa que sobresale por mi color de piel se ciñe a la cintura y baja por mis pronunciadas caderas y se abre en las rodillas. Mis tetas se ven bonitas y se puede observar los varios lunares que tengo en ellas. El tatuaje en mi hombro de una rosa en blanco y negro también resalta bastante.

Por una parte, me siento hermosa, aun así esa partecita de mi cabeza me dice que es demasiado para mi. El abdomen no se me ve tan bonito, mientras que mis brazos no me hacen sentir lo suficientemente cómoda. Hago una mueca de desaprobación y observo una sombra detrás de mi por el espejo.

—Buenas noches, nubecita —William me mira de pies a cabeza, pero puedo observar en sus ojos ese brillo de lujuria.

—Elegí el vestido turquesa—mi voz sale baja —Nunca me confirmaste que color te gustaba.

La vista de él pasa de mis pechos a mis ojos y me regala una sonrisa de lado. Mi corazón late como si estuviese corriendo un maratón.

Ahora con toda la atención de William en mi, me siento hermosa.

—Te verías preciosa hasta con una bolsa de basura, Lilianna. — se acerca y me ofrece su brazo.

Sonrío y mi mente está en blanco, no puedo formular ningún comentario sarcástico o bromear con nada.

—Deberíamos irnos. —es lo único que digo.

Ni siquiera un "gracias".

—Vámonos — caminamos uno alado del otro.

William me mira y yo también volteo el rostro, su calor corporal me llena y este simple toque hace que mi piel se erice.

Entonces todas las dudas que me embarcaron estos últimos días se desvanecen. Puedo lanzarme a sus brazos y mantenerme con él hasta el final.

Y sé de inmediato que esto es una obsesión poco sana, tal vez no sea de esas que sé de él hasta su tipo de sangre. Pero es de esas que sin importar nada me quedaré a su lado, me vale nada que justo ahora tenga dos armas enfundadas debajo del traje, no me importa que sea cruel, despiadado y que pueda matar a alguien sin siquiera pestañar, que sea el jefe de toda una organización, solo quiero quedarme a un su lado, y esa es la peor obsesión.

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