Uno

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Trafalgar Law sabía que Zoro lo estaba evitando.

No era tonto. No era ciego. Desde esa tarde en que le propuso matrimonio que Zoro apenas salía de su casa, ni siquiera a su patio, y era claro porqué.

El pobre omega, luego de las palabras que le dijo, negó con la cabeza, demasiado aturdido, y, sin dirigirle otra mirada, tomó en sus brazos a la rechoncha Tama, entrando a su casa y cerrando con un fuerte portazo. Prácticamente huyó de su lado, aterrado por lo que pudiera hacer.

Law se apoyó en la barra del balcón, mirando hacia el patio del omega mientras exhalaba el humo del cigarrillo. Sabía que debía verse como un depredador, como un psicópata esperando a su víctima, pero si era sincero, no le interesaba mucho.

Quería a Zoro. Lo quería a su lado, compartiendo su casa con él, acostándose a su lado todas las noches, mirándolo con esa preciosa sonrisa con la que observaba a su hija.

Y ninguna bebé iba a impedir aquello.

Sabía que era soltero, porque no vió a nadie más en esa enorme y vacía casa, sumado al hecho de que el omega no tenía el olor de un alfa encima suyo. Además, le preguntó a Kid y Luffy, amigos de él y pareja que vivía a su lado, quién era el omega que era su vecino.

Nunca antes se sintió tan atraído por un omega: normalmente, detestaba lo empalagosos y pegajosos que eran, pero Zoro era distinto.

Lo podía ver en su triste mirada, en su comportamiento tímido, en esa carita retraída y lejana que poseía.

Le llamó la atención desde el inicio, y verlo cuidando el jardín, cantando y jugando con su bebé, le hacía desear más cercanía, más contacto. Su alfa parecía volverse loco al ver al omega tan cerca de él.

Sin embargo, sabía el motivo del rechazo de Zoro: Tama era todo lo que le quedaba al omega, su mundo entero, y aceptar un compromiso con otro alfa era renegar de eso.

Las reglas para los omegas en ese mundo eran claras:

La primera, y más importante, era la obediencia total hacia los alfas.

La segunda, era la fidelidad eterna hacia tu alfa.

La tercera, y no menos importante, era deshacerse de tu hijo si quedabas solo y otro alfa te quería para sí, porque un hijo de otro matrimonio era la clara prueba para el nuevo alfa de que el omega le perteneció a otro, y los celos podían provocar un desastre.

Luffy le dijo eso cuando hablaron sobre Roronoa, contándole que luego de la muerte de su alfa, el omega no parecía interesado en buscarse otra pareja. No cuando tenía a Tama.

Sin embargo, Law no era tonto, y sabía que tarde o temprano Zoro lo iba a necesitar. Sabía que el omega no trabajaba, por lo tanto, el dinero iba a escasear en algún momento. Y Zoro no era idiota, no podía permitirse quedar en la calle con un bebé, siendo una presa fácil para el resto de alfas, que ni siquiera le preguntarían si quería ser su omega.

Por supuesto, Law pensaba jugar todas sus cartas allí y lograr seducir a ese pequeño y tierno omega que parecía haberse metido en su piel como nadie.

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Zoro quería fingir que todo estaba bien, así que ese día se dijo que nadie lo iba a arruinar.

Se puso de pie, frotando sus ojos y viendo a su pequeña Tama todavía dormida al lado de su cama. Le revolvió el fino cabello púrpura, dándole un besito en la frente sin querer despertarla.

𝐤𝐢𝐥𝐢𝐠¹ › 𝗅𝖺𝗐𝗓𝗈Where stories live. Discover now