—¿Por qué estás sonrojada?.—preguntó él.

Por tu culpa, gilipollas.

—Debe ser el calor.—fue lo que respondí.

—Si tú lo dices.

—Voy a echarle un vistazo a los niños, ¿Te vienes?.—cambié el rumbo de la conversación, aunque en parte si debía ir a cuidar a los renacuajos.

—Vamos.—se levantó, y desde aquí parecía aún más alto.

Dejé a Bobby en el suelo para que se fuera corriendo por delante de nosotros, y eso hizo.

—¿Se puede saber por qué caminas así?.—se burló.

—¡Tuve que correr diez minutos!—abrí las palmas de mis manos, mostrándole cada dedo—¡Diez jodidos minutos!.—seguí quejándome, aún cojeando.

—No sabía que eras tan anti-atlética, chica del suéter.—volvió a reírse.

—Ya estamos de nuevo con el nombrecito.—suspiré.

Lo que sucedió en los siguientes segundos no me lo vi venir:

Se me adelantó,—cosa que no era difícil—y se agachó frente a mí, interrumpiendo el paso. Debió notar mi confusión, porque giró la cabeza para mirarme y agregó:

—Sube, o no llegaremos nunca a nuestro destino.—bromeó, mirando de reojo a los niños, que estaban a menos de diez metros.

—No pienso hacer eso.—me negué, intentando pasar por su lado.

—Ya sabía yo que eras una aburrida.—enfatizó la última palabra, casi con desprecio.

Frené en seco.

¿Me había llamado aburrida?.

Estuve a punto de patearle la cara pero no iba a caer en su juego.

—No querer que me cargues en tu espalda no significa que sea una aburrida.—solté mi mejor argumento, muy digna.

—¿Es que te pongo nerviosa, Alegre?—nunca había oído a nadie decir mi nombre de forma tan retadora y seductora a la vez.

—No.—respondí, tal vez demasiado rápido.

—Sube entonces.—volvió a usar esa voz.

Esta vez, le hice caso. Subí a su espalda, enganchando me como un koala a un árbol. Mis muslos ardieron de dolor en el instante en que lo hice, pero no me quejé.

Alejandro comenzó a caminar hacia Charlie y Marquitos. Sujetando mis muslos con sus grandes manos. Por un segundo, imaginé esas manos en otro sitio. Aparté el repentino calentón de mi cuerpo, obligándome a hablar:

—¿Por qué te mudaste?.—pregunté.

Aunque ya tenía tres posibles respuestas:

1-Maté a un hombre y ahora soy un fugitivo de la justicia.

2-Mis vecinos anteriores pensaban que mataba cabras y se las daba de comer a mi hermana.

3-Me echaron de la pandilla porque les robé droga, y ahora quieren matarme por no pagar.

Sin embargo, lo que respondió no tenía nada que ver con las conclusiones que había sacado, ni pegaba con lo de "antecedentes problemáticos":

—Necesitabamos cambiar de aires, estábamos comenzando a agobiarnos del mismo ambiente y lugar.—sonó sincero, aunque su voz se tornó un poco melancólica.

Entendía perfectamente esa sensación, el dolor en el pecho al verte estancado en un sitio, las ganas de querer salir corriendo, pero que algo siempre acabe frenándote. Sabía lo que significaba luchar cada madrugada con el impulso de hacer las maletas y comprar un billete de avión, estaba más que familiarizada con esa estúpida sensación.

—Chica del suéter, ¿Vas a bajarte o piensas estar todo el día encima de mí?.—habló Alejandro, y por el tono de voz, me hizo dudar de se venía con segundas intenciones.

Pude sentir el frío llegar a mi cuerpo cuando se separó de mi, dejándome en el suelo. Aunque no se alejó demasiado tiempo, segundos después se inclinó hacia adelante para susurrar:

—Claro, que no me quejaría si lo hicieras.—su aliento rozó mi piel, haciendo que esta se erizara.

—En tus sueños.—contesté, intentando que no se notara en mi voz lo mucho que sus palabras me habían afectado.

—En mis sueños eres menos amargada, chica del suéter.—dijo, volviendo a enderezarce.

Eso quería decir...¿Qué había soñado conmigo en algún momento?

—¡Prima Ale, vengan a jugar!.—nos animó Charlie, que ya se encontraba a unos pocos pasos se nosotros.

—¿Juegas con nosotros, o tienes algo mejor que hacer?.—bromee.

—¿Pasar la tarde contigo, haciendo de niñero? La verdad no se me ocurre un plan mejor, chica del suéter.—sonrió, provocando que sus marrones ojos se achinacen.

Sin darme cuenta, yo también sonreí.

Sonreí con ganas.

Y por mucho que lo negara, me lo estaba pasando bien.

Cambios.Where stories live. Discover now