Alegre me sonrió de lado, haciendo que la rabia desapareciera.

Alegre.

—Quédate, por favor.—las palabras se escaparon de sus labios como una súplica.

No pude evitar sonreír, se veía tierno cuando se le desordenaba el pelo. Sin embargo, pude darme cuenta de lo apretado que tenía los dientes cuando salió del baño. Además, su cara estaba roja, como si la ira se hubiera apoderado de él por un momento.

—¿Estás bien?.—pregunté.

—Por supuesto. Y ahora que llegaste, estoy aún mejor.—intentó sonar coqueto, pero aún no se alcanzaba a ver el brillo en sus ojos.

—Hay dos opciones: La primera es fingir que te creo y cambiar de tema, y la segunda es que te dejes de bromitas y me digas la verdad.—enarque una ceja, acercándome a él.

—No creo que quieras saber la verdad, Alegre.

—¿Por qué?.—quise saber.

—Mi vida es aburrida.—contestó, a escasos centímetros de mí.

—Me encantan las cosas a aburridas.—le seguí el juego, poniéndome de puntillas para estar a su altura.

Alejandro se inclinó hacia delante, haciendo que nuestras narices se rozaran.

—Lidiar conmigo no es fácil, Alegre, estoy lleno de fallas.—susurró, demasiado cerca de mis labios.

Luché contra la tentación de cerrar los ojos al sentir su aliento fresco chocar contra mi boca. Olía a menta y un poco de alcohol. Había tomado, pero no lo suficientemente para embriagarse.

—Puedo con eso.—respondí.

¿Qué estaba haciendo?. No tenía ni idea, pero me estaba gustando.

Puso una de sus manos en mi cintura, y me acarició con el pulgar en el instante en que nuestros labios se rozaron. Pero el apartó los suyos y los llevó a mi mejilla, dejado un beso ahí.

—Aún no, preciosa.—sonrió—Te besaré el día que sentías por mí lo mismo que yo siento por ti.

Sus palabras se clavaron en mi mente como si fueran las fechas del cupído inexistente que ahora se burlaba de mi. ¿Qué era eso que Alejandro sentía por mí?, quise preguntarle, pero él se me adelantó a hablar.

—Vamos al salón, no quiero incomodarte aquí dentro.—sonrió.

Yo solo asentí con la cabeza.

—¿Acabaron tan rápido?.—Gregory subió y bajó las cejas de forma rara.

—Cállate o te lanzaré el garrón de tu hermano.—le amenazó Alejandro.

Que relación tan conmovedora.

—Ni se te ocurra.—advirtió una voz nueva.

Un chico salió de una de las habitaciones, y era.....la copia exacta de Gregory, solo que este tenía un pequeño piercing en la nariz.

—¿Cuándo llegaste?.—preguntó Alejandro, y aunque intentó disimularlo, se notó cierta preocupación en su voz.

—Antes que mi hermano.—fue lo que respondió.

Se miraron durante unos largos segundos, hasta que Gregory decidió romper el silencio:

—Él es Pol, mi hermano mayor. Y sí, somos gemelos, aunque el más guapo soy yo.

Eso último lo dijo con una sonrisa de superioridad, pero su tono delataba que era una broma.

—Un gusto, vecina. Espero que no tengas un hamster loco que nos orine el felpudo de la entrada.—dijo Pol, sentándose junto a su hermano en el sofá.

—Me llamo Alegre, y solo tengo un cachorro, que como mucho, te obligará a jugar al pilla pilla.—me presenté.

—Bobby me cae bien.—sonrió.

—¿Lo conoces?.—pregunté, confundida.

—Brandon viene debés en cuando a pasar el rato, varías veces lo a traído con él.—explicó.

—Ah, así que ustedes también son amigos de mi hermano. Me alegra, no suele ser muy sociable.—dije con sinceridad.

Gregory comenzó a reírse de forma repentina luego de escuchar mis palabras. ¿Había dicho algo malo?.

—¿Se puede saber de qué te ríes, rarito?.—preguntó Pol, que lo miraba con una mueca.

—Es que......Alegre dijo que se alegra. ¿Entiendes?—explicó entre risas.

—Santo dios, definitivamente tuviste que tragar placents cuando nacimos.

Las palabras de Pol lograron hacerme reír, y mi delfín interior salió a la luz otra vez. Alejandro giró a verme con extrañeza, pero al final, acabó riendo él también.

*****
Pasé horas con los chicos, y debo admitir que me esmeré bastante en hacer que Alejandro se sintiera mejor y quitara la cara de muerto viviente que llevaba. Luego de un rato de bromas, lo logré, sacándole una de esas sonrisas que tanto me gustaban en él.

—Mi hermano me envió un mensaje, ya está en casa.—avisé, mirando mi teléfono.

—Te acompaño.—se ofreció Alejandro, levantándose del sofá.

—Gracias por dejarme quedarme aquí, chicos. Nos vemos.—me despedí con la mano, sonriendo.

—Ya obligaremos a mi primo a que te traiga otra vez.—dijo Pol, devolviendo me la sonrisa.

—¡Mejor la secuestramos!.—gritó Gregory.

—Vamos, vamos, que estos son capaces de amordazarte.—Alejandro prácticamente me empujó hacia la puerta.

Al salir, el viento frío me golpeó la cara, revolviendo me el pelo.

—Me la pasé bien hoy.—admití, sonriendo.

—Yo también, al menos cuando llegaste.

—Tenemos una conversación pendiente.—sentí necesario sacar el tema.

—Supongo.

—¿Algún día me contarás por qué le mientes a todo el mundo con esa fachada?.—lo señalé.

—Talvéz. ¿Me contarás tú sobre los viajes?.

—Talvéz.

Alejandro sonrió.

—Hasta mañana, chica del suéter.

—Hasta mañana, mentiroso.

Cambios.Where stories live. Discover now