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Suponía que así era como se iniciaba el primer día de universidad. Tomando un jugo que dolía de lo dulce que era y unas galletas que él mismo preparó ayer.

La verdad es que no tenía tanta hambre.

Así de aburridas eran las mañanas de Jimin. Sin apetito alguno y con algo de sueño comenzaba a analizar su desempeño desde el levantarse de la cama hasta preparar un plano desayuno. Habían veces en las que se atrevía a pensar en las noches antes de irse a dormir y ver si es que se saltó algún paso en su rutina de cuidado facial.

Hoy, desafortunadamente, tuvo que evitar profundizar en su mente para poder llegar a tiempo a clases.

Siendo las ocho de la mañana debía soportar la interminable introducción del maestro de Matemáticas, primer curso general. No odia los números, por suerte.

Son sencillas, necesarias y siempre tienen una respuesta.

Se ganó algunos enemigos en la secundaria por expresar aquello. Nada más que gente envidiando sus buenas habilidades con los números.

Dando un gran bostezo decide que es momento de distraerse mirando a las personas a su alrededor. Muchas veces imagina lo que estarán pensando solo viendo sus rostros, a ver si así mata su aburrimiento un poco.

Gracias a que se encuentra a un lado del salón en una de las últimas sillas ve a una chica sonriéndole a su teléfono. Quizá le escribió su pareja, o vio la foto de su querida mascota. Un video gracioso, tal vez.

Luego, en unas sillas más adelante, ve a un chico con lentes gruesos que solo mira la pizarra detrás del profesor. Pareciera que está escuchando atentamente, pero su parpadeo lento y boca entreabierta dice que está en el más allá, pensando en las estrellas.

Y luego está a él, un chico al otro extremo del salón en su misma fila que lo miraba de manera fija. Apoyado en una de sus pálidas manos adopta una posición tranquila y determinada. ¿Pero determinado a qué?

Jimin igual no aparta la mirada. Recorre su cabello y cejas blancas, ojos cautivadores, nariz redonda y una inusual sonrisa que le da un vuelco al corazón. Y es que fue una curvatura hacia arriba tan llena de aprobación en esos finos labios fue impactante. Ni qué decir de las joyas que los decoraban en cada lado, lo hacían brillar. Regresarle la sonrisa sería lo más adecuado. Sin embargo, una pequeña gota de saliva le impidió respirar por un segundo, causando una estruendosa tos en medio del discurso de bienvenida.

-¿Se encuentra bien, joven?

-Sí, lo siento, no se preocupe.

No podía estar más avergonzado; incluso sus orejas podrían estar soltando vapor de lo calientes que las sentía en este momento para empeorar las cosas.

Todavía así, con un asentimiento aburrido, el maestro continuó su monólogo. Mientras que él volvió su mirada al chico brillante. Este solo pudo sonreír más grande haciendo notar unos inusuales colmillos metálicos encima de sus dientes. Aún más encantador, a su parecer. ¿Y qué si se estaba burlando? Algunos solo se asustaron y otros ocultaron sus risas. Claro, su sonrisa fue mucho más fascinante de admirar.

Ahora sí le pudo regresar la sonrisa sin atragantarse, pero el chico de cabellos blancos giró su rostro, algo avergonzado de tener un contacto visual tan intenso. Eso sí, nunca dejó de estar con un gesto de satisfacción, pues el chico que se atragantó le había devuelto el gesto alegre. Por alguna razón se sentía como un pequeño ganador gracias a eso.

Conforme pasaba la clase ese sentimiento de timidez se fue alejando de ambos chicos, pues estuvieron lanzándose miradas en las cinco horas de clase que tuvieron. Atrevidos no fueron, porque ninguno se acercó a platicar en el corto receso en el que estaban. Cada uno por razones diferentes.

Para distraerse de su mente toma su celular y entra a revisar cada red social que tiene.

Jimin sentía que no podría hablar con una persona que se ve tan espontánea y segura. Él mismo se consideraba alguien aburrido y con una extraña afición por recolectar hojas de diferentes plantas.

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⏰ Last updated: Mar 27 ⏰

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