UNO

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«Una persona fuerte no es aquella que tira al suelo a su adversario. Una persona fuerte es la persona que sabe contenerse cuando esta encolerizada»

(Mahoma)

Desde niña siempre fui diferente, mis padres me veían diferente, a medida que crecí me di cuenta por qué todos me miraban de esa manera, así como al caminar por una cerca tranquilo y de repente ante ti, detrás de esa endeble barda tienes al más grande y violento perro que te puedas imaginar, lo ves tironear de esa cadena de dos pulgadas de grueso que casi lo estrangula con una fuerza tan brutal que estás completamente seguro de que, si se suelta, estás muerto…

Bueno, ese perro soy yo. Pasé por un sinfín de pruebas, de médicos tras médicos para llegar a la misma conclusión, algo pasa en mi cabeza, «diferencias en la estructura, función y sobre todo la química de mi cerebro», soy distinta, los doctores le dicen «trastorno explosivo intermitente (TEI)» Odiaba cada visita a la clínica y mis explosiones de ira eran cada vez más frecuentes, desde los seis hasta los quince fue una época de ira, dolor, reproches y más furia, pasé por más colegios que siendo hija de un diplomático.

—Esta es la última vez, Hope, si nos obligas a mudarnos de nuevo, llamaré a un amigo y haré que te internen en su escuela para adolescentes problemáticos y no querrás eso.

Las palabras de mi padre hacen eco aun después de tantos años.

A donde iba, los problemas por mi condición me seguían, quizás era la falta de amor por parte de mis padres lo que me hacía ver las injusticias en el mundo a tan corta edad, ver y sentir que alguien pasaba por lo mismo que me enfurecía. En realidad, todo me enfurecía.

—¡Como si fuera mi culpa que esos idiotas intentaran propasarse con esa chica!

—No me interesa lo que tengas que decir, mira a tu madre. —Ella está sentada en la ventana, ida por completo, seguro ya se tomó sus tranquilizantes—. Es tu culpa que esté así, ya no puedo lidiar más con esto.

Mis padres eran normales y hasta cierta edad yo también lo era, claro que el amor y la comprensión no abundaban dentro de casa, entonces pasó, mis padres hicieron lo que todo padre haría, empeoraron la situación.

—Concéntrate, Hope, sino esto no saldrá bien —La voz de Derek me saca del recuento de daños de una forma abrupta y me molesta—. Ni lo pienses —me conoce, sabe que mi molestia se convierte en furia a la velocidad de la luz, casi no me mira por la falsa moral de verme solo en sujetador—, estamos calibrando los diodos y si me paso con el voltaje será mi culpa hacer croqueta de Hope. Cuenta en regresión desde cien si es necesario, como dice Jones, no quiero tener un hueso roto de nuevo.

—Sí, sí, solo... apresúrate, me siento desnuda sin él.

Derek sube una de sus cejas para remarcar lo obvio.

—Ya cállate y trabaja. —Es un buen chico, y le toca arreglar mi collar de choques de vez en cuando.

Entre él y Jones, el psicoloco, lograron controlar mis impulsos violentos, modificaron y reconstruyeron esa cadena de perros, con dos electrodos unidos a la base de la nuca, uno en cada hombro y tres más en la espalda, puntos clave para la descarga, ahora puedo distinguir el momento exacto en el que uno de los ataques está a punto de ocurrir y antes de que eso pase yo misma me doy una descarga. Es doloroso y desagradable, pero me evita la cupa y el tener que discúlpame con las personas agraviadas… si aún están conscientes, claro...

Termina de poner los chupones en la nuca y me tranquilizo.

—Ya está, no debería volver a sulfatarse, ese fue el problema, se humedeció y se invirtió la polaridad, recuerda que no puedes quedarte dormida con él —Derek parece un papá regañándome, me ajusta la pulsera colgante que actúa como interruptor y de inmediato acciono el botón para evitar darle un empujón y estrellarlo contra la pared—. De acuerdo, ya no diré nada. —Levanta sus manos en rendición y con una sonrisa baja bragas.

ReprimidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora