Clean

186 15 106
                                    

Rain came pouring down
When I was drowning, that's when I could finally breathe
And by morning
Gone was any trace of you, I think I am finally clean.


Marta

Sinmigo de Mr. Kilombo fue la canción que mi mente eligió en mi contra para tararear mientras me lavaba las manos antes de entrar a pabellón.

Por lo que fruncí el ceño extrañada cuando los primeros acordes chocaron contra mi presente al crear una marejada inesperada de dolor e imprecisión en donde cada frase de la canción arrastró consigo, alguna escena de lo que había vivido con Pablo durante nueve años decorándolas con una falsa capa de nostalgia cuando realmente lo único que deseaba era olvidarlo para siempre.

Y es que Pablo Contreras había sido ese error que a ocho meses de su fin aún retumbaba en mi cabeza al arrepentirme a diario por derribar todos mis principios para cruzar mi mirada con la del cirujano, ya que no solo había sido la peor decisión jamás tomada, al tirar casi una década de mi vida en una relación que fue alimentada a través de la neblina de supuestamente estar enamorada, pero sobre todo con el miedo y la angustia que me provocaban los celos irrisorios del moreno en donde sin darme cuenta de cuándo había sucedido yo misma me condené a vivir con los grilletes de nunca estar segura de qué Pablo me iba a encontrar cada vez que regresaba a casa.

Si el que me regalaba flores y velas aromáticas un martes lluvioso de otoño, jurando a viva voz que yo era la persona más importante de su universo o el que a través de sus gritos creaba un cinturón que azotaba mi piel por errores y defectos que en un principio solo él veía pero que con el tiempo se convirtieron en mi estampa personal.

Por lo que habían sido tantos años de sometimiento y costuras deshechas que a casi un año de no tener ningún tipo de contacto con él más allá de sus ruegos insistentes por volver y su necesidad enfermiza de hacerme la vida imposible, aún existía dentro de mí esas réplicas que quebraban mis cimientos después de los miles de terremotos emocionales que dieron vida a esa supuesta historia de amor que vivimos por casi diez años, la cual viéndola desde fuera lucía más como una pesadilla que otra cosa.

Mordí mi labio ante la impotencia que produjo sentir cómo todos los platos rotos de nuestra relación se deslizaban sin misericordia alguna entre mis manos creando esas heridas punzantes en mi piel que me reclamaban una y otra vez cómo había sido capaz de caer tan bajo al creer o más bien haberme mentido de que alguien como el cirujano era el amor de mi vida, ya que si era sincera conmigo misma, el pelinegro jamás había alcanzado mis expectativas ni mucho menos me había robado el corazón.

Sino que desde que nuestras vidas se cruzaron, su insistencia plantó sus primeras semillas dentro de mí ante sus gestos inofensivos como lo era acordarse de cuál era mi café favorito o mis flores favoritas o invitarme a cenar en restaurantes que jamás estarían a mi alcance sin su invitación.

Y aunque en un principio aquellos gestos no provocaron nada más que desconfianza ante las murallas naturales que había reforzado a través de los años al no creer en nadie, para mi sorpresa poco a poco estos comenzaron a ser cada vez más impredecibles y potentes a tal punto que en algún momento de esos meses sin sentido, aquellos gestos lograron destruir todas mis barreras mentales y crearon una emoción que desconocía del todo ante el hecho de que era la primera vez que tenía ese tipo de atención de parte de alguien.

Porque a pesar de que no estaba muy segura de que fuese correcto aceptar algo más que la amistad del moreno, luego de seis meses estas semillas finalmente germinaron dándole demasiado espacio a la mentira de que posiblemente Pablo era el mejor partido a mi alcance y ante la desesperación de aquel momento al verme sin nada más que una carrera que apenas estaba comenzando y el detalle de que por primera vez en mi vida me sentía protegida al tener a alguien que viese por mí además de mí misma, me até a la idea de que a pesar de que habían actitudes que no me gustaban del cirujano, con el tiempo iba a ser capaz de cambiarlo y las cosas mejorarían ya que al final del día, él solo era un hombre que había tenido una vida difícil que lo hacían ser como era y con un poco de amor de mi parte al fin lograríamos ser esa pareja que tanto había soñado.

¿Dónde van las hojas secas que el invierno nos dejó?Where stories live. Discover now