Su hijo y fiel servidor.

Peter Eades.

La carta era mucho más optimista de lo que era su realidad, pero en su defensa, lo hacía para prevenir que su padre se apareciera en Londres sin avisar para arrastrarlo de regreso a la casa, así que había evitado mencionar todas las cosas desagradables; como el problema de desempleo en Londres, el basurero en el que vivía o que era la zona más peligrosa de toda la ciudad.

Dobló la carta para guardarla en el sobre y derritió un poco de cera roja sobre el cierre para sellarla y dejarla a un lado para escribir otra.

Estaba solo en la casa desde hacía alrededor una hora, pues al volver de la oficina de correos, Roland se había marchado al mercado, a conseguir leche y Peter se había quedado escribiendo a su familia.

Una hora en el mercado solo para conseguir leche era mucho tiempo, pero si debía adivinar, imaginaba que Roland estaría hablando con vecinos que se hubiera cruzado en el camino o incluso conociendo la vida de los vendedores.

Terminó de escribir una carta para sus abuelos y otra para su hermano Esmond y estaba sellando el último sobre con la cera roja, cuando la puerta se abrió y escuchó el sonido de las botellas de vidrio de la leche golpeándose entre sí y Roland entró con tres en una canasta de mimbre.

—Ya se estaba demorando bastante —comentó con su atención puesta en el sello de la carta y miró de reojo hacia Roland para verlo dejar la canasta sobre la cocina apagada—. ¿Compró algo más?

—Un poco de pan y carne...—murmuró y se rascó la nuca, un tanto nervioso.

Peter frunció el ceño en su dirección y bajó la atención hacia su abdomen, donde había un bulto en su chaqueta, la cual mantenía cerrada, ocultando algo.

—¿Y qué trae ahí?

Roland se aclaró la garganta, intentando calmar sus nervios y puso su mejor sonrisa. Esa que estaba seguro era encantadora y difícil de resistir.

—Esto...Pues...No se enoje, pero usted dijo que podíamos tener una mascota y...

El pánico apareció en el rostro de Peter mucho antes de que lo viera meter la mano en el bolsillo interior de su saco para retirar al cachorro que traía oculto y quiso golpearse con algo y maldecir. Nunca le había dicho que podían tener una mascota, simplemente no había tenido el valor de decir que no podían tampoco y Roland lo había interpretado a su gusto.

Y ahora que agarraba un cachorro no más grande que su mano, definitivamente no podía decirle que no podían tener una mascota.

Se puso de pie para acercarse y Roland sostuvo al cachorro para que lo estudiara.

—¿No es lo más hermoso del mundo? —inquirió y cuando Peter no lo agarró, lo acurrucó en sus brazos para consolarlo—. Cosita, está asustada... ¿Puede creer que alguien la ha abandonado frente al mercado? Estaba solita cuando la vi y la gente pasaba por su lado y la ignoraba. Yo no pude hacer lo mismo, no.

Era una hembra y debía tener tan solo un mes de nacida o poco menos. También era pequeña, tanto incluso que su zapato sería más grande que ella y tenía el pelaje un poco largo y negro con manchas marrones.

Como era tan pequeña y había sido separada de su madre, estaba asustada y temblaba en los brazos de Roland, intentando acurrucarse contra su pecho donde se sentía más segura y estaba delgada, por lo que tampoco era seguro si sobreviviría.

—¿Está enojado conmigo por traerla? —inquirió ante el rostro serio de Peter y este negó—. ¿Entonces... ¿podemos quedárnosla?

—¿Qué opción tenemos? No vamos a abandonarla.

Vidas Cruzadas El ciclo. #4 EN DESARROLLO +18. BORRADORWhere stories live. Discover now