Amor incondicional (Daryl Dixon)

En otro universo

Nina y yo estábamos acurrucados en la cama, hablando de lo primero que se nos ocurriera y riendo juntos. Aún no podía creer que una mujer como ella me amara y no podía estar más contento. Pasaron unos segundos en silencio hasta que ella preguntó algo.

—Daryl, ¿Crees que estemos juntos en otro universo?

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-29 de mayo de 1715-

Daryl: 28 años.
Nina: 18 años.

—Capitán, hay un barco a la vista. Parece ser de estilo asiático.

Tomé el catalejo y observé con detenimiento hasta que ví alguien a bordo, parecía ser una mujer, me sorprendió.

—¿Atacamos señor? parece ser de alguien adinerado.

—No. —seguí mirando.

La bandera era completamente negra con dos espadas largas en rojo, haciendo una X, y el frente del barco tenía una sirena.

—Nadie atacará a ese barco, me intriga que tan lejos llegará.

—¿Y si nos atacan, señor? —preguntó.

—Ya veremos.

Pasó un tiempo hasta que volvimos a encontrarnos con esa gente, pero esta vez había otro barco, el de el idiota de "Barbaroja" en mi opinion, solo una burda copia de Barbanegra. Lo detestaba y al parecer estaba atacando al barco de esa mujer, así que lo decidí.

—¡Ciel! —le grité a mi mano derecha.
—Hacia allá, hoy arruinaremos un ataque.

—¡Sí capitán!

Nos acercamos y subimos al barco, se estaba librando una batalla pero claramente la gente de Barbaroja estaba ganando. En cuanto nos vimos, empezamos a pelear, no fue difícil hacer que saliera corriendo con toda su tripulación. Cuando el lugar estuvo libre, miré alrededor y me encontré con la mirada de la mujer quien aún no sabía si confiar en mí o no. Me acerqué y guardé mi espada antes de extender mi mano hacia ella.

—Es un placer, mi nombre es Daryl Dixon. —estrechó mi mano un poco sorprendida.

—Usted es... ¿"El duque de los mares"?

—Veo que ya oyó de mí, pero eso es solo un apodo tonto, no le haga caso.

—Mi nombre es Joseon Yoo-Jin. Pero la tripulación decidió bautizarme como "Nina Rhee" dicen que es más fácil.

—Bien, entonces Nina. Me gustaría conversar ¿Le parece?

—Claro. —dijo contenta.

Me llevó hasta su camarote y me hizo sentarme en un sofá. Miré alrededor un poco desconcertado, era elegante por demás.

—¿Por qué el resto de tu tripulación no son...?

—¿Coreanos?

—Eso, si.

—Escapé de casa, no podía traer gente de allá.

—¿Por qué? No me digas que robaste el barco.