TRES

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«La rabia siempre existe por una razón, pero rara vez es una buena»

(Anónimo)

Hoy es mi cumpleaños, llevamos un mes de intentar ser algo más que vecinos. Con mi chico tímido mantenemos una semi relación, no es nada formal y no hablamos del futuro, solo... vivimos la experiencia, sin embargo, acordamos no salir con nadie más por ahora y hasta descubrir a dónde nos llevará esto.

Estoy casi lista a la espera de que llegue del trabajo, miro el reloj de la cocina cada dos segundos, mi ansiedad se encuentra por las nubes, me prometió una sorpresa y no creo poder esperar mucho más para saber qué es. La puerta se abre y es él, deja su longboart skate y de inmediato salto del sofá para recibirlo.

—Ey, feliz cumple... —nterrumpo su felicitación y me lanzo por sus besos.

Unos segundos después o minutos, no sé, cuando mis niveles de adrenalina por la espera bajaron, lo dejo respirar.

—Lo siento, estaba muy ansiosa. —él se queda mirándome con un sonrojo profundo en sus mejillas y una tienda de campaña en sus pantalones.

¡Quién diría que un hombre adulto pudiera sonrojarse tanto!

—No-no hay problema, vo-voy a ducharme y salimos, pienso llevarte a un sitio especial para mí, ¿de acuerdo?

Afirmo con un movimiento de cabeza, al tiempo que llevo mis manos a la espalda para evitar tocarlo de nuevo, sino no saldremos de aquí. En su ida a la habitación se tropieza y casi se cae, es tan adorablemente torpe que me provoca ternura.

Unos quince minutos después de pasar por el baño sale listo con unos pantalones vaqueros rotos en las rodillas, un sweater y su chaqueta de cuero marrón, lo que me alivia con respecto a lo que llevo puesto, unos pantalones negros con una blusa mangas larga y cuello alto de color rojo. Toma mi mano y partimos, sin rumbo para mí, él sabe a la perfección hacia donde vamos por lo tanto hoy será el conductor.

Recorremos las calles en silencio, una media hora después se detiene en un semáforo y me entrega un antifaz de esos que se usan para dormir. Lo miro extrañada porque no me van esos jueguitos en la intimidad, él ya lo sabe.

—No me mires así, es una sorpresa y hasta que lleguemos quiero que así sea.

Tomo de mala gana la cosa esa y me la coloco, por fortuna, durante en entrenamiento la privación sensorial fue una de las cosas que más les gustaba utilizar en mí. Calculo que unos veinte minutos más o menos, vuelve a detenerse, por los sonidos que hay fuera, junto al inequívoco olor a popcorn y algodón de azúcar, estamos en la feria de la bahía. Nunca vine aquí, ni de niña, era peligroso y bueno, después pasó... la vida.

Derek me ayuda a bajar, una vez fuera de la camioneta me quita el antifaz y confirmo mis sospechas. Las luces de las atracciones, las familias divirtiéndose, los niños correteando por todo el lugar, «¿en serio pensó que sería una buena idea traerme aquí por mi cumpleaños?»

-¿De verdad crees que es un buen plan estar aquí sin la correa, Derek? -Los nervios me rebotan por todo el cuerpo.

-Claro que sí, no necesitaremos el collar, ya lo verás.

Comenzamos el recorrido, compramos unos hot dog para comer. Luego de eso caminamos un poco para escoger dónde nos subimos primero, las personas se divierten y me contagian con su buen humor, creo que por ahora estamos a salvo, ellos y yo.

Una hora después de subirnos a casi todos los juegos nos encontramos, bajándonos de la noria, me siento feliz y emocionada con el paseo, cosa distinta pasa con mi acompañante ya que el verde a sustituido su tono de piel por las náuseas. No puedo evitar reírme.

ReprimidaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang