Una historia de amistad || AL.

Magsimula sa umpisa
                                    

—Lo siento, profesora —musitó Lysander, apenado—. Ya me lo llevo.

Con sus lentes en la punta de la nariz, la anciana los siguió con la vista hasta que se aseguró de que no rompieran con su religioso silencio de la biblioteca y con un movimiento de varita ordenó la impresión de un cartel con la cara de Lorcan Scamander y un "PROHIBIDO" lo suficientemente en grande y en rojo para colgar en la puerta de entrada.

Lysander amaba a su hermano. A veces le costaba seguirle el ritmo porque Lorcan era un adolescente de 15 años adicto a los azúcares, el deporte y a perseguir a Lily Potter por donde sea que la perciba (aunque, pensándolo bien, puede que aquello también se considerara deporte). Amaba acompañarlo y no había persona en el mundo que lo hiciera reír más, todavía con sus bromas pesadas rozando el mal gusto, pero de vez en cuando era consciente de que su cabello siempre pulcro y arreglado no estaba hecho para los mismos trotes.

No fue hasta que llegaron a los jardines, todavía con los recurrentes saltos estruendosos de su gemelo para llamar la atención, que Lysander tomó finalmente la decisión de revertir el hechizo.

—¡Ahora entiendo por qué te llevas con esa vieja loca! —chilló Lorcan, casi tropezando con su túnica de Quidditch en su intento de caminar al revés y no perder a su hermano de vista—. Todo esto desde que llevas esa insignia.

Con desprecio, terminó sus reclamos señalando a la P escarlata y bronce que orgullosamente llevaba al pecho. Lysander no tenía tiempo nuevamente para sus idioteces. Demasiado trabajo le llevaba ya el tener que hacer la vista gorda con todas las faltas que cometía Lorcan. Poco se había creído que Minerva McGonagall le hubiera concedido el trabajo de prefecto teniendo al lado a este engendro con el que ya le había tocado compartir útero hace 15 años.

—Sh, Lorcan, respeta a los mayores.

—Todos sabemos que yo nací primero, no por nada soy más lindo.

—¿Y se puede saber por qué tanta emoción por las pruebas?

Bajando la colina, nuevamente de un salto, Lorcan volvió a caminar de espaldas para observarlo con una sonrisa gigantesca.

—¡Lily! —chilló, como si fuera obvio. Lo era.

—¿Qué Lily? Yo no conozco ninguna Lily.

—Ja, ja, muy gracioso —refunfuñó Lorcan, intentando no molestarse con la petulante sonrisa que se extendía en el rostro de su hermano—. Hace 9 días y 16 horas exactamente desde que empezamos quinto año y... ¡Todavía no me dirigió la palabra!

—¿Y te comportaste como te lo sugerí?

—Obvio, bro —confirmó, tan rápido como un mentiroso.

Lysander le había sugerido que moderara su intensidad. No quería realmente que su hermano cambiara su personalidad, pero sí que al menos intentara que su lado idiota no se apoderara de todo su ser como siempre cuando Lily estaba cerca. Estaba seguro de que la pelirroja lo quería tal y como era, pero había que reconocerle que Lorcan podía llegar a rozar el límite del acoso cuando se lo proponía. Y Lily Luna Potter no era una persona que destacara especialmente por su paciencia.

—La cuestión es que va a volver a verme sobre una escoba —no hizo ningún esfuerzo en esconder el tono agudo y emocionado de su voz—. ¿Entiendes? No va a poder resistirse, inmediatamente va a recordar cuando ganamos el campeonato el año pasado y entonces... ¿Te había contado esa historia, cierto?

¿Que si se la había contado? Había escuchado la historia sobre su primer beso un aproximado de 2 veces al día durante todo el verano. Todavía cuando las cartas devueltas sin respuesta de Lily se iban acumulando en su mesita de noche, Lorcan le relataba la historia como si fuera un cuento de buenas noches: un campeonato ganado, subir hasta la torre de las mujeres en escoba como un héroe (Lysander creía que "acosador" era una palabra más apropiada), un par de abrazos emocionados y un beso interrumpido porque tenía segunda parte.

La Maldición de los Potter (One-Shots)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon