Capítulo 15

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No sabía en qué momento había dejado de considerar a Évelyne como un experimento —en ocasiones fallido, en otras uno que había salido demasiado bien— y comenzó a verla con otros ojos. Como si de verdad se estuviese creyendo la pantomima que pactaron en un inicio, de que eran viejas conocidas y por ende a raíz de ello compartirían piso.

Pero lo cierto es que Victoria se encontró con que disfrutaba de aquellas salidas con Évelyne, ya fuera a buscar unas engalanadas ropas para el evento más cercano, o simplemente para comprar víveres en la tiendita más cercana.

A veces le incomodaba ese talento que Évelyne parecía tener para captar sus estados de ánimo tan aprisa, cerciorándose de las cosas antes siquiera de que la propia Victoria pudiese aclararse respecto a lo que sentía o pensaba. Pero eso, al final del día, debía ser una ventaja: Tener y demostrar empatía resultaría una cualidad muy útil para vivir en sociedad. Y esto por no hablar de la inteligencia y curiosidad que Évelyne no había dejado de mostrar en todos esos meses.

Si Évelyne decidía marcharse a vivir por su cuenta uno de esos días, no cabía duda de que estaría más que preparada.

O bueno, debería estarlo. Victoria no tenía intención de poner sobre la mesa el asunto, se decía, porque era a la principal implicada a la que le convenía sacar el tema cuando se sintiese preparada. No a ella.

Por ahora, Victoria iba a disfrutar de tener a una persona que le resultaba agradable en casa, a quien lejos de considerar ya una amenaza casi podría afirmar que se había convertido en su amiga, y no se iba a preocupar en demasía por qué excusa iba a poner cuando llegase el dichoso baile de los von Rosenwald y hubiera de inventarse una excusa para no asistir.

Évelyne estaba entusiasmada con aquello, con su nueva vestimenta, con sus amistades... Victoria no quería acompañarla, porque nunca había sentido que encajara en ese tipo de eventos, pero tampoco deseaba bajarla de la nube ni un minuto antes de lo que fuese necesario. De todos modos, y así trataba de convencerse a sí misma, estaba segura de que una vez que Évelyne se reuniese con Georg, viese la opulencia del recinto e hiciese un par de alianzas más, enseguida se olvidaría de que ella no estaba por allí.

Victoria estaba más que decidida a no ir.

Le había dicho a Évelyne que se adelantase con Georg, que ella asistiría un rato después, ya que en esas fechas se le acumulaba el trabajo y resultaría probable que hubiera de quedarse en casa un tiempo extra para terminar todo lo que debía hacer para la facultad.

Eran puras mentiras, en definitiva. Con las vacaciones de Navidad, la universidad estaría medio muerta hasta inicios del año. Y si bien Victoria todavía tendría tareas de las que ocuparse, ni por asomo se vendrían a comparar con las que hubiese de hacer en semana de exámenes. Pero Évelyne no estaba al tanto de la rutina en un centro de estudios, y de ahí que se le pudiese decir prácticamente cualquier cosa, que ella se lo creería.

Victoria creyó, pues, que todo iba a salir según su plan. Que podría escabullirse del baile antes siquiera de tener que apersonarse en dicha propiedad. Sin embargo, la alegría no fue duradera, y pronto se encontró con que había algo, o más bien alguien, que la iba a obligar a asistir.

—Bien merecido lo tienes, por querer darle plantón a Évelyne —había dicho Henry nada más enterarse, un martes en el que ambos se encontraron en la biblioteca de su alma máter—. Aunque espera, ¿significa esto que ahora tengo vía libre para contarle sobre tus malévolos planes?

—¡Absolutamente no! Ya bastante incordio va a ser tener que asistir a la fiesta con objeto de encontrarme con cierta gente, no quiero añadirle a la mezcla el tener que discutir con Évelyne por..., ¿malévolos planes, dijiste?

La dama que se alzó de entre los muertos #PGP2024Where stories live. Discover now