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𝐑𝐞𝐜𝐥𝐚𝐦𝐨𝐬.

    Al asomarse, lo vio de espaldas, vestía todo de negro. Desde sus zapatos lustrados, su jean, el cinturón en la parte superior de su cadera, su camisa de mangas largas y su corto pero suave cabello de la nuca.

Su reacción fue de total alivio, por lo que suspiró bajando el florero.

Jungkook había vuelto...

—¡Emily, hola, preciosa! —abrió los brazos y pronto sus manos se ceñían a su cintura

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—¡Emily, hola, preciosa! —abrió los brazos y pronto sus manos se ceñían a su cintura. Sin embargo, cuando fue a besar sus labios, ella volteó su rostro al oír el quejido de uno de los bebés, logrando que besara su mejilla.

—Deberías bajar el tono de voz, acaban de dormirse —pronunció de mala manera, sin mirarlo. Y aprovechando que sus manos estaban en el pecho de él, las usó para impulsarse y romper la barrera que formaban sus brazos, dirigiéndose a la parte de la cocina donde estaba el cochecito.

—Lo siento —susurró cerca de su oído, caminando detrás de ella, inspirando su dulce aroma a vainilla.

—Como sea, por suerte todavía duermen. Pero, para asegurarme de que su descanso no sea interrumpido los llevaré a su cuarto —su voz salió llena de tirria, por lo que él prefirió quedarse en silencio, no tenia intensión de discutir con ella, así que solo se dedicó a verla subir la escalera hasta que su figura desapareció, y su vista descubrió el desastre del comedor.

—Pero... ¿Qué —se dirigió hacia el lío—... pasó aquí? —abrió sus ojos sorprendido—Será mejor ayudarle con esto —disponiéndose a limpiar aquel desastre de la mesa, juntó todos los fideos dentro de su envase original, dirigiéndose al tacho de basura, encontrando a Emily cuando estaba a punto de salir del comedor.

—Ush, no puede ser. ¡¿Qué haces?! —ella lo miró muy mal, tenía las cejas en punta y los brazos como jarra, marcando la cintura que ocultaba su ancho suéter blanco, que cubría su camisola de seda sutilmente dorada. El cabello de la rubia detonaba cansancio, lo traía recogido en una coleta alta, de la cual por el frente, unos rulos habían escapado, enmarcando su rostro de ángel.

—Yo...Estoy limpiando ese desastre que...

—¡No lo hagas! Estas derramando gotas de caldo por todo el puto suelo —vociferó apenas, quitándole bruscamente el recipiente de las manos—. Deja, yo me encargo de la mesa, sal de aquí —se dio la vuelta y arrojó con rencor el recipiente a la basura.

Jungkook notó que sus pantuflas de un sonriente conejo con orejas de zanahoria, estaban manchadas de caldo, lo que lo hizo preocuparse aún más, quizá ella se había quemado las piernas.

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