Le pertenece tambien mi mente y razón , Aenys

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La gloria fue grata.

Aenys creció. El alfa débil que había dejado en Poniente estaba muerto hace demasiado tiempo atrás. Su cuerpo se endureció por la guerra y su constante viaje a lomos de dragón. Aunque desearía verse como su padre o Maegor, su figura es estilizada y definida, alto y formado, no llega a la anchura ni la musculatura que su padre y hermano poseen pero no es la criatura enfermiza que la reina Visenya observaba de menos.

Una sonrisa encantadora, la osadía que todo vencedor recauda con sus batallas y la valentía adquirida, no, definitivamente no queda nada de ese Aenys que se dejó golpear o humillar, del Aenys que permitió ser pisoteado por Maegor y que actuaba sin pensar, sin razón ni consecuencia.

Aenys cambio, cada fibra de su cuerpo, cada mechón de su cabello ahora corto y su corona ahora dorada y merecida. Busco su lugar en la monarquía en el gran legado que sus antepasados formaron, no se quedó atrás y del joven risueño quedó sólo el nombre.

Aenys que creció en todo, menos en el corazón.

Su corazón había quedado pequeño, golpeado y marcado por un omega de ojos dispar.

Cuando su padre le informó de el acuerdo, Aenys estaba lo siguiente a molesto ¿De que servía todo lo que hacía sin Viserys? ¿Qué sentido tendría la guerra sin el? ¿De que sirve formarse y ganarse la corona y el omega si al final nada iba a pasar? Si al final, Viserys jamás sería suyo.

Pero no pudo pelear al escuchar las razones, fue seguramente la única vez que su padre le habló con absoluta y total sinceridad, con la seriedad de un rey y la preocupación de un padre.

"Murió una vez en nuestro techo, en nuestro hogar, Viserys que en todos lados prospera y hecha raíces, se marchitó en menos de un día y pereció de este mundo... Viserys no nos pertenece Aenys, no es nuestro, de quedarse con alguno su destino será fatal, no soportaría nunca estar alejado de su madre y hermanos... Debemos dejarlo ir. Debes dejarlo ir"

Aenys prefiere que Viserys esté con otro, a no verlo nunca más, a no haber aliento en sus pulmones. Aenys prefiere cualquier cosa a un mundo en el que Viserys Targaryen no viva.

Hizo todo lo que pudo, ganó la guerra contra las tres hermanas y pronto los siete reinos fueron diez. Dorne aún no se anexaría, lo haría hasta la siguiente generación, cuando el primogénito de la princesa se case con su primogénito y gobiernen juntos Poniente y lo que Aenys pueda conquistar de Essos.

La gloria fue buena, incluso las prostitutas y halagos. Fue excelente.

Pero su mente siempre regresaba a un omega escondido en su isla ancestral.

Cuando regreso a Poniente, los ojos de su padre se clavaron en él como daga, vigilante, amenazante. Listo para atacar y defender a Viserys, de evitar que Aenys haga cualquier cosa para ver al omega.

Aenys no lo hizo.

Hasta que su padre le presentó a Alyssa Velaryon y Aenys no necesito más para saber que ella sería su esposa. Una beta. Una Velaryon. Una prima.

No un omega, un Targaryen, un hermano.

— Déjame verlo por última vez entonces — exigió cuando su prometida se retiró — si voy a casarme y cumplir con mi deber, debo verlo una última vez, despedirme y asegurarme que no le falta nada, que tiene la vida que merece.

— Y entonces cuando me dé media vuelta lo tomarás en Azogue y huirás a una de las tres hermanas donde tu gente los escondería. No, eso no va a pasar.

—Los dos no hemos cumplido con las visitas quinquenales, tomemos dicho derecho y veámoslo, una forma de reconciliar a la familia — pidió entre dientes.

Dioses crueles -Lucerys-Where stories live. Discover now