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—Entonces, cuando veas algún alimento aquí en la barra, tienes que revisar el monitor para saber a qué mesa deberás llevarlo, ¿entendido?

Hao asintió cuando escuchó a su abuelo terminar de hablar. El mayor llegó a la conclusión de que el mejor puesto disponible para su nieto era el de mesero. Tenía muy presente que el chico de 17 años era un desastre cocinando, así que esa no era una opción, mucho menos quería dejarlo a cargo de la caja ya que temía que pudiera hacer mal las cuentas y los clientes se enojaran por esto.

—Ahora ya vete, que tu amigo lleva esperándote media hora y parece demasiado aburrido.

Hao volteó en dirección a su mejor amigo y vio como este parecía estar a punto de quedarse dormido encima de la mesa. Se acercó a él para después golpear en la superficie de esta, asustándolo.

—¡Juro que estoy despierto!

—Sí, claro. — el menor rió — Ya vámonos, Jiwoong.

—¿Qué no ibas a empezar hoy?

—No, hoy sólo me iba a explicar lo que tengo que hacer. Comienzo a partir de la próxima semana.

—Entonces te acompaño a casa.

Hao asintió en respuesta. Jiwoong era su mejor amigo desde los 11 años, a partir de ese momento fueron inseparables. Hacían todo juntos, ambos estaban en el club de música escolar —al que Jiwoong se inscribió sólo porque quería pasar más tiempo con Zhang—, jugaban videojuegos por las tardes, se juntaban para hacer tareas y trabajos escolares y muchas más cosas.

Hao sabía que el peli-negro podía llegar a ser muy sobreprotector con él, un día se dio cuenta de eso pero no se atrevió a preguntar nada, tampoco era que le molestara, así que sólo se había acostumbrado.

Cuando llegaron a la casa de Hao, Jiwoong se acercó a él y lo abrazó. El menor no tuvo tiempo de devolverle el abrazo porque se separó muy rápido, así que sólo le sonrió. Se despidió moviendo su mano y después entró a su hogar.

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El lunes había llegado y Hao ya estaba poniéndose el uniforme de la cafetería. Su compañero de trabajo, Kuan Jui, había sido muy amable recibiéndole. Era sólo unos meses mayor que él y había descubierto que tenían muchas cosas en común.

Debía admitir que se sentía un poco nervioso, temía hacer algo mal y terminar pasando vergüenza en frente de todos los clientes, pero se mentalizó de que eso no iba a pasar.

—¿Listo? — preguntó el chino mayor.

—No realmente, pero no tengo otra opción.

El contrario palmeó su hombro y sonrió en modo de apoyo. Después salió del área para sólo empleados y comenzó a atender las órdenes de los clientes.

Había sido demasiado fácil, al contrario de lo que él había pensado. Sólo era anotar, llevar el pedido a la cocina, esperar a que estuviera listo y entregarlo. Eso era todo.

Lo que no tenía en cuenta era que había cierto grupo de amigos que solía ir frecuentemente al establecimiento para realizar tareas y proyectos juntos, tampoco tenía idea de que en ese conjunto de estudiantes se encontraba aquel chico con el que había chocado la última vez y había estado pensando últimamente en demasía.

No fue hasta que se acercó a la mesa en la que estaban que le llegó el conocido golpe de realidad. Pudo sentir como su cara se volvía cada vez más ardiente.

—Hola, bienvenidos. ¿Qué les gustaría ordenar? — puso todo su esfuerzo para no tartamudear mientras hablaba.

Todos habían pedido algo, sólo faltaba el chico que aún era desconocido para él.

—Yo... — hizo una leve pausa. — Ordenaré lo mismo de siempre.

Lo mismo de siempre.

Oh.

Hao no sabía qué era lo mismo de siempre.

—Disculpe, qué es eso exactamente, es mi primer día aquí.

—Oh, sí. — rió tímidamente. — Un café mocca, por favor.

—Si eso es todo, me retiraré, enseguida vuelvo. — Hao hizo una reverencia antes de salir prácticamente corriendo.

Entonces, finalmente comprendió que aquello iba a ser difícil.

Coffee n Roses | HaobinWhere stories live. Discover now