Lucerys es Viserys

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Los dioses se apiadaron de su alma.

Cuando Lucerys cae a la oscuridad marina, ve la luz y de repente, ha nacido de vuelta.

Escucha gritos y su propio llanto infantil en sus oídos, las parteras y el trapo que limpia la sangre que lo cubre.

Abre los ojos como puede, desesperado por ver a su madre de vuelta y agradeciendo a los dioses por esta segunda oportunidad, por dejarlo rehacer todo y evitar la guerra de sucesión, el ojo de Aemond  y-

—¿El príncipe se ha callado de repente? — susurra una sirvienta estupefacta.

— ¿Qué sucede? ¡Dame a mi hijo! — la platinada extiende sus brazos y toma al bebé con suavidad — Mi bebé, sangre del dragón, hijo de los conquistadores.

Lucerys vuelve a llorar, esta vez, de verdadero desespero, buscando consuelo en los brazos de la reina Visenya, por que los dioses no le han enviado al lugar que necesita, han sido crueles y lo mandaron a un peor momento, al inicio de la dinastía, llora de pensar que reencarno en Aenys y el cruel destino que le espera.

Sin embargo, a medida que pasan los días y se adapta a la reina Visenya, se da cuenta que no, no es Aenys, tampoco Maegor, es un hijo nuevo.

No sabe si existió o no un segundo hijo de Visenya, las historias y los maestres no lo mencionan, hablan mucho de Maegor y Aenys, casi diciendo que Maegor nació más por deber que por amor como en caso del primero.

Sin embargo, aunque piensa en cómo su madre debió sufrir y sus sueños vividos de una tormenta y su tío tras él, se ha adaptado, sabiendo que está literalmente donde todo empezó y que madre está lejos de nacer, tal vez puede fundar las bases para un futuro ideal.

Madre Visenya no es mala, es bastante maternal, le canta y le da del pecho, está seguro que Madre Rhaenyra era exactamente igual cuando nació de ella.

Sabe que es una reina ya, todos le hablan con respeto, sin embargo en todo este tiempo, no ha visto ni a su (ahora) padre Aegon, ni a alguno de sus hermanos.

No sabe si está en el mismo universo o en otra línea, los dioses simplemente lo enviaron al inicio sin más, así de crueles eran.

Pero una tarde, que duerme tranquilo como siempre lo hace desde que descubrió la dicha en los bebés de hacerlo, su sueño es interrumpido por una mirada.

Abre sus ojos amatistas (si está presumiendo sus rasgos valyrios, mucho más puros que Aemond puede asegurar ahora) y observa al niño frente a él.

Es un mocoso, esta seguro que es Aenys, el cabello plata y dorado es algo largo para el niño de unos 8 onomásticos, lo ve con ojos grandes y curiosos, es el niño con el ceño fruncido a la par lo que llama su atención, Maegor tendría unos 2 o 3 años a lo mucho.

—¿manito?— habla confundido el niño, frunciendo su ceño.

—Esh manito— afirma Aenys

Maegor entonces extiende su mano y Lucerys alista su quijada para intentar morderlo, aun sin dientes, pero el niño no toca sus mejillas, sino más bien su mano —manito— y su ceño deja de fruncirse para verlo con ojos soñadores, tan parecidos a los de su hermano Jacaerys, tan lejos del relato despiadado que se tiene en sus tiempos de este niño, tan lleno de amor y tan, inocente como sólo la mirada de un cachorro puede ser.

—manito— repite Aenys, quien le sonríe con tanta dulzura, con tanto amor y con tanta inocencia que aun siendo un bebé, Lucerys se siente conmovido.

Aegon es el conquistador y un mal padre y esposo.

Llega a esa conclusión cuando un día Visenya lo levanta de su cálido sueño, lo monta en vhagar (se encargó de gritar y patalear por que la maldita vieja ahora está malditamente... pequeña y joven) ata a Maegor a su espalda y a Lucerys en su pecho, vuela a dragonstone y se queda ahí.

Dioses crueles -Lucerys-Where stories live. Discover now