40.

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—No pensé que fueras tan tonta.

Por primera vez, Lía tenía que darle la razón a Enzo. Así que solo asiente avergonzada, mirando el el hielo en su bebida.

—... Pero en fin. —la expresión que Lía tiene en el rostro lo hace sentir algo de pena. Se imginaba ya como se sentiría, y no era su intención hacer que siguiera pasando un mal rato. Suspira tratando de tranquilizarse, y usando su tono más cálido de voz pregunta—... ¿Querés irte de acá?

A Enzo le hervía la sangre, literalmente su pulso estaba temblando de lo enfurecido que se sentía. Miraba y charlaba con Lía intentando calmar su respiración, si no estuviera ahí rodeado de tantas personas, le hubiera terminado de partir la cara.

—Soy muy tonta, en serio.

—Sí.

Enzo reafrima haciendo que la chica ruede los ojos, y de un trago a su bebida.

—¿Y qué pude haber hecho? Estaba muriendo de vergüenza.

—Al final terminaste siendo el centro de atención, literalmente. —dice burlón tomando su copa—. ¿Y qué hacés vos acá? ¿Con quién venís?

—Con una amigas. —cuenta algo cabizbaja—. Ahora no tengo ni idea de dónde estén.

—Vaya amigas Lía. Y vaya coincidencia, siempre tengo que estar yo de pura casualidad para salvarte la vida. —suspira exagerando haciendo evidente su sarcasmo—. Pero quita esa cara, chiquita, nada te pasó.

Sin quitar la mirada baja, Lía suelta una risita, el apodo es una de las cosas más dulces que pueden salir de la boca de Enzo, incluso puede persivir cierto cariño de su parte cada que la llama así.

—Gracias a ti... Otra vez.

—¿Ya ves? Y aún así me tratas como si nunca me quisieras cerca. —menciona con una sonrisa de oreja a oreja. En ese momento los ojos de ambos chocan, y Lía lo ve con suavidad, como nunca lo hace, intentando que Enzo perciba que en el fondo, las cosas no son así—. Pero yo sé que es mentira. De hecho actúas así porque me querés más cerca de lo que debería de ser.

Pfff, íbamos bien.

—Ay Enzo, deja de ser tan prudente.

Ambos ríen, en una de esas extrañas veces que el ambiente entre ellos no es incómodo, o tenso. Lía se da cuenta de lo bien que se puede llegar a sentir estando bajo su compañía, algo que era completamente anormal a lo que estaban acostumbrados.

La noche siguió.

Lía no intentó buscar a sus amigas, y Enzo no regresó a la mesa en la que estaba, se desconectaron por completo de su al rededor, y disfrutaron de una charla muy amena.

—Hasta yo pensé que Matías te propondría formalizar algo. —menciona cruzando los brazos sobre su pecho— ¿No te desilusionó?

—No. —niega frunciendo la nariz—. Creo que ambos sabemos que aún no es el momento.

—¿Por qué no lo sería?

La pregunta la hace pensar, y suspira alzando los hombros.

—... ¿No te gusta lo suficiente?

—¿Qué son esas preguntas Enzo? —se queja dándole un golpesito al hombro.

—Y bueno, ¿Qué tiene de malo? ¿Somos amigos, no?

—¿Sí? —lo mira dudosa, y el asiente—. Sí, pero... Es incómodo hablar de eso, no lo sé.

—¿Es incómodo hablar de Matías?

Lía se detiene un segundo antes de responder, decide formular con detalle su respuesta, y se pregunta si las cosas eran así. Trata de meditar en lo que Enzo preguntó, darse cuenta con certeza de que era aquello que le incómodaba, pero era tan difícil si Enzo estaba viéndola directamente.

—¿A ti no te parece incómodo?

—No. —contesta enseguida—. Y no creas que soy inconsciente.

—Lo eres.

Ríe dando un trago a su licor.

—No, soy consciente de lo que he estado haciendo, pero sinceramente eso me interesa. —dice con firmeza—. Lo que quizás no me gusta solo un poco, es hablar de que te relacionas con alguien más.

—¿Cómo? ¿Por qué? —pregunta confundida. Sin terminar de entender lo que Enzo quiso decir.

—Porque me pongo celoso. —confiesa sin más—. Pero en fin, nos vamos.

Mientras Enzo la arrastraba entre la multitud, Lía solo le trataba de seguir el paso, él se encargaba de quitar de en medio a las personas que no dejarán pasar.

—¡Lía, Lía!

Escucha esas voces que cree reconocer al instante, y ve a todo su al rededor para encontrar a quien la llamaba.

—... ¿A dónde vas con ese? —exclama una de sus amigas, señalando a Enzo—. Hace rato no querías ni voltearlo a ver.

Con eso entiende que aquel chico que decían "no le quitaba la vista de encima" rato atrás, era Enzo.

Gracias a que no le quitó la vista de encima, fue posible defenderla de ese momento tan bochornoso que tuvo que pasar.

—Es un amigo, luego te cuento, me tengo que ir. —responde en un grito apresurado, sintiendo a Enzo estirar su mano para que se diera prisa.

—¡Después me lo presentas, hasta luego linda!

Salen del lugar con normalidad, recibiendo alguna que otra mirada debido a lo que sucedió en la pista. Una vez afuera, Enzo no la soltó.

Lía asumió que su intención era seguir cuidandola, pero Enzo simplemente así lo quería. Caminaron unos cuantos metros lejos de ahí, hasta llegar a su auto, y mientras Enzo sacaba las llaves de su bolsillo, Lía preguntó medio burlona...

—¿Te imaginas que a Matías se le ocurra venir justo ahora?

Y claro, sabía que lo que estaban haciendo era extraño. Podría aparentar cosas muy erróneas.

Pero bueno, Enzo le había ya medio comido la boca varias veces antes, tenerla tomada de la mano, no era casi nada a comparación.

—¿Lo decís por esto? —cuestiona mirándola, y apretando su agarre—. Si querés te suelto.

—Es sol...

—Pero no querés, así que no lo haré, tranquila. —se adelanta a decir, abriendo la puerta para la chica— ¿Sabés? Si Matías se apareciera por acá, probablemente le recordaría lo pelotudo que es. Digo... Otra vez tuve que ser yo el que te sacó de un lugar como este, debería de agradecerme.

—Algún día quisiera ver que se lo dijeras, algún día. —habla sarcástica, cerrando la puerta del auto.

Enzo rodea con una risita en el rostro hasta llegar al lado del piloto. Entra, un par de segundos se mantienen en silencio, ambos pensando realmente que sería lo que pasaría si Matías lo ve convivir como suelen hacerlo.

Enzo no le daba tantas vueltas como Lía, su conclusión era una sola desde el principio, sabía que estaba mal sentir algo por la chica. Así que responde simple...

—Bueno, cuando eso pase... No seré el único que tendrá que darle una explicación a tu noviecito.

Encendiendo el motor, arrancó sin recibir respuesta.

Pues tenía razón.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora