24.

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La luz blanca que lanza el balcón choca contra el rostro de Lía, le toma un poco de tiempo acostumbrarse, y cuando logra abrir los ojos por completo. Ve a Matías a su lado.

Se habían quedado dormidos sobre la abrazadora alfombra mientras veían la película que les llevó horas escoger. Y no recordaba ni la mitad de ella.

Verlo dormido ahí, le provoca algo de ternura, Matías había luchado toda la noche por no quedarse dormido, para así poder pasar un rato junto a Lía, por eso ahora estaba incluso soltando leves ronquidos, de lo mucho que necesitaba dormir. Tenía los labios entre abiertos, su largo cabello lacio estaba ligeramente despeinado, su pecho subía y bajaba con tanta tranquilidad, que la hizo llevar la mano hasta uno de los mechones para ponerlo por detrás de su oreja.

Su cabello castaño era tan suave y sedoso, que podía moverlo con facilidad, la chica desliza la caricia hasta una de sus mejillas, sintiendo el calor que irradia su cuerpo, y lo bien que se siente tocarlo. Le era complicado creer que ese chico pequeño, que dormía como un bebé a su lado, unas horas atrás la besó con tanta intensidad, que Lía tuvo que ir a mojarse la cara.

El tiempo había pasado tan rápido, que eran ya las 8AM, Lía se sentía descansada lo suficiente, como para intentar ponerse de pie cuando escucha su teléfono a lo lejos, antes de hacerlo, Matías la toma por sorpresa enrollando su cintura para detenerla.

—¿Ya te vas? —pregunta entre balbuceos, aún con los ojos cerrados.

—Son las ocho Mati... —responde permaneciendo como estaba—. Tengo unas cuentas cosas por hacer.

—Bien, entonces te acompaño... Yo te voy a dejar. —la suelta dando la impresión de que va a alzarse, pero en cuanto se recuesta de nuevo, no tiene ni un gramo de energía para ponerse de pie.

—Tranquilo, es solo un piso abajo, voy yo. —dice amable viéndolo dormir cómodo.

—No... Lía... Yo te dejo. —insistente, intenta abrir los ojos, pero al instante vuelve a cerrarlos debido a la fuerte luz, incluso de cubre la cara del dolor.

—¿Lo ves? —suelta una risita inclinándose hasta el chico, para hablarle bajito al oído—Llegaré sana y salvo Mati. Además debo ir a comprar unas cosas, en un rato hablamos, ¿Está bien?

El chico asiente sin intención de volver a abrir los ojos, y sonríe. Lía se pone de pie para tomar su teléfono, su bolso, y antes de pasar a despedirse, corre la cortina para bloquear la luz, y que Matías pueda seguir durmiendo.

—... Me voy ya, Mati. —avisa volviendo a apoyarse sus rodillas para tenerlo más cerca.

Y esta vez si abre los ojos, aunque entre la oscuridad no puede verla muy bien, hay una tenue luz que los hace distinguirse. Y tener esa imagen al despertar, para Matías fue una sensación de felicidad en el pecho. Sonríe llevando su mano hasta el muslo de la chica, y la mira a los ojos.

—¿Podés darme un beso más?

Por supuesto que sí, los que quieras.

Lía suelta una risita al escucharlo pedir algo así, mientras seguía más dormido que despierto. Pero claro que lo va a hacer. Retira el cabello de su frente, y se acerca a dejar un casto besito ahí, con lo que no contaba era que al tenerla cerca, Matías la tomaría por el cuello para darle un beso como él lo pidió.

En los labios. Uno corto, no demasiado largo, simplemente una despedida digna, después de una noche tan memorable como la que habían pasado.

—... Con cuidado, nos vemos más tarde.

Está demás decir que Lía sale de la habitación casi saltando de la felicidad, se sentía como una abeja de flor en flor, a cada paso que daba camino al ascensor. Entró en él, sin poder quitarse de la mente a el chico que acababa de ver hace menos de un minuto, gracias a Dios estaba sola, y nadie podía ver la gran sonrisa que tenía de oreja a oreja.

Sonrisa que desaparece en el instante que las puertas se abren en su piso, y frente a ella ve a ese chico que creyó no vería en un buen tiempo, esperando el ascensor en un piso donde evidentemente no estaba su habitación.

Me cago en la puta.

Piensa en cuanto sus miradas se juntan, y él le lanza esa sonrisita tan distinguida en cuanto la mira. En ese segundo Lía se olvida de absolutamente todo, incluso de Matías, pues los nervios inexplicables que ya no recordaba como se sentían, invaden su cuerpo negativamente en menos de un segundo. Poniéndola casi a temblar, cuando a pasos lentos y firmes entra al pequeño espacio, inundando el silencio con esa ronca voz, y diciéndole...

—A vos te estaba buscando, Lía.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora