Cargas, familias disfuncionales y padres terribles, Maegor.

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No es algo a lo que está acostumbrado.

Maegor no ha tenido su mejor momento desde... desde que Lucerys comenzó a rechazarlo, el embarazo comenzó a fastidiar a su madre y su padre deicidio tomar su invitación con altivez.

Todo siempre recae en Aegon, pero por esta vez recae en sus hombros todo la responsabilidad, como alfa, como cabeza de la familia, como esposo, como rey y como hijo, todo cae sobre el.

Podría decir que resiste, sabe que la gente a su alrededor, las dos cada vasallas que posee, los soldados y los hombres leales lo ven con admiración, observan su rostro estoico y sereno, presente en la situación dando órdenes con sentido y manteniendo la situación en movimiento, logrando que su madre reciba ayuda, que su omega reciba cuidados y resistiendo cada instinto inquietante dentro suyo.

Pero no es así.

Está aterrado hasta los dientes, es temprano para el parto de su madre, es temprano para el celo de Lucerys y Aegon no ha abandonado la isla. Es el momento en el que podría atacar, salir victorioso por que no tendrá mejor ventaja que ahora mismo. No puede permitirse fallar.

Un fallo en la seguridad del castillo y tanto su madre como su hermano y su omega no van a salir ilesos, eso es algo que Maegor no puede siquiera pensar. Es inaudito.

Sus dientes tiemblan y sus bellos están erizados, sus manos también tambalean pero es más fácil ocultarlo en su armadura, necesita de todo su control para que la angustia no salga en ráfagas nauseabundas.

Camina con firmeza y observa desde a fuera la fortaleza que su madre posee, pujando en la cama sin descanso, gritando cada tanto y con el olor a sangre en su nariz, lo mejor es quedarse aquí con ella. Con Viserys no puede estar ahora.

Entra a la habitación, aún inquieto, su padre está en alguna parte del castillo, pero no está en los solares con Balerion y mientras su padre no monte su dragón, es tan hombre como cualquiera, no podrá resistir un ataque múltiple.

— Haz hecho esto dos veces antes, madre — toma su mano con suavidad, recibe un apretón firme que dobla su palma, pero aguanta el dolor — está tercera vez no será difícil, tu puedes, eres una mujer de sangre Valyria, los dioses te dan fuerzas.

Le besa la coronilla con más devoción de la que está acostumbrado a demostrar, pero por esta vez es necesario, su madre lo necesita.

Ella es gritos y sangre, pero sostiene su mano y eso le basta.

Aegon camina inquieto por el ala oeste. Se le puede acusar de muchas cosas y será culpable de casi todas, pero jamás ha faltado en estos momentos tan importantes, siempre ha permanecido en los partos de sus hermanas, cuando Aenys vino al mundo, Maegor silencioso y Viserys en escandaloso llanto, ahora sin embargo no puede permitirse apoyar a Visenya.

No por falta de poder, Aegon es el rey y Maegor un niño encaprichado, su orgullo desmesurado volverá a reubicarse con su ayuda, conocerá su lugar como príncipe y no como rey. Sin embargo, algo que siempre ha sido un defecto en él impide acercarse al parto o, en instancias, a las habitaciones de su hijo omega. La vergüenza siempre ha sido su enemiga.

Vergüenza de estar con Visenya en esta situación, sabiendo que su sacrificio fue en vano y su dolor es de gusto, vergüenza de intentar cuidar a Viserys siendo que hace una hora estaba humillando al omega sin reparo alguno.

Aegon es un hombre que tiene valores muy bien fundados, moral dudosa, y carácter firme, pero todo queda cenizas ante su mayor enemigo; la vergüenza.

Su familia es lo más importante y sin embargo ha estado creando esta disputa desde décadas atrás, desde que tomó a Rhaenys en un ataque de celos para consigo y comenzó a apartar a Visenya de su camino, desde que eligió a Aenys sobre Maegor, cuando Viserys fue nada más que un deber y no un privilegio. Aegon es el culpable y está bien con eso. Pero no está acostumbrado a estar del otro lado, a ser él repudiado, el que mandan a un lugar lejano a esconderse en su castillo, el que no se entera de nada y nada merece, no está acostumbrado a recibir el mismo trato con el que ha recibido a Visenya, Maegor, Viserys y ahora, Aemond.

Es un terrible padre, pero se niega a creer que es un terrible rey.

La vergüenza es inmensa, no podría asomar su rostro en las cámaras de parto. Pero si puede ayudar a Viserys.

Abre la puerta con la bandeja de comida y entra a los aposentos. Su hijo llora en la cama desconsolado, murmura frases sin sentido retuerce sus manos y el sudor que cubre su frente parece agua derramada.

Se ve tan pequeño así, tan débil, tan inmune, tan niño.

El celo de Viserys se adelantó más de 5 años, lo común es que el primer celó sea a los 15, Viserys tiene 10.

Escucho a los maestres murmurar sobre demasiado estrés y mala alimentación, cuando se burló hace horas sobre ello pensó que no era real. Pensó que Viserys simplemente se había visto golpeado por su rol como reina, entrando en las reglas que se esperan de ellas, como una fina cintura y una cara sin cachetes. Cuán equivocado estaba.

Es el instinto.

Puede escudarse en ello, el instinto de un alfa, de un padre, sólo actúa bajo ellos y lo que hace no tiene significado.

Pero no es así.

No lo sabe, pero tal vez, tal vez, no sólo es instinto, incluso no es sólo vergüenza.

Con cuidado toma un trapo de la mesa y lo humedece, refresca el rostro de su hijo rojo de la fiebre con el. Viserys se retuerce y gime dolorido.

— Está bien cachorro, estás seguro, esto te aliviará — murmura con una dulzura que no sale desde que un reina cayó de los cielos, hace tanto atrás.

Así, como esta con rojo en mejillas y mentón, sudor mojado y su cabello cristalizado, toca algo que no se había permitido sentir hace mucho. Viserys no se parece a él, en nada, no tiene su nariz y quijada como Maegor, no tiene la forma de su cara como Aenys, la debilidad aumentada del último en reflejo de su Juventud, ni rebeldía y sed de gloria como Maegor, no Viserys no tiene nada de él, busca su rostro, sus actitudes y decisiones pero él niño débil en esta cama no le muestra nada.

No es Visenya. Tampoco es como Rhaenys, su madre que se diferencia por dulzura y que los dioses se han llevado hace tiempo, no puede relacionar a este cachorro con alguna, no lo puede relacionar con el.

¿Tan lejos he estado?

— Toma un poco — Viserys reniega y se revuelve, Aegon tiene que tomarle de los hombros con algo de fuerza y abrir su boca en una maniobra para pasarle el brebaje que los maestres prepararon.

¿Que no reconozco a mi propio hijo?

Viserys toma lo que puede aunque algo de la bebida negra se le escapa por la boca, ayuda a su hijo con golpes en su espalda, la tos disminuye con ello.

Mi hijo.

Y mientras acomoda al menor que llora desconsolado, ese pensamiento le invade por primera vez.

Lo que lo lleva a su incógnita anterior, sobre sentimientos, instintos y vergüenza. Concluye con un pensamiento sencillo pero brutal, algo de lo que nunca pensó sentir respecto a algo tan sangrado como lo son los hijos.

Es culpa.

Tal vez Visenya nunca le perdone esto, tal vez ni su madre ni su bendita hermana, incluso él mismo no se lo perdonará. Pero cuando envuelve el cuerpo de Viserys en las mantas, flexible y maleable en su sueño, no se arrepiente.

Tampoco cuando lo sube a lomos de Balerion y parten a Kings Landing.

Robarse a su propio hijo no era algo que tenía en mente hoy día.

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Maegor cuidando a su madre en el parto y Aegon de infiltrado con Viserys jajajaj.

El siguiente capítulo si cae Aemond lo juro JAJAJ

Dioses crueles -Lucerys-Where stories live. Discover now